Paula Ortiz adapta a Lorca desde la empatía más radical.
Lejos de la estilización enfática de la tragedia clásica, del austero minimalismo -tantas veces, rimbombante- y también del costumbrismo -más ajado que fiel- con que a menudo se ponen en escena textos emblemáticos, fundacionales y enraizados abisalmente en lo que de común, por propio, tiene la sociedad, La novia se presenta al espectador como una experiencia multisensorial. Concebida y tratada a escala humana, la película es desde la primera secuencia un arrebato, una abducción a un imaginario a la vez nuevo y desconocido que, sin más, nos deja sin defensas ante lo que tenga que venir a continuación.
En el caso de que nos resistiéramos a entregarnos sin condiciones al espectáculo, correríamos la misma suerte que la novia, porque el deseo de no dejar pasar la experiencia, lanzarse a lo que nos llama a través de mil signos, es un destino trágico, inexorable y también profundamente humano.
Tras la apabullante sensación inicial que, en ese punto, quizá atribuyamos al diseño de producción, la dirección artística, fotografía, cromatismo, música, vestuario…, quedamos ya inmersos en el universo Paula Ortiz. Sí, tal cual. Tras su segundo largometraje, podemos hablar de una autora que se enfrenta a sus proyectos con un punto de vista único y reconocible, con una voluntad manifiesta de crear o recrear (como en el caso de Lorca) historias, personajes, emociones y una de sus especialidades, los ambientes. La peculiar atmósfera que nos envuelve desde los primeros fotogramas será el aire que respiraremos hasta los créditos finales, fruto de un trabajo autoral exhaustivo de inmersión absoluta, que incluso bordea lo subconsciente.
Paula Ortiz se entrega a su proyecto con la misma devoción que más tarde sus obras nos provocan; Sus cuadernos de trabajo son bitácoras repletas de imágenes, de texturas, arte, composiciones musicales, poemas… donde se reúne lo propio con lo prestado, lo clásico con el objet trouvé, son el magma de su creatividad, donde forja sueños que se ven y casi se tocan, se reviven. Por eso La novia es un texto en sí mismo, con coherentes recorridos figurativos, no se trata del signo en sí sino de la significación.
La estructura del filme configura un relato que jamás podría traspasar palabra por palabra la obra teatral en que se basa, porque sería simplemente un cambio de medio de expresión, con el valor añadido de los recursos cinematográficos. En cambio, La novia, sin añadir líneas de nueva creación en el guion escrito por Paula Ortiz y el también montador Javier García Arredondo, supera la pura representación, siendo precisamente resultado de una meticulosa y bien digerida lectura de Bodas de sangre, a la que no es ajena la formación filológica de la directora, como de la profunda pasión por la obra. No nos cansaríamos de enumerar símbolos, metáforas, figuras poéticas que pasan de la palabra a la imagen, pero parecería una relación de recursos estilísticos lo que en realidad es puro texto.
Una historia tan catártica como la de Bodas de sangre no es para cualquier director, la universalidad no es sinónimo de facilidad, la aparente sencillez y la gama de emociones expresadas, a pesar del también aparente esquematismo de los personajes -incluso solo uno tiene nombre propio-, requieren una fortaleza mental y una madurez personal y artística que no le faltan a Ortiz. La misma que ha guiado las interpretaciones de un amplio reparto, a rebosar de actrices talentosas como Ana Fernández, Leticia Dolera, M. Alfonsa Rosso, la excelente protagonista, Inma Cuesta, y la madre, Luisa Gavasa, actriz de prestigiosa carrera teatral, que en su tercera colaboración con Ortiz ha llegado a ser comparada con Anjelica Huston y Agnes Moorehead por la revista Variety, en una actuación conmovedora en tanto que perturbadora e indeleble. La pareja de protagonistas masculinos, el Novio (Asier Etxeandía) y Leonardo (Álex González) cumplen, mientras que Carlos Álvarez Novoa, lamentablemente fallecido antes de ver estrenada la película, ofrece una poderosa y sobria interpretación.
La aventura lorquiana de Ortiz ha tenido exquisitos cómplices, como el director de fotografía Migue Amoedo, la música de Carmen París y Leonard Cohen, canciones populares y el prestigioso compositor Shigeru Umebayashi, autor de las bandas sonoras de Deseando Amar, 2046 (Wong Kar Wai), La Casa de las Dagas Voladoras (Zhang Yimou) y Un hombre soltero (Tom Ford).
La novia es una película bella, pero no esteticista, sus imagénes surgen de lo más oscuro, su hermosura es la de la dureza del desierto, la aridez en vida y la pugna por vivir. El aliento del amor y la muerte son ejes de una carreta que no ha parado de rodar desde hace miles de años, en un viaje por todas las épocas y todos lo lugares; lo eterno y lo fugaz, el amor que dura una noche y la muerte que dura varias vidas, todo está aquí, plasmado en el universo lorquiano, revivido por Paula Ortiz, creado en La novia.
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