Aprovechando que se cumplían 40 años del estreno de Pink Floyd: El Muro, la película de Alan Parker sobre el disco de la banda británica, comencé a hacer un especial sobre las películas más rock & roll de la historia. Pero cuando empecé con la lista vi que iba a salirme lo de siempre, una retahíla de documentales sobre los grandes eventos (Monterrey, Woodstock), películas protagonizadas por los propios músicos, diversos biopics, a pesar de que casi nada bueno ha salido de ellos, y demás obviedades. Así que he decidido cambiarlo por completo y hablar de películas que me encantan y que considero que son muy rock & roll por sentimiento y espíritu, más que por cualquier otra cosa, intentando justificar mi elección comparándolas con algún disco o parecido y eligiendo su momento más rock & roll.
Qué noche la de aquel día (A Hard Day’s Night, Richard Lester, 1964)
De acuerdo, empiezo por un sitio múltiples veces visitado, pero es que la importancia histórica de Qué noche la de aquel día es abrumadora. Richard Lester y los Beatles inventaron el vídeo musical y lograron meter el lenguaje de la Nueva Ola y el pop en el cine comercial. Llamarla soplo de aire fresco se queda corto, y es que solo la escena muda que acompaña a “Can’t Buy Me Love” lograron insuflar nueva vida al lenguaje audiovisual. Pero es que, además, los Fab Four eran unos tipos bastante divertidos, una especie de hermanos Marx de la era pop, que los Monty Python siempre consideraron una influencia. Esta es la inocencia de los primeros tiempos de la banda más grande de todos los tiempos, el momento en el que triunfaron y todo parecía maravilloso. Como no podía ser de otra forma (guiño, guiño, codazo, codazo) si esto fuera un disco sería A Hard Day’s Night, ejem, ejem.
Momento más rock & roll: El atronador acorde inicial de “A Hard Day’s Night” da paso a una persecución gozosa entre los fans y los Beatles por las calles. Este es el mejor ejemplo posible de la Beatlemanía, George Harrison se cae estrepitosamente ante las cámaras y se lleva por delante al pobre Ringo, pero se levantan entre las carcajadas de todos, las suyas incluidas. Puro gozo de vivir, sueños que se convierten en realidad.
Malas calles (Mean Streets, Martin Scorsese, 1973)
El cine de Martin Scorsese es puro rock & roll y no hace falta irse a sus grandes documentales (El último vals, No direction home…) para saberlo. Desde el momento en el que el “Be My Baby” de las Ronettes abre su primera obra maestra, Malas calles, nos encontramos con el director que mejor supo incorporar el sonido de su juventud en el séptimo arte. Puede que Kenneth Anger y su Scorpio Rising fuera el claro antecedente, pero fue Scorsese el que supo encajar como nadie en sus escenas algunas de las canciones más importantes de su época, no es casualidad que dijera que Malas calles iba sobre “Be My Baby” o “Jumpin’ Jack Flash” (ahora hablaremos de ella) o que Toro salvaje llevaba marcada la enorme influencia del London Calling de los Clash.
Momento más rock & roll: Puede que la escena inicial con “Be My Baby” sea la más icónica, pero el momento más rock de esta película es la presentación de Johnny Boy, el personaje interpretado por Robert DeNiro, en su primera aparición en una película de Scorsese. El protagonista, interpretado por Harvey Keitel, está en un bar y de repente dice esto para sí mismo: Muchas gracias, Señor, muchas gracias por abrirme los ojos. Hablamos de la penitencia y me mandas esto por la puerta. Entonces se hace el silencio y comienza a atronar el “Jumpin’ Jack Flash” de los Rolling Stones, mientras Johnny Boy hace su aparición, paseándose a cámara lenta por el lugar, mascando chicle, con una chica en cada brazo, la definición misma de la fanfarronería insolente, perfectamente acompañado por la chulería personificada en la voz del mismísimo Mick Jagger: Nací en un huracán de fuego cruzado. Soy Jack el saltarín, es una pasada.
American Graffiti (Georges Lucas, 1973)
Si American Graffiti fuera un disco sería uno de esos recopilatorios Oldies But Goldies que brotaron como setas después de su estreno, ya saben Chuck Berry, Buddy Holly, Frankie Lymon o Fats Domino… Antes de marcharse a una galaxia muy, muy lejana, George Lucas miraba hacia su adolescencia y a un país todavía inocente y represivo que estaba a punto de vivir todas las revoluciones que supusieron los 60. Una película sobre la nostalgia, la adolescencia y el rock & roll.
Momento más rock & roll: Pues, como no podía ser de otra forma, la carrera de coches, Booker T. & The MG’s y su “Green Onions” poniendo la banda sonora para ver a Harrison Ford comportándose como un malote antes de convertirse en el bueno oficial del cine gracias a Han Solo y a Indiana Jones.
Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979)
Si Apocalypse Now fuera un disco sería una mezcla entre Dark Side Of The Moon y Forever Changes, o sea, una verdadera obra maestra, bella y, a la vez, desquiciada. Es más, el inicio de una de las canciones de la obra maestra de Love es una definición perfecta para esta película sobre el horror de la guerra: Sitting on the hillside, watching all the people die, I’ll feel much better on the other side, I’ll thumb a ride. El horror se hacía cine y la guerra se convertía en el escenario perfecto para locos y desquiciados, los únicos capaces de sobrellevar su vileza, también tipos perfectos para supurar sus heridas tocando y cantando rock.
Momento más rock & roll: Pues el momento más rock & roll de una película que utiliza maravillosamente a los Rolling Stones, a Jimi Hendrix o a los Doors, llega, sorpresa, con un compositor clásico, eso sí, con uno que lo mismo te da ganas de invadir Polonia que de arrasar una aldea vietnamita. Se trata de esa locura de ataque de los helicópteros al son de la cabalgata de las valquirias de Richard Wagner, una escena a mayor gloria de uno de los secundarios más escalofriantes y salvajes de la historia del cine, el Coronel Kilgore, interpretado a la perfección por Robert Duvall. Dentro de una galería de personajes escalofriantes, pocos más desquiciados que ese tipo, que tiene entre sus preferencias el surf, Wagner y el olor a napalm por la mañana… Utilizo a Wagner ¡Saca de quicio a los vietnamitas! Pon la guerra psicológica. Comienza el baile. Uno de los momentos más punk de la historia del cine, la guerra en su crudeza más absoluta.
This Is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984)
El rock & roll también tiene un punto excesivo y ridículo, por cada disco conceptual que es un éxito hay otros siete que apestan. Una parodia ultradivertida y muy acertada del género. Si es tan graciosa es porque es muy cercana a la realidad y son muchos los roqueros que se han visto reflejados en las andanzas de Spinal Tap. Rob Reiner se disfraza de Martin Scorsese, Marty DiBergi, y entrega el falso documental más gracioso de todos los tiempos. Pongan su amplificador en el 11 y disfruten con el lado más cómico del rock & roll. Por cierto, si esto fuera un disco sería uno de los Rutles, esos Beatles alternativos liderados por Eric Idle y Neil Innes.
Momento más rock & roll: No puede ser otro que la interpretación de “Stonehenge”, las caras de decepción al ver el monumento en miniatura, la confusión en sus ojos al ver a los enanos, el solo de mandolina, todo es absolutamente cercano a la realidad, a un paso de la más profunda tristeza y humillación, por eso las carcajadas son tan efectivas. En serio, Spinal Tap deberían estar en el Rock & Roll Hall Of Fame.
Movida del 76 (Dazed And Confused, Richard Linklater, 1993)
Casi todo el mundo elegiría Escuela de rock para un artículo así, pero yo creo que la película más rock & roll de Richard Linklater es esta, el American Graffiti de los 90, no por nada en su versión original se llamaba como una canción de Led Zeppelin. Una película sobre los días de adolescencia en el instituto, sobre el paso a la madurez y a la edad adulta, llena de rock & roll, en un momento en el que esa música era la reina del baile, aunque, sin saberlo, se estaba muriendo de puro éxito.
Momento más rock & roll: Definitivamente el momento en el que suena la campana del final del curso y comienza a tronar el “School’s Out” de Alice Cooper. La sencillez y eficacia de lo más obvio.
Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994)
Más que un disco Pulp Fiction sería esa cinta que te hacía tu amigo que sabía de música más que nadie, esa cinta con grandes canciones que se convertían en parte de tu vida. Quentin Tarantino cogía (robaba) de todas partes y lograba una amalgama pop en la que se juntaban Scorsese, Godard, Leone, John Woo y la música surf. La película que definió el cine de los 90 era puro rock & roll tomando prestado de muchas fuentes para crear algo nuevo y muy, muy, excitante.
Momento más rock & roll: Pues hombre, muy difícil, sobre todo cuando tienes una de las escenas de baile más icónicas de la historia del cine mientras el suena el papá del rock & roll en persona, pero, aun así, su momento más rock & roll es el inicio con el robo de Pumpkin y Honey Bunny. Ya saben (esta introducción es tan icónica que mucha gente pensará que es parte de la canción):
HONEY BUNNY: I love you, Pumpkin (Te quiero, Pumpkin).
PUMPKIN: I love you, Honey Bunny (Te quiero, Honey Bunny)
Los dos se levantan de golpe.
PUMPKIN: Everybody be cool this is a robbery! (¡Todo el mundo tranquilo, esto es un robo!)
HONEY BUNNY: Any of you fuckin’ pricks move and I’ll execute every one of you motherfuckers! (¡Cualquiera de ustedes, malditos imbéciles, se mueve y los ejecutaré a cada uno de ustedes, hijos de puta!)
Entonces la imagen se congelaba y el “Misirlou” de Dick Dale y sus Del-Tones comenzaba a sonar como un trueno mientras aparecían los créditos iniciales.
Hedwig and The Angry Inch (John Cameron Mitchell, 2001)
Increíble, un musical que es puro rock & roll, la historia del cambio de sexo de Hedwig y su lucha por triunfar en la música y en el amor es en sus momentos más punk, los Sex Pistols, y en los más calmados, Bolan y Bowie. Stephen Trask compone las canciones y John Cameron Mitchell dirige y protagoniza una película inolvidable.
Momento más rock & roll: La historia de un transexual alemán, con sueños de convertirse en una estrella de rock, al que, después de su operación de cambio de sexo, le dejan, en lo que debería ser su vagina, “una pulgada cabreada” (angry inch), es una de las películas que mejor transmite el espíritu del rock & roll, ya sea en la escena del baile del joven Hedwig o en cada una de sus actuaciones en directo, quizás la más significativa esa en la que canta sobre la fallida operación y su pulgada cabreada, una que termina en peleas y disturbios, puro rock & roll.
I’m Not There (Todd Haynes, 2007)
I’m Not There sería el intachable recopilatorio Biograph, el que tiene los grandes éxitos, pero también las caras B, las rarezas y los temas en directo, algo imprescindible si estamos hablando de alguien tan poliédrico como Dylan, la voz de una generación, el poeta eléctrico, la leyenda reclusa, el cristiano renacido… Por eso funciona tan bien esta película, porque se aleja de los clichés de la mayoría de los biopics y rompe su regla de ascenso, caída y posterior redención para componer un retrato caleidoscópico del mayor enigma del rock.
Momento más rock & roll: Cuando la gran Cate Blanchett y su banda sacan las ametralladoras y disparan a todos los puristas folk en el Festival de Newport de 1965, la mejor metáfora posible para llevar a la gran pantalla la reconversión eléctrica de Dylan, Play it fucking loud!.
Baby Driver (Edgar Wright, 2017)
Si fuera un disco sería un recopilatorio de temas de esos en los que la letra no importa nada, solo está ahí para hacerte bailar, Baby Driver es cercana al espíritu de “Tutti Frutti”, “Diddy Wah Diddy” o “Papa-Oom-Mow-Mow”, un disco con el que te lo pasas en grande, a pesar de que lo que cuentan/cantan te importa bien poco. Y es que en esta película, sacrilegio, el guión es lo de menos, la película es una sucesión de escenas adrenalínicas perfectamente coreografiadas sobre una canción, ya sea el “Bellbottoms” de la Jon Spencer Blues Explosion o el “Brighton Rock” de Queen. Los breves momentos de calma, también tienen su banda sonora, como la maravillosa “Debora” de T. Rex.
Momento más rock & roll: Hace poco entrevisté a Jon Spencer y me reconoció que Edgar Wright le había hablado sobre utilizar su canción para una escena de un robo muchos años antes de que rodara Baby Driver, es más el director ha reconocido que desde el momento en el que escuchó “Bellbottoms” ya tenía la escena en la mente, lo que indica que toda la película está construida sobre esa escena inicial, una que debe de ser una de las más icónicas del cine de la pasada década.
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