El Vietnam en guerra de los años sesenta tenía un injerto de rocanrol. El principal distrito de entretenimiento para GIs estadounidenses en la ciudad de Saigón estaba localizado en una calle apodada, muy apropiadamente, Plantation Road. Allí circulaban con relativa libertad el alcohol y la marihuana, se ahogaban las penas de la batalla y se celebraba el anonimato de formas diversas. Mujeres vietnamitas y de otros países asiáticos probaban suerte en espectáculos de dudoso gusto, mientras que orquestillas locales interpretaban refritos de la música que, creían, gustaba a los americanos. Porque, no se engañen, en el Vietnam también se bailó el twist, el mashed potato o el watusi. Las fuerzas armadas extranjeras, deseosas de escuchar sus canciones favoritas, demandaban grupos de versiones que las interpretasen cada noche en los bares de Saigón, atrayendo a músicos de todos los puntos del Asia oriental, desde Tailandia hasta Corea o Filipinas. Con material de bandas como The Beatles o The Shadows (¿la banda más influyente de la década, en una perspectiva global?), estos conjuntos de entretenimiento traían los sonidos familiares del hogar a aquella tierra donde hasta los panqueques llevan pescado fermentado.
Es muy difícil establecer comparación
cuando se trata de hablar del valor
de cierto pueblo hermano, lejano,
primera línea en horror,
primera línea en dolor,
primera línea en trabajo diario,
primera línea del sol,
primera línea en amor.
Pablo Milanés, «Como en Vietnam» (1971)
La audiencia de estos guateques tropicales se componía del intrigante cóctel de expatriados que se congregan en los bares de las ciudades en guerra: corresponsales de prensa, viajeros descarriados, empresarios, diplomáticos, marchantes, espías encubiertos y Fernando Sánchez Dragó se daban cita junto a vietnamitas curiosos y los omnipresentes soldaditos estadounidenses, para compartir un rato de evasión de una realidad que podía tornarse muy cruda. Gracias a lo que la propaganda oficial llamaba «música histérica» de Occidente, el hombre blanco descansaba por un rato del engorro de tener que salvar a la humanidad.
Hacia el fin de la década, la afición local a esa música extranjera que atronaba en los suburbios de Saigón había ido creciendo a la par que los cabellos de una selecta minoría de jóvenes vietnamitas, y aquellos primitivos grupos de versiones aventuraban composiciones propias para disfrute de sus compatriotas. Mientras los hippies americanos tenían pesadillas con Vietnam, los hippies vietnamitas tenían sueños húmedos con los Estados Unidos y su industria cultural. Es lo que se denominaba, a veces peyorativamente, nhạc trẻ o ‘música juvenil’. En las nuevas canciones no faltaban historias de intrépidos combatientes en primera línea de batalla, novias desveladas en el pueblo natal o románticas noches de despedida (como en la deliciosa «Bừng Sáng» de Thái Thanh), pero también se percibía la inspiración del hippiesmo y del movimiento pacifista internacional, introducidos por una guerra que cargaba a las espaldas su antítesis.
Esta americanización de Saigón recibió el apodo de «subcultura cowboy». No estaba bien vista ni por las autoridades del Norte, que la consideraban una contaminación de los valores y la identidad vietnamitas por parte de sus invasores, ni por las del Sur, que detestaban la oposición a la guerra de sus letras y figuras emblemáticas. Ambas coincidían, además, en que desataba los peores instintos de los jóvenes, hasta convertirlos, en palabras de un crítico, en «americanos de piel amarilla».
Uno de los conjuntos más populares de la escena roquera de Saigón fue la CBC Band (de Con Bà Cụ: «los hijos de la madre»), un trío de hermanos pertenecientes a la familia Phan, que ayudaban con su música a una madre viuda. (El padre rompió guitarras mientras vivió). Los integrantes eran la cantante Bích Loan, el guitarrista Tùng Linh y el batería Tùng Vân (todos stage names). Más tarde se les unirían la hermana Bích Liên y la esposa de Linh, Marie Louise. La pareja terminaría por ser conocida –no sin ironía– como los John y Yoko del modesto rock vietnamita.
La historia de la CBC está relativamente bien documentada. Los tres hermanos, de una familia de once, se iniciaron en el negocio cuando tenían entre cinco y siete años de edad (el pequeño batería no podía ni sentarse en su sillín), en torno a 1958, y ya tocaban versiones de canciones vietnamitas en las calles de Saigón hacia 1961. A mediados de los sesenta decidieron incluir más rocanrol en su repertorio; al principio, desconociendo el inglés, transcribían las letras fonéticamente en vietnamita. Su primera actuación ante las fuerzas americanas fue en 1964, en una base militar del delta del Mekong: los chicos recordarían con asombro los exóticos pollo frito y Dr Pepper a que los convidaron los americanos.
Fueron incorporando temas de Hendrix, Joplin, Santana, Black Sabbath, los Beatles e incluso Carole King, y, a diferencia de otros conjuntos de versiones de Saigón, acabaron pillándoles el gusto. Hacia 1970 añadían cuatro canciones semanales a un repertorio de más de cien. Linh, guitarrista, trataba de aprenderse las melodías de los Beatles nota por nota, copiando exactamente la versión original: Trato de tocar exactamente como toca el artista original porque los respeto muchísimo… los disfruto muchísimo. Su hermana Loan se esforzaba, en cambio, en la dicción inglesa. Los soldados solían decirle que no entendían su acento cuando hablaba, pero que al cantar parecía yanqui de nacimiento. Como sus hermanos, mantenía una ambivalencia a la hora de evaluar a ese país lejano que colocaba «los mejores sonidos imaginables en su música y los peores sonidos imaginables en sus armas».
El epicentro del Saigón rock era el Kim Kim Club, un pequeño Haight-Ashbury donde se daban cita hijos de las flores de todo pelaje. Un reportero de la Grunt Free Press no daba crédito a sus ojos: No hay anti-Vietnam o anti-americano o anti-negro o anti-blanco o anti-nada en el lugar. En estos oasis diminutos, los cansados de la guerra se refugiaban de la vorágine exterior, al frescor del rocanrol. (O por lo menos lo intentaban: una noche, en el club Mỹ Phụng, explotaron cuarenta libras de explosivos durante los estridentes acordes iniciales de «Purple Haze». Hubo dos muertos).
Por abrupta que parezca, tal fue la introducción del pop-rock en Vietnam. La CBC Band terminó grabando algunas canciones en vietnamita, de las que han emergido dos a la web, compuestas por Hoàng Thi Thơ para una de sus películas. Lejos de sonar como un vulgar remedo –cosa difícil, dada la distancia–, se aprecia en ellas, como en otras reliquias del momento, el contraste entre el estilo yeyé o ácido de la instrumentación y unas líneas vocales influenciadas por la canción melódica vietnamita. Se trata, como algunos supieron ver en su día, de la «vietnamización» (Việt hóa) del rock, gestada en locales como el llamado The Fillmore Far East.
Otras agrupaciones del momento eran The Enterprise, Les Penitents, The Black Caps o The Rockin’ Stars. Una de las primeras en atreverse a roquear en la lengua madre fue Phượng Hoàng, ‘ave fénix’, con el cantante Elvis Phương. Phượng Hoàng se disputa con la CBC Band el título a la primera banda de rocanrol netamente vietnamita, y su onírico «Mặt Trời Đen» (‘sol negro’) se volvió un clásico de la pequeña escena:
El sol es negro, demasiado negro, negro como nuestras vidas.
Vidas de las que escapan los deseos hacia los cielos lejanos.
La vida es como un perro abandonado merodeando de noche,
un amor en el que rara vez se oyen palabras dulces.
Para muchos, se refería a una guerra interminable.
Primera parte: Los hippies del Vietnam: A este lado.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!