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Barba, manual de uso

En Lifestyle lunes, 1 de junio de 2015

Jesús Andrés

Jesús Andrés

PERFIL

Carles Suñé y Alfonso Casas, los autores de No sin mi barba (Lunwerg, 2015), son dos barbudos de pro. Guapos y jóvenes, llenos de talento y de éxito, la lucen hermosa y poblada, y estoy convencido de que les huele a algodón de azúcar y rocío fresco de la mañana. Yo, en cambio, resultón aunque algo ajado, no doy pie con bola, y me he de conformar con una barba regulera, rubia -menos mal- pero que se arremolina hacia un lado cuando crece demasiado.

De hecho, horrorizado ante el matojo salvaje alrededor de mi barbilla, cierto día el barbero, agarrándome por los carrillos, me espetó: “Tú no eres un hipster, tú eres un hámster”. Digamos que el exceso de pelo me asemejaba más a un entrañable roedor doméstico que a un recio leñador de los bosques de Carolina del Norte. Caí entonces en la cuenta de la necesidad de que un profesional tomara regularmente cartas -o mejor dicho, navaja- en el asunto.

esús Andrés tomando un snack, mientras espera turno en la barbería

Jesús Andrés tomando un snack, mientras espera turno en la barbería

Precisamente, la idea de ponerse en las manos adecuadas, de comprar los productos indicados y de ser conscientes de la responsabilidad que entraña llevar una barba es la máxima que recorre el libro de Suñé y Casas de principio a fin. Carles se esmera en detallar que una barba exige los mismos cuidados que una melena y nos da las pautas para que luzcamos, si se me permite la analogía, una Barba-Pantene. Alfonso, por su parte, ilustra con su encanto habitual los diferentes episodios, con escenas en las que nos vemos reflejados, porque efectivamente somos comos sus personajes: monos, cucos, barbudos y sobre todo muy delgaditos.

El libro glosa todos las razones históricas, sociológicas y hasta esotéricas de por qué la barba vive justo ahora su momento de esplendor. Pero, a pesar de lo documentado, bien descrito y estupendamente ilustrado del libro, tengo un reproche para sus autores: os habéis olvidado de un colectivo de barbudos, casi una sub-tribu dentro del clan… ¡Los calvos con barba! Pero, tranquilos, ya os explico yo en una línea por qué hay tanto alopécico que decide poblar su barbilla: porque no podemos peinarnos y, entonces, al mesarnos la barba, recordamos con nostalgia la época en la que lucíamos flequillo.

Así que , calvos o melenudos, si estáis valorando uniros al clan de la barba o ya sois miembros VIP, haceos con un ejemplar de No sin mi barba, porque llevar una es casi una labor social y a este paso igual hasta nos desgrava el año que viene en la declaración de la renta. Cuando lo tengáis entre manos, ya que estáis, subid a Instagram una foto vuestra con la etiqueta #nosinmibarba y así podréis afirmar con orgullo que sois parte de la comunidad (y recibiréis una lluvia de likes y hasta de propuestas deshonestas por parte de algún que otro iger barbudo y con ganas de roce piloso, no necesariamente facial). Ejemplo de cómo ejecutar la foto, a continuación, a cargo de un servidor.

A Jesús Andrés, este libro le gusta del derecho y del revés.

A Jesús Andrés, este libro le gusta del derecho y del revés.

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