Hablar de The River es difícil porque es el disco del periodo clásico de Bruce Springsteen que menos literatura tiene, no es el nuevo Dylan de The Wild, The Innocent & The E Street Shuffle, no es el todo o nada de Born to Run, ni el hombre contra el sistema de Darkness on the Edge of Town, no es la reconversión acústica de Nebraska, ni el glorioso retorno al rock de Born In The USA. Es, sencillamente, un gran disco, en medio del periodo más brillante y creativo de la carrera del Jefe.
Baste escuchar los múltiples descartes de la maravillosa reedición del disco, The Ties That Bind: The River Collection, para comprobar como a Springsteen se le caían de las manos las grandes canciones, The River fue un disco doble, pero pudo haber sido un triple y, si me apuran, un cuádruple. Otra de las cosas que nos dejaba este disco, ya presente en la versión que salió al mercado un 17 de octubre de 1980, pero mucho más claro en muchos de los descartes de la versión expandida, es que este amante del rock y el soul clásico había abierto bien sus orejas al punk y la Nueva Ola, haciendo que grupos como los Clash o los Ramones, más solistas, como Elvis Costello o Graham Parker, aparecieran entre sus nuevas influencias.
Tanto es así que la canción más conocida del disco, y el mayor éxito comercial de su carrera, fue una canción que Springsteen escribió para los de Joey Ramone tras pasar una noche con ellos en la que el cantante de la banda neoyorquina le pidió que les escribiera una canción. Se trataba de Hungry Heart y su amigo (y productor) Jon Landau fue el que le convenció, con acierto, de que se quedara con la canción.
Esta fue una de las canciones en ese estilo New Wave que se incluyeron en el disco, pero para desconsuelo de Steve Van Zandt, fueron muchas más las que se quedaron fuera. Y es que Springsteen vivía una absoluta explosión creativa y las canciones le salían con una facilidad asombrosa, sobre todo muchas píldoras power pop de tres minutos, canciones que podrían haberse convertido en éxitos, pero que ni siquiera llegaron a aparecer en el disco, estamos hablando de canciones como Be True, Roulette o la maravillosa Where the Bands Are.
Steve Van Zandt era el más favorable a este acercamiento a la espontaneidad del punk, a la frescura del jangle y a los estribillos luminosos, pero, por otra parte, Springsteen también estaba sumergiéndose cada vez más en la música folk y country, con artistas como Hank Williams, Woody Guthrie o Johnny Cash a la cabeza, y quería reflejar esas historias adultas ahora que había rebasado la barrera de los 30.
Las dos partes parecían contrapuestas, pero las canciones seguían fluyendo con facilidad y para agosto de 1979 Springsteen ya tenía preparada una primera versión del disco, con diez canciones, que se iba a llamar The Ties That Bind, allí ya estaba la canción titular y sus ecos de los Byrds, la perfección pop de Hungry Heart o la fuerza de Loose Ends, pero también ya aparecían The River o Stolen Car, canciones que le llevaban hacia otra parte, más melancólica y con más aristas, más adulta en definitiva. Cuando todo parecía encaminado hacia un lanzamiento para las Navidades de 1979, Springsteen reculó y pensó que el disco no tenía la suficiente fuerza, que no era lo suficientemente amplio.
Según el artista Las canciones carecían del tipo de unidad e intensidad conceptual que me gustaba que tuviera mi música, y es que para Springsteen un disco no era una simple colección de canciones, sino un ente con vida propia, como una novela o una película, una obra de arte con dos partes, un principio y un final. Y Springsteen tenía el principio pero estaba convencido de que le faltaba un final.
Así que volvió al estudio con la E Street Band y siguió grabando canciones, en diciembre del 79 se publicó el London Calling de los Clash y Springsteen supo que su disco también sería doble, algo capaz de contener su desbordante creatividad, lo que le llevó a grabar 50 canciones para este disco.
En las segundas sesiones llegaron las canciones que, según su propio autor, le iban a dar el corazón al disco, siguiendo la senda de la propia The River. Así primero apareció Stolen Car, grabada en enero del 80, una canción sobre un personaje parecido al de “The River” (una canción que Springsteen escribió pensando en su cuñado y su hermana), alguien que se casa joven y que se encuentra a sí mismo solo y sin esperanza, terminando por robar coches con la esperanza de ser detenido y poder probarse que todavía existe.
En febrero llegó Independence Day, una canción sobre la mala relación de Springsteen con su propio padre, en la que entrega una de sus mejores interpretaciones vocales, por último, la última que canción que se grabó, en abril de 1980, fue Wreck On The Highway, la canción con la que encontró el anhelado final. Un hombre contempla un accidente de tráfico con muertos y ya no puede quitarse la idea de la muerte de la cabeza. La idea, y el título de la canción, provenían de una vieja canción de uno de los padres de la música country, Roy Acuff.
Aquí ya no cabe el final feliz, o la esperanza de tener uno, de Born to Run, los desheredados de Springsteen ya no pueden soñar ni en la carretera como liberación. El artista nos deja pensando en la muerte como el protagonista de Wreck On The Highway, The River terminaba señalando claramente en dirección a Nebraska, una desolada mirada en blanco y negro que le convertiría en el Woody Guthrie de la presidencia de Reagan.
Lo que había comenzado como la gran fiesta de nuestra juventud se dirigía a los claroscuros de la vida adulta. El viaje que comienza por todo lo alto con la imparable The Ties That Bind, la juguetona Sherry Darling o esa canción punk pasada por el Muro de Sonido de Spector que es Two Hearts, termina con el corazón roto de Drive All Night y las penumbras del alma de Wreck On The Highway.
Springsteen decidió meter en el único disco doble de su carrera todo lo que había llevado hasta allí, sus influencias roqueras y rockabilly, sus coqueteos con la Nueva Ola y su entrada en la madurez. Todo ello hace de The River el disco menos cohesionado de su etapa clásica, pero también el más interesante y el que más caras capta, marcando el camino para discos como el mencionado Nebraska, pero también para otros como Tunnel of Love. Es un disco que fluye entre las fiestas de fraternidad y la solemnidad del luto.
El disco se publicó finalmente un 17 de octubre y fue el primer disco del artista que subió a lo más alto de las listas estadounidenses. Cuatro días más tarde que el disco, aparecía Hungry Heart como sencillo, convirtiéndose en el primero del artista en alcanzar el Top Ten. Es la canción más pop de su carrera, con Flo & Eddie, los mismos que hacían coros en los grandes sencillos de T. Rex, acompañándole en las voces y la voz del propio Springsteen acelerada un poco en el estudio para lograr un registro más alto.
Springsteen se salió con la suya y el disco fluía como un río dividido en dos partes, una primera, el primer disco, mucho más cercana al espíritu gamberro de una fiesta universitaria y una segunda, anunciada con la canción titular en la que los personajes crecen y la música se hace más solemne y sombría, a medida que llegan las primeras despedidas a los amores adolescentes y también las primeras muertes de familiares y amigos.
En eso, The River es un disco a la vieja usanza, con dos caras, el yin y el yang, un principio y un final, aunque fuera a costa de comenzar a vislumbrar la oscuridad dentro del corazón de América que se exploraría en su siguiente disco.
Pero, sin querer enmendarle el trabajo a Springsteen, he decidido utilizar el excelente material que se grabó para este disco para soñar con los posibles discos que podría haber dado. Tres afluentes del principal con diversas caras, comenzando con uno que enseñase la cara más vibrante y pop del artista, la más desenfadada, con influencias de la Nueva Ola, del punk y del power pop, y hacer el disco que le hubiera gustado a Steve Van Zandt. A este disco, que también me sale doble, lo he titulado Where The Bands Are y es el disco perfecto para descubrir a un artesano de píldoras pop a semejanza de un Costello o un Nick Lowe de la época:
Cara A
The Ties That Bind
Where The Bands Are
Living On The Edge Of The World
Roulette
Two Hearts
Cara B
Hungry Heart
Be True
Crush On You
Whitetown
Party Lights
Held Up With A Gun
Cara C
Out In The Street
Loose Ends
I Wanna Be With You
Meet In Me In The City
Dollhouse
Jackson Cage
Cara D
Ricky Wants A Man Of Her Own
Cindy
Take ‘Em as They Come
Sherry Darling
Little White Lights
El segundo disco que me sale es el del amante de Elvis y Roy Orbison, el del artista que cerraba sus conciertos con el Detroit Medley y se desgañitaba cantando Jenny, Jenny, es el disco en el que se puede ver su amor por el rock de los 50, reinterpretado a su manera con la E Street Band. El título no podría ser otro que I’m a Rocker y su disposición sería así:
Cara A
I’m a Rocker
Cadillac Ranch
From Small Things (Big Things One Day Come)
Mary Lou
The Time That Never Was
Paradise By The C
Cara B
Ramrod
Pink Cadillac (Grabada para Born In The USA, pero perfecta para este disco)
The Man Who Got Away
Restless Nights
Chain Lightning
You Can Look (But You Better Not Touch)
Por último tendríamos el disco que nos llevaría directamente a la desesperanza de Nebraska, podría verse como una especie de Nebraska si finalmente lo hubiera decidido grabar con la E Street Band, en vez de dejarlo al desnudo, con su acústica y su armónica. Este disco se llamaría, como no podría ser de otra forma, The River to Nebraska:
Cara A
The River
Independence Day
I Wanna Marry You
Point Blank
Stray Bullet
Cara B
Stolen Car
Fade Away
The Price You Pay
Drive All Night
Wreck on the Highway
Tres discos totalmente distintos que dan prueba que el río springstiniano tenía caudal más que suficiente para tres poderosos afluentes.
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