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Entrevistas

Chris Frantz: “Me empezaron a salir canas cuando trabajé con Happy Mondays”

En Música, Entrevistas martes, 16 de marzo de 2021

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Chris Frantz (Fort Campbell, Kentucky, 1951) formó lo que serían Talking Heads junto a Tina Weymouth —quien pronto sería su esposa— en 1974, un cuarteto que se completó con la incorporación del vocalista David Byrne y el guitarrista Jerry Harrison. Frantz tocaba la batería, Weymouth el bajo.

Asentada en Nueva York, la banda se convertiría en uno de los mejores grupos del planeta, pieza esencial de la vanguardia neoyorquina del momento, grupo superventas unos años más tarde, una vez los ecos del punk y la new wave se fueron apagando. Tom Tom Club fue el proyecto que montó a principios de los ochenta con su mujer. “Wordy Rappinghood” fue su gran éxito, en 1981. Tras su experiencia grabando en los estudios Compass Point, en Nassau (Bahamas), entre ellos el legendario Remain In Light (1980), la isla fue su segunda residencia, desde donde también trabajaron más tarde produciendo a otros artistas, como los Happy Mondays de principios de los noventa.

Todo esto lo cuenta mucho mejor, y con más detalle, desde su juventud en la escuela de Arte de Rhode Island hasta las complicadas relaciones de grupo con un David Byrne que no sale precisamente bien parado, el propio Chris Frantz en Amor Crónico (Libros del Kultrum, 2021), un estupendo libro de memorias de más de 500 páginas, que es la excusa perfecta para charlar con él, vía zoom, durante una entretenidísima media hora. Nos avanza, por cierto, que su mujer también está empezando a trabajar en el suyo.

¿Por qué decidiste escribir estas memorias y cuánto tiempo te llevó?

Hace diez años que lo tenía en mente, pero lo fui posponiendo. Hace un par de años me decidí, porque no voy a volverme más joven, ¿sabes? Y mientras mi memoria funcione, prefiero aprovechar. Pasé 18 meses trabajando en él. Tuve suerte de estar en un grupo lo suficientemente famoso como para que conseguir un contrato editorial no fuera un problema. Me alegro mucho de que se haya editado en España.

Tu memoria resulta pasmosa a veces. ¿Cómo mantienes un recuerdo tan exacto de la vestimenta exacta que mucha gente de tu entorno llevaba puesta en tal o en cual noche de los años setenta u ochenta? ¿O es que tomabas notas?

Nunca he mantenido diarios ni notas personales. Tina (Weymouth) sí lo hizo. No exactamente diarios, pero sí cuadernos en los que apuntaba si tocábamos tal día en el Bataclan de París, que había sido un gran concierto, con sold out y tres bises… ese tipo de cosas, que me hicieron refrescar la memoria. Hay itinerarios de todas nuestras giras online, pero si alguna vez has estado en una banda, sabes que son cosas que están sujetas a cambios. Algunos bolos se cancelan, otros se suman. Las anotaciones de Tina son más fiables que algunos datos online. Aún así, tengo suerte de haber sido bendecido con una buena memoria. Toco madera. Porque algunos de mis amigos ya no la tienen (risas). Por ejemplo, el tipo que me presentó a David Byrne, que estaba haciendo un film estudiantil y necesitaba música para ilustrarlo, no se acuerda. Nos lo presentó en la cochera de la casa de Tina, donde ensayábamos a mitad de los setenta, porque en mi apartamento mis vecinos no soportaban el ruido que hacía con la batería. Y no se acuerda de nada de aquello. Creo que también mantengo el sentido de la orientación, que heredé de mi padre. Solo he estado dos veces en Barcelona, por ejemplo, pero puedo apañármelas para encontrar el camino del aeropuerto al hotel, y acordarme de dónde estaba el bar de tapas en el que comí la última vez. O acordarme de qué vestían las camareras (risas).

¿Te aconsejó alguien desde el punto de vista literario?

Quería que fuera muy coloquial, pero también me dejé aconsejar por Ian Hunter, de Mott the Hoople, que vive cerca de nosotros. Hace unos diez años estuvimos comiendo, le conté mi idea de escribir un libro. Me encantó el suyo, Diary of a Rock and Roll Star (1974): es corto, pero buenísimo, va sobre su primera gira norteamericana, en la que Queen fueron sus teloneros, la época de su gran éxito con “All The Young Dudes”. Lo único que te puedo decir es que escribas con tu voz propia, me dijo. Me pareció un buen consejo. Lo escribí en un estilo sencillo, como si estuviera hablándole a un amigo. Como ahora.

¿Tenías la impresión de que en Europa, sobre todo en la primera época de la banda, se valoraba más a Talking Heads que en vuestro propio país, como les pasaba también a Ramones?

Al principio, sin duda. La gira que hicimos en la primavera de 1977 por Europa y el Reino Unido, abriendo para Ramones, fue increíble. Es una pena que no fuéramos a España. Hicimos París, Bruselas, Amsterdam… en un momento en el que Talking Heads apenas podían conseguir un concierto más allá del río que cruza Nueva Jersey. Fue muy bonito. Creo que los europeos estaban más abiertos a escuchar música nueva, al menos en aquel momento. Aquí todo el mundo estaba con Elton John y The Eagles. Bueno, como ahora (risas). Hay cosas que nunca cambian.

Chris Frantz

Me gusta la forma en que describes el trabajo de algunos periodistas y vuestra relación con ellos. Y cómo plasmas la forma en que os definían. Julie Burchill decía que sonabais como Sam & Dave encerrados en un armario.

Eso fue muy divertido, porque nos encantan Sam & Dave. A mí, en particular, me encanta el soul sureño. La Stax… también la Motown o James Brown, pero todo lo de Stax me flipaba: Otis Redding, Booker T & The MGs y Sam & Dave. En lo que tenía razón Julie Burchill era en lo del dinero, porque no teníamos un duro (risas).

Sobrevuela todo el libro la idea de que Tina (Weymouth) y tú, aparte de ser los fundadores de la banda, formabais mucho más que una base rítmica. Como si vuestra aportación real al sonido y a los hallazgos de Talking Heads hubiera sido eclipsada por el carisma y la repercusión de David Byrne.

Creo que sí, y es una de las razones por las que quise escribir este libro. Y lo mismo por lo que respecta a Jerry Harrison, nuestro guitarrista. David (Byrne) es un fantástico intérprete, y un frontman carismático, emocionante de ver. Por eso fue la primera persona que tuvimos en la banda. Pero quería que la gente supiera, al leer este libro, que los Talking Heads fue una experiencia muy compartida. No solo una persona que tenía ideas. Los cuatro miembros las tenían. Y trabajamos muy duro para que nuestra música fuera lo más excitante posible. Espero que eso la gente lo entienda. No era un show de una sola persona. No quiero con esto quitarle ninguna importancia a David (Byrne), que por supuesto que la tuvo. Pero como la tuve yo, como Tina (Weymouth) o como Jerry (Harrison).

Está claro que David Byrne en el libro no sale precisamente bien parado. Un carácter difícil, poco empático y reacio a reconocer los méritos de los demás. ¿Sabes si lo ha leído? ¿Te importa?

Me encantaría que lo leyera. Y verlo por el ojo de una cerradura para saber su reacción (risas). Me ofrecí a enviarle una copia como adelanto, como cortesía. Pero su respuesta fue: No, no te preocupes, porque no lo voy a leer, porque si lo hiciera, cuando la gente me preguntara qué pienso sobre él, me vería obligado a contestar, y de esta forma me lo ahorro (risas). Así que, hasta donde yo sé, no lo ha leído. Aunque, ¿quién sabe?

¿Dirías que el aclamado Remain in Light (1980) fue el punto de inflexión de Talking Heads?

Sí, pero cada uno de los demás discos también lo era. A su modo. Remain in Light (1980) es el que muchos consideran la obra maestra de Talking Heads, algo con lo que puedo estar de acuerdo. Pero el inmediatamente anterior, Fear of Music (1979), fue también muy excitante, y tenía una canción, “I Zimbra”, que precedió todo lo que hicimos luego en Remain in Light (1980), marcó el camino. Creo que éramos diferentes a todas las demás bandas del momento, incluso ya con nuestro primer disco, 77 (1977). Tanto por letras como por sonido, no tenía nada que ver con lo que se escuchaba en la radio en EE.UU.

Chris Frantz

Cuentas muchas cosas sobre las giras en las que tuvisteis la oportunidad de viajar con Ramones, Blondie, The B-52’s o XTC. ¿Quién de todos os dejó más huella, ya fuera por lo musical o por lo personal?

Sí, también con U2, que fueron nuestros teloneros, o con Dire Straits, con quienes hicimos una gira completa por Reino Unido, antes incluso de que saliera su primer álbum. Todas muy distintas entre sí. Pero la que me impactó más fueron los Ramones. Eran como un proyecto de arte conceptual, de algún modo. Cuatro chicos de Queens que parecían idiotas pero eran brillantes en lo suyo. Y también los B-52’s. Porque forjamos una gran camaradería con ellos. Eran de Athens (Georgia), muy sureños en su forma de vestir y de hablar, pero tenían un concepto como de escuela de arte sobre lo que una banda debía ser. Al igual que nosotros. No copiaban a los Eagles ni a Elton John. Eran únicos.

Sorprende el sentido del humor que tenía Andy Partridge (XTC), quien tuvo que dejar de actuar en directo desde 1982.

XTC eran buenísimos, y Andy (Partridge) era un tipo muy divertido e inteligente. Solía cachondearse sin piedad de David (Byrne) cuando compartíamos furgoneta por Europa, con las ventanas empañadas porque era invierno. Bueno, vacilaba a todo el mundo, en realidad. Tenía un sentido del humor maravilloso, y un gran talento para escribir canciones. Es una pena que luego tuviera aquel pánico escénico tan agudo, que le llevó a dejar la carretera. Y que creo que nunca se le ha ido.

He de confesar que, leyendo el libro, estaba continuamente esperando que algo muy negativo y muy gordo fuera a ocurrir, porque durante toda la narración no dejas de recalcar lo afortunado que te sientes. Como en esas películas en las que todo parece perfecto, hasta que algo se tuerce e irrumpe la desgracia. Pero no ha sido así. Por suerte.

Soy un tipo con suerte, en muchos sentidos. Tuvimos algunos momentos complicados, algunos enfados, que puede que salgan a la luz en el libro que Tina (Weymouth) está empezando a escribir y va a publicar (risas)… yo soy una persona optimista por naturaleza, me gusta acentuar lo positivo, como decía Cole Porter. Lo último que querría con este libro es atizarle al cantante, ni expresar mi insatisfacción con el mundo. El mundo ya tiene suficientes problemas, particularmente en estos tiempos de pandemia, como para venir yo con los míos. Mi vida siempre ha logrado escapar a muchos de los problemas que tiene la gente, y me siento agradecido por ello. Espero que esto conteste tu pregunta.

Sí, por supuesto. Por cierto, ¿cómo se las ingenia uno para llevar más de cuarenta años trabajando con tu pareja y esposa, y seguir con la misma ilusión del primer día?

Creo que no debería darle consejos a ningún español sobre lo que debe ser el amor (risas). Pero diría que el secreto es no solo ser capaz de dar amor, sino también aceptarlo y reconocer las cualidades de tu pareja, y hacerlo cada día. Decirle ¡oh, estás guapísima hoy!. Ese tipo de detalles. Y conservar el sentido del humor. Si eres capaz de hacer reír a tu marido o a tu mujer, te van a amar por ello.

Chris Frantz

Chris Frantz y Tina Weymouth, el Tom Tom Club.

Me ha hecho mucha gracia que critiques que alguien escoja “Heaven” para que suene el día de su boda (no recuerdo ahora si fue la de David Byrne) porque su letra no te parece muy adecuada para ese día, y al mismo tiempo recuerdes que el Rumours (1977) de Fleetwood Mac, posiblemente el disco de ruptura sentimental más popular en el mundo, sonó entero durante la celebración de la vuestra. ¿Cómo se come eso?

Bueno, nuestra boda fue muy sencilla. En una taberna en el campo. No teníamos más que un tocadiscos, y aquel disco de Fleetwood Mac era, en apariencia, lo más inocuo que podíamos pinchar. A todo el mundo le gustaba. A los adultos, a los niños… nadie se iba a ofender. Por eso lo pusimos. Era junio de 1977. Pero sí, es irónico porque es un disco de ruptura, totalmente (risas).

Como productor, ¿fue vuestro trabajo con Happy Mondays en las Bahamas, grabando su Yes, Please! (1992), la peor experiencia que has tenido? Fue el disco que llevó a la bancarrota a Factory.

Fue muy difícil. Me empezaron a salir canas cuando trabajé con ellos. Nadie nos avisó de que tenían aquellos problemas con las drogas. Solo sabíamos que estaban en Factory, y nos encantaba todo lo que llevaba Tony Wilson. Pensamos que era un detalle por su parte el pedirnos que les produjéramos. Si lo hubiéramos sabido, nos lo hubiéramos pensado dos veces, desde luego. Solo sabíamos que eran de Manchester y habían tenido algunos éxitos. No teníamos ni idea de que fueran heroinómanos. Fue una locura. Desde el primer día. Dejamos de producir a otros músicos desde entonces. ¡No, gracias, se acabó, ya hemos tenido bastante!, decíamos (risas). Se supone que un productor tiene que asegurarse de que el material que se graba es de calidad, hacer la mejor grabación posible. Pero en la práctica, te toca solventar los problemas de toda la gente que está en el estudio, además de los tuyos propios. Los del batería, los del cantante… con los Happy Mondays fue un problema tras otro, hasta formar una montaña. Desgraciadamente, el disco no vendió mucho, pero te puedo decir que fue un milagro que de todo aquello llegara salir un disco.

¿Seguís pasando tiempo en las Bahamas?

Llevamos sin ir desde noviembre de 2019, a causa de la pandemia, casi un año y medio. Aún tenemos allí una casa, justo donde estaban los estudios Compass Point. Nos encanta ir. De hecho, estamos haciendo que refuercen los cristales antes de que llegue el próximo huracán, y así evitar que los cocos salgan volando y nos destrocen las ventanas.

¿Escuchas mucha música actual?

Sí. Escucho mucha música dub antigua, Lee Scratch Perry y cosas así, es lo que más me gusta. De lo nuevo, me gustan Khruangbin, Xeno & Oaklander, que es el grupo del marido de mi hija, un dúo analógico que toca sintetizadores antiguos, muy vanguardista, y Plastic Ivy, que es amiga nuestra, una transexual con canciones muy sinceras, nada comerciales.

Por cierto, nunca tocaste en España con Talking Heads, pero sí con Tom Tom Club, ¿no?

Nunca con Talking Heads, y es una pena. Y una vez con Tom Tom Club, hace unos ocho años en el Festival de Benicàssim (N. del R: fue en 2009, hace ya doce, algún mínimo defecto tenía que tener la prodigiosa memoria del señor Frantz). Nos tuvimos que ir antes de tiempo del escenario porque la banda que iba después de nosotros, Kings of Leon, no quería actuar: había un incendio cerca del recinto, mucho humo y un vendaval, con la torre de sonido moviéndose de forma peligrosa. Nosotros sí quisimos tocar, pese a todo. Hasta que nos dijeron que teníamos que dejarlo porque el viento era demasiado fuerte. Ahí acabó nuestra única experiencia tocando en España.

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