Cualquier franquicia adquirida por Disney se convierte de forma casi automática en objeto a exprimir, y la saga Alien no es, para nada, una excepción. Tras el éxito de taquilla de Alien: Romulus (Fede Álvarez, 2024), la compañía del ratón más famoso del mundo brinda al público una nueva cinta en formato de serie de televisión: Alien: Planeta Tierra (Alien: Earth, Noah Hawley, 2025).
El elegido para recoger el testigo de Ridley Scott no es otro que Noah Hawley, un creador estrechamente vinculado al mundo de la televisión, que destacó en el mundo de la ciencia ficción y los superhéroes con la serie Legión (Legion, 2017) y especialmente en la adaptación televisiva de la película Fargo. Esta serie , que destacó por ofrecer en sus cinco temporadas un conjunto historias con guiones muy bien elaborados, conservaba de forma pura e íntegra el espíritu de la cinta original de los hermanos Cohen. Aunque la creación de series basadas en películas exitosas resulta una apuesta arriesgada que a menudo suele acabar en fracaso, la habilidad de Hawley con Fargo le convirtió en el hombre idóneo para llevar a cabo tal empresa con Alien.

Noah Hawley, creador de la serie Alien: Planeta Tierra.
Tradicionalmente, las diversas entregas de la saga han respondido (siempre con ciertas particularidades) a un esquema común: un grupo de personajes se ve atrapado en un lugar perdido a la merced de uno o varios xenomorfos dispuestos a convertirlos en su merienda. Sin embargo, la trama de Alien: Planeta Tierra discurre por otros derroteros. El primer episodio comienza en los pasillos de la nave Maginot, cargada de peligrosos especímenes extraterrestres, cuando la tribulación despierta del hipersueño. El montaje, el ambiente y los planos recuerdan inevitablemente al inicio de la primera entrega, con la diferencia de que Hawley apuesta por introducir pequeños sustos en fugaces imágenes del ineludible caos que espera a los pasajeros, cuando las bestias que alberga logran escapar de sus jaulas. Pese a recordar tanto a viaje fórmula de Alien, una vez finalizada esta secuencia la trama demuestra que su intencionalidad es otra, completamente diferente.
La serie está ambientada entre los acontecimientos de Alien: Covenant y Alien: el octavo pasajero y presenta un contexto vigente en el siglo XXII, en el que el mundo, así como los rincones explorados del espacio exterior, están dominados por cinco grandes corporaciones: Prodigy, Weyland-Yutani (siempre presente en las diferentes entregas de Alien), Lynch, Dynamic y Threshold. Se retrata así un futuro en el que reina el tecnofeudalismo del que Yanis Varoufakis lleva hablando desde hace ya años, un mundo dominado por gigantes económicos, en el que los niveles de riqueza son tan elevados que ni siquiera la posibilidad de ascenso social será posible.
En los dos primeros episodios de la serie surge un conflicto entre Weyland-Yuntani y Prodigy en el momento en el que la nave Maginot, junto a todo su cargamento, se estrellan en una de las dependencias de la corporación Prodigy, que aprovechará el accidente para saquear los valiosos recursos extraterrestres antes adquiridos por su competidora. De hecho, el CEO de esta corporación, Boy Kavalier (Samuel Blenkin), un veinteañero ultramillonario resulta una clara alusión a figuras como Elon Musk o Mark Zuckerberg, jóvenes ambiciosos cuya repentina riqueza les convierte en seres dotados de una marcada megalomanía.

Samuel Blenkin como CEO de Prodigy, una de las corporaciones principales en Alien: Planeta Tierra.
Por otro lado, este futuro tecnofeudal plantea como objetivo de todas estas grandes compañías la búsqueda de la fórmula de la inmortalidad, cuyo descubrimiento supondría el dominio definitivo de uno de estos imperios económicos. Tras la escena del colapso de la Maginot, se introduce la figura del personaje protagonista, Marcy, una niña de doce años con un cáncer terminal que es llevada a Nunca Jamás, uno de los complejos de Prodigy donde es sometida a la transferencia de su consciencia a la del cuerpo de un robot de una mujer adulta (Sidney Chandler), salvando así su vida y volviéndola inmortal.
Se evidencia así que, en el mundo ficticio de Alien, no solo hay simples robots, sino también otras especies de inteligencias artificiales como los híbridos (androides con consciencia humana transferida) y los cíborgs (humanos con mejoras robóticas), sumados a los sintéticos ya vistos en las cintas anteriores, como Ash (Ian Holm) y David (Michael Fassbender).
Marcy, una vez llevada a cabo la transferencia, elige el nombre de Wendy, clara alusión a Peter Pan, junto al nombre del complejo de Prodigy, ya que a ella se le unirán otros niños enfermos que serán sometidos al mismo proceso, convirtiéndose en niños que nunca crecen, ya que, debido a lo artificial de sus cuerpos, su evolución personal permanece siendo la de un infante. De hecho, Kavalier, siguiendo su estela de megalomanía, asume el papel de un Peter Pan dominante, poseedor de un pequeño reino en el que tiene sometidos a niños inmortales.

Sidney Chandler como Wendy, protagonista de Alien: Planeta Tierra.
La cuestión de la transición de humana a híbrida por parte de Wendy resulta interesante para la franquicia, ya que la última vez que se abordó la cuestión de la frontera entre lo humano y lo artificial solo se había abordado en Prometheus y en su secuela Alien: Covenant, siendo en esta un aspecto muy secundario. En Alien: Planeta Tierra se plantea de una forma mucho más profunda, conectando con cintas como Blade Runner, que trata de responder a la pregunta de qué es aquello que nos hace humanos, o si es posible replicar artificialmente la esencia humana.
Así pues, Alien: Planeta Tierra no es una producción más de la saga, como sí resultó Alien: Romulus, sino una visión diferente a lo acostumbrado. En todas las entregas de esta franquicia siempre hubo un villano, pero permanentemente oculto que, por otra parte, no eran los xenomorfos. Al fin y al cabo, estos abominables seres solo se dejan llevar por su instinto depredador, mientras que el verdadero villano fue siempre Weyland-Yutani que, constantemente movida por incrementar sus dividendos, fue capaz de acabar con las vidas humanas que hiciera falta. En esta ocasión no hay una sola corporación, sino cinco, lo que amplía considerablemente las posibilidades de peligro. El visionado de esta serie hace inevitable recordar la famosa frase de Terele Pávez en Las brujas de Zugarramurdi: a mí no me dan miedo las brujas, a mí los que me dan miedo son los hijos de puta, y es que es indudable que estos generan más terror y peligro que los bichos de sangre corrosiva.
Alien: Planeta Tierra es una producción arriesgada e interesante, un soplo de aire fresco para la saga Alien, que explora sus entrañas y que plantea un modelo de historia diferente y atrevido.
Sin embargo, Alien: Planeta Tierra no se limita a debates sociales y metafísicos. Los fans pueden estar tranquilos, no escasean las escenas de terror, sangre y suspense, con xenomorfos muy logrados, diseñados a partir de animatrónicos y actores disfrazados, como en las cintas originales. Todo ello aderezado con una atmósfera oscura que resulta intensamente familiar e inmersiva. Los personajes presentan un perfil interesante, diferente a lo hasta ahora visto y la dirección resulta atractiva, especialmente a la hora de narrar con la cámara, empleando de forma muy inteligente valiéndose, por ejemplo, de imágenes combinadas. Es necesario decir que la trama es más densa de lo acostumbrado en la saga, por lo que sería recomendable ver cada capítulo semanalmente.
Alien: Planeta Tierra es una producción arriesgada e interesante, un soplo de aire fresco para la saga Alien, que explora sus entrañas y que plantea un modelo de historia diferente y atrevido. De momento solo disponemos de dos capítulos. Veremos cómo evoluciona la historia…
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