Contra lo que piensan la mayoría de fashionistas y otras gentes de equivocado activismo estético, lo bonito no es lo bonito, sino lo feo. Diseñada por el estudio Pezo von Ellrchshausen, Casa Cien se eleva en el paisaje rural de Chile como demostración de la belleza cruda de ese material esencial, el hormigón.
Contra lo que piensan la mayoría de fashionistas, colgadas del Instagram, devotos de lo retro, evangelistas del cupcake y neurasténicos/as del Pinterest, hoy en día, lo bonito no es lo bonito, sino lo feo. Lo feo, lo crudo, lo rudo, lo áspero; lo esencial. Como máximo exponente de esa estetización de lo antiestético, el hormigón se eleva como material de altas cualidades funcionales y decorativas.
Los arquitectos Mauricio Pezo y Sofía Von Ellrichschausen conocen y aprecian las bondades del hormigón, y fruto de esa sabiduría es Casa Cien, su vivienda y centro de trabajo, que ellos mismos han diseñado y enclavado en un paraje rural de Chile.
Los motivos que modelan una casa son siempre otros, siempre los mismos, comentan de forma críptica, en su memoria del proyecto, esta pareja de arquitectos sobre la naturaleza de esta casa de siete plantas de singular verticalidad.
Mientras la base de dos plantas está parcialmente sumergida en la colina, las otras cinco ascienden desde su centro, creando una peculiar combinación de zonas habitables y de trabajo. En esas dos plantas inferiores, está el taller, donde varios empleados comparten espacio de trabajo. Y en la parte superior, encontramos las zonas dedicadas a viviendas.
Las piezas de arriba con las rutinas casi inmateriales del oficio diario, siempre ideando construcciones desde el aire para más tarde fabricarlas en otro sitio. Entre estos dos mundos fácticos queda reservada la vida doméstica, a su vez reglada por un gran salón de día y un par de piezas apiladas para la noche.
Oculta por la textura rugosa del exterior, una cuadrícula rectilínea define el layout de habitaciones dentro del edificio. La expuesta fachada está suavizada por la agrupación de ventanas de diferentes medidas que la perforan, con huecos que ofrecen una sensación de espesor.
Entrar a la torre es una forma de ceguera, explica la memoria del estudio Pezo Von Ellrichshausen. Aquí el ciprés convertido en tablón queda trabado en una espiral continua que, con una gris melancolía, devuelve poco a poco la vista mientras se sube.
Casa Cien es una regular y monolítica acumulación de capas de hormigón con agregado expuesto. En el interior las paredes están cubiertas por superficies de madera pintada, casi sin espesor y apenas interrumpidas por los marcos de acero galvanizado que mantienen las ventanas en su sitio.
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Fotos © Cristóbal Palma
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