Con Tiempo de descuento (Ediciones Oblicuas, 2022), el escritor Ángel Pontones obtuvo el XV Premio Narrativas Oblicuas. Los relatos de Ángel Pontones (Barcelona, 1971) han aparecido en medios como Diario Siglo XXI, Público.es o en esta misma publicación, El Hype, y su nombre figura en varias antologías del género. Entrevistamos al autor, que también es ganador de los premios Manuel J. Peláez, Relatos en Cadena, SARP y Recircula.
Ángel, desde tu primer volumen de relatos, Con vistas al mal (CC Ediciones), tu obra ha tomado el pulso anímico y sentimental (con todo su trasfondo sociopolítico) de los tiempos de la desorientación: situaciones sentimentales en fase terminal, impresión de instantes muy emotivos, los primeros diálogos de Tiempo de descuento, con todo su trasfondo tan romántico como urgente tienen un aire cinematográfico, entre Linklater y Charlie Kaufman, ¿qué papel desempeña el cine en tu forma de entender y hacer literatura?
El cine es mi principal influencia a la hora de sentarme a escribir, y el lugar donde casi siempre vuelvo a buscar cachivaches que me ayuden a crear. Comencé a ver películas en una época en que la televisión no tenía otra que recurrir al cine clásico, y todas esas historias se quedaron aquí dentro. Se me ven de lejos referentes como Wilder, Allen, Berlanga o Mankiewicz, pero también el western y sus diálogos secos o el noir y sus salidas ingeniosas, donde se suministra la información justa y necesaria que requiere el momento.
Richard Linklater es fantástico, y muchos de mis diálogos tienen de algún modo origen en ese maravilloso paseo sin fin por París, de Ethan Hawke y Julie Delpy en Antes del atardecer. Y tirando del hilo, el final de esta película, tan brusco y a la vez tan coherente, ha debido de influenciarme más de lo que pienso a la hora de plantear los míos. De Kaufman conozco menos, pero Cómo ser John Malkovich y Adaptation me parecen una gozada
Si tuviera que elegir otras influencias o estimulantes creativos aparte del cine (aunque enredados a menudo en él), ahí estaría la música. Aquí los referentes vienen de todas partes: Beck, Stewart Copeland, Pixies, Wim Mertens, Orbital, etc. Si tuviera que elegir a uno, por la sensación de frenesí y continua creatividad, por sus textos dotados de cientos de imágenes en bucle, me fascina la obra de Lorenzo Jovanotti. Cuando me atasco en el proceso, suelo echar mano de sus temas de cabecera: “La linea d’ombra”, “Marco Polo”, “Coraggio”, “Affermativo”.
Muchos de tus agilísimos diálogos, así como los de la sección «Descontando palabras» apuntan a desenlaces sentimentales con un aire de desorientación, pero también de esperanza, ¿te interesan más los principios o los finales? ¿la esperanza o el optimismo?
Los finales, aparentemente, son el caramelito de cualquier creador, pues en ellos hay una energía muy profunda y perturbadora, incluso cuando funcionan a medio gas o se consumen casi sin darse uno cuenta. Me identifico con los finales, y suelo ser directo y brusco con ellos, pues los entiendo como una carretera cortada donde solo podemos especular la dirección que ésta tomaría. O como un tapiz viejo que termina por deshacerse en muchos hilos, y que en algunas partes de esa rotura queda apenas sujeto por otros, y allí es donde anidan los rencores, las arrepentimientos, las oportunidades perdidas, el no te vayas aún. Hasta esos silencios infinitos que dan para cientos de historias.
Los finales dejan una herida y un vértigo, ya que en ellos parecemos siempre asomados a un precipicio. La energía de los principios es muy diferente, pues la ilusión trata de una forma diferente el tiempo y convierte cada momento en un acontecimiento, en un futuro punto de apoyo, pues así entendemos los recuerdos. Uno de mis mayores desafíos al crear historias es dotarlas de buenos principios, e integrarlos bien. De pocos relatos estoy más satisfecho que de aquellos que muestran el conjunto, donde aparecen todos los condicionantes, donde cada paso tiene sentido, así como las pistas que te acaban explicando por qué se ha llegado a este o a otro punto.
También se detecta una cierta influencia del surrealismo, ¿qué vitalidad le concedes a este tipo de poética?
Supongo que importante, a nivel subliminal. Los surrealistas se llamaban a sí mismo superrealistas pues buscaban una realidad superior que trascendiera a la que vivían, la que no terminaba de gustarles, (algo muy generalizado aunque no seas surrealista). No encuentro mejores surrealistas que Los hermanos Marx, cuyo lenguaje único tenía su ritmo y cadencia, aún dentro de la anarquía. Los relatos de Tiempo de descuento querrían ser surrealistas, se atreven a rozar a menudo esa frontera, pero como sucede con las ansias de sus protagonistas, les falta algo. El viaje para llegar allí les exige demasiados sacrificios y renuncias. La realidad aunque distorsionada, termina por imponerse. Recuerdo ahora una escena maravillosa de Midnight in Paris en que el personaje de Owen Wilson cuenta sus dudas amorosas (y surrealistas) a Dalí, Man Ray y Picasso, los cuales le alientan a seguir en una relación con alguien que no es de su época, a lo que él les responde algo así como Para ustedes es muy fácil porque son surrealistas.
Dentro del estupendo nivel de Tiempo de descuento destaco, entre otros, «Érase una vez en Woodstock 94», un prodigio de ritmo y uno de los mejor acabados formalmente, ¿cómo llegaste a él y cómo fue el proceso de escritura?
Empezó como un juego, el desafío de hablar de un Woodstock menor, no el mítico de 1969 del que todos hemos oído hablar. Este Woodstock 94 atrajo a su vera a lo mejor de su tiempo (musicalmente), y fue de algún modo epitafio de la corriente musical entonces en boga, el grunge. Pero todas estas reflexiones y bastantes más, como a menudo me pasa, fueron abandonadas cuando la historia me llevó por otro lado. Quise recorrer un país que no he pisado (cosa que me pasa a menudo), y hacer una mini guía turística de él. Y como suele pasarme desde que escribo relato ultracorto, desde la tercera página comenzaron a sonarme señales de alarma, indicándome que me estaba pasando de largo y entrando en mi propio tiempo de descuento. En este terreno no funcionaba la cortadora pulidora que llevo siempre conmigo, pues el texto necesitaba respirar y para ello solo cabía extensión y campo libre.
Aparqué pues la idea y volví a ella un tiempo después, con otro enfoque. Quise rellenarlo con cierto suspense que no era tal, y como suele suceder en esta antología, con un popurrí de sentimientos y anécdotas cocinadas a fuego lento. Una vez que vi que podía sostenerse aquello medio bien, intenté terminarlo de la manera más inverosímil. En su origen, cubría también los tres días que duró el festival, pero en mi lógica era razonable que una historia sobre música no hablara de música
Otro rasgo de tu narrativa tiene que ver con la identidad, personalidades escindidas, reflejos, temperamentos múltiples que parecen evolucionar hacia contrarios, ¿cómo trabajas la psicología de tus personajes?
Casi como si habláramos de cuerpos estelares que se acercan y se alejan en su recorrido natural por el espacio. Alfred Hitchcock hablaba de que al planificar el rodaje de La trama (Family Plot, 1976), veía a las dos parejas protagonistas como líneas aparentemente paralelas que, a lo largo de la película, iban acercándose y separándose, y entendía que aquello alimentaría adecuadamente a la intriga que ya de por sí planteaba la historia. No me interesan los personajes planos, no hay trabajo en ellos. Ni vida. Soy empático por naturaleza, necesito ponerme en el lugar del otro, en como pensaría o actuaría. Cuando dedicas el tiempo adecuado a un personaje y después lo ves funcionando, resuena bien en ti y no chirría. Puedes soltarlo de tu mano sin miedo porque ya puede caminar solo.
Tiempo de descuento tiene un trasfondo social e incluso político, los personajes que deambulan no parecen felices, pero desean serlo, ¿tiene que ver con un diagnóstico de este presente desencantado que parece haber cancelado la idea misma de futuro, de porvenir?
Tiene que ver y mucho incluso antes de este periodo cancelado, como muy bien dices, en el que hemos vivido y aún permanecemos hasta que a alguien se le ocurra sacarnos o convencernos de que no estamos tan mal en él. La duda existencial que nos persigue generación tras generación, y que consiste en como elegir bien para no equivocarnos y ser felices, en estos relatos es como un clamor, pues realmente se nos ha convencido que la felicidad está a nuestro alcance, pero también de que el mundo está construido para que llegar a ella solo esté al alcance de unos pocos. El optimismo o al menos la ilusión en una tecnología que nos hiciera la vida fácil ha degenerado en una frustración, un Ah, entonces era esto. Los viajes exteriores, la exploración, la aventura, se han quedado atascados en la casilla 1, en un continuo viaje interior hedonista. Al mismo tiempo y conforme vivimos más años tenemos la sensación acusada de que el tiempo se acorta, o se escapa como si fuera el gas de un globito, y que solo una buena elección o golpe en la mesa nos permitirá arreglarlo todo, y hacer que la cosa funcione.
La oportunidad que nos ofrece nuestra breve estancia en este planeta se convierte en una presión, en la que somos continuamente evaluados sin que nadie se digne en persona a entregarnos las calificaciones (el social network no ayuda precisamente a ello). Hay demasiada información, demasiado ruido de fondo para aventurar el futuro, y por tanto éste se nos presenta incierto (siempre lo ha sido) o cuando menos poco elaborado. En estas condiciones sacar el mejor aprendizaje de nuestro viaje resulta algo muy laborioso para preguntarnos por ello. La recurrencia en el no futuro nos hace esforzarnos menos en el legado que querríamos dejar. En suma, tenemos demasiado miedo a lo que viene, igual porque nos enseñan diariamente a tenerlo.
Y la broma final es que aún con todo esto, pienso que como sociedad somos irreductiblemente optimistas. Aunque mi intuición falla más que una escopeta de feria, estoy convencido que esto es lo único que nos puede salvar.
En esa misma línea, algunos cuentos de Tiempos de descuento transcurren en escenarios extraterrestres, en planetas que sin embargo guardan una inquietante semejanza con el nuestro, ¿qué posibilidades te ofrece la ciencia ficción a la hora de contar tus historias íntimas y comprometidas?
La ciencia ficción ofrece infinitas posibilidades para moverse, pero mis conocimientos no me permiten abordar una exploración demasiado técnica o hard, así que me ciño a lo de siempre y me quedo en la esfera social y afectiva. Me interesa hablar de este mundo a través de otros porque me gusta la ironía de un universo lleno de expectativas, pero habitado por la misma gente corriente y moliente que poblamos el nuestro, con sus mismas ilusiones y dudas. Pero sobre todo, porque creo que la metáfora se digiere y comprende con mucha más facilidad que otra explicación más directa y aburrida.
Para terminar, ¿cuáles son tus próximos proyectos?
Lo primero es darte las gracias por esta entrevista, y el segundo leer más porque apenas lo hago, y es un error imperdonable para cualquier persona que tenga en mente crear historias. A nivel literario he escrito una cosa diferente, una novela histórica que junta casi todas mis filias: El cambio de un mundo viejo a uno nuevo, Estambul, situaciones límite, personajes que querrían vivir en otro tiempo y estar en otra parte, y diálogos sesudos y kafkianos que transcurren 500 años antes de que Kafka existiera. Aparte de esta novela, me sobrevuela la idea de juntar en libro las entrevistas inventadas que suelo publicar en El Hype. Pero todo se andará.
Hermosos: segundos de descuento.
Malditas: cancelaciones del futuro.
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