El cine latinoamericano, presencia constante y siempre de calidad en el 79 Festival de Venecia, ha presentado en concurso el sexto largometraje del argentino Santiago Mitre, especialista en el cine de carácter político. En 2011 con El estudiante observó la democracia de su país hablando de la crisis del poder y de su costumbre de negociar para obtener consenso; así como en 2017, con El presidente, hizo una eficaz descripción de las relaciones entre vida pública y privada del primer ciudadano argentino.
A Venecia llega con una cinta que ahonda en el pasado más vergonzoso y dramático de la historia de su propia nación, volviendo a la sanguinaria dictadura militar que sufrió entre 1976 y 1983. Argentina, 1985 es un relato basado en hechos reales cuyos protagonistas son el fiscal Julio Strassera y su ayudante Luis Moreno Ocampo que, en 1984, fueron encargados de investigar los delitos de la Junta Militar durante la dictadura para llevar a juicio en 1985 a sus más altos cargos, incluido el teniente coronel Jorge Videla.
En el arco de pocos meses en que tuvieron que hacer las investigaciones y, a lo largo de cuatro, realizaron el debate donde se enseñaron al pueblo argentino los horrores contados por más de ochocientos testigos oculares y supervivientes que la red de centro de detención y tortura clandestina donde sufrieron penas horribles y de los que nunca probablemente sobrevivieron los mas de tres mil desaparecidos.
Un trabajo enorme realizado por un grupo de jóvenes que trabajó junto a Strassera, entre amenazas, bombas y poderes fuertemente contrarios al juicio y que Mitre cuenta de forma muy meticulosa y con gran pasión utilizando un ritmo narrativo extremadamente eficaz, que mantiene siempre en perfecto equilibrio registros diferentes. El lado personal de cada personaje y de su entorno familiar, donde se combinan momentos de ligereza con otros más dramáticos (incluidos los que tienen como objeto la relación con la pasada dictadura) se enlaza sin fisuras dentro del relato preciso, documentado y minucioso de la investigación, antes y después del juicio en la parte final del largometraje.
Nunca hay caídas y el estilo visual consigue ser siempre muy personal sin parecer nunca recargado o impuesto. Contribuye al éxito del largometraje la actuación soberbia de todo el reparto de actores donde sobresale Ricardo Darín en una de sus mejores interpretaciones, consiguiendo que el espectador se involucre completamente en las contradicciones personales, pero también en la intachable voluntad de denunciar la verdad que caracterizaron el operado del fiscal Strassera. Si el intento de Mitre era que las viejas y nueva generaciones volvieran a “creer en la fuerza” de la justicia y de la verdad, como se dice en la película, el reto está plenamente conseguido.
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