Que Charlie Kaufman es el guionista más interesante y original de nuestros tiempos poca gente lo puede poner en duda, ahí están Cómo ser John Malkovich, Adaptation, El ladrón de orquídeas u ¡Olvídate de mí! para probarlo. Que Kaufman ha tenido problemas para encontrar un público amplio también es evidente, desde que comenzara su carrera detrás de las cámaras, con la sobresaliente Synecdoche, New York, ha sufrido problemas para financiar sus proyectos.
Una pena porque Synecdoche, New York fue una de las películas más originales, interesantes y devastadoras de lo que llevamos de Siglo XXI y Anomalisa fue mucho más que una incursión experimental en el cine de animación, así que es una gran noticia ver que Netflix ha decidido apostar por él con este Estoy pensando en dejarlo, la adaptación de una novela de Ian Reid.
Lo primero que hay que decir es que, a pesar de ser una adaptación, esto es puro Charlie Kaufman, una película que parece sacada de su propia cabeza y que lleva su sello en cada plano, en cada línea de diálogo. Otra es que ha encontrado un reparto perfecto para sus personajes, Jesse Plemons, como Jake, parece la versión joven del malogrado Phillip Seymour Hoffman, es imposible no acordarse de él en esta película, mientras que Toni Collette y David Thewlis están tan bien que parece imposible que esta sea su primera película con Kaufman. Eso sí, el premio gordo se lo lleva la joven actriz Jessie Buckley, ya se llame Louisa, Lucy o Ames, siendo el personaje más humano de los que aquí aparecen (aunque sea con un gran asterisco, ya hablaré sobre ello más adelante).
La película parte de un argumento sencillo, una pareja joven, que lleva menos de dos meses juntos, va a hacer una visita a los padres de él. Es un viaje en coche en el que nos enteramos de que ella está pensando en dejarle —realmente en finalizar las cosas, si traducimos literalmente el título—, también aparecen planos intercalados de la misteriosa figura de un viejo bedel de instituto. Tras un larguísimo viaje en coche, casi veinte minutos de conversaciones y voces en off en el coche, con Kaufman situando la cámara en el exterior y Lukasz Zal creando una fotografía tan gélida como la nieve que está cayendo, llegamos a la casa de los padres y el tiempo deja de funcionar linealmente, con los personajes apareciendo más jóvenes o viejos sin aparente sentido.
Es su película más surrealista, en la que más claramente se ve la enorme influencia de David Lynch en su cine. Es, también, una película abierta a múltiples interpretaciones y por eso voy a pasar a contar la mía propia, desvelando partes del argumento en ello. Así que si no todavía no has visto la película y no quieres enterarte de cosas sobre la misma, es el momento de que dejes de leer.
A pesar de que, en un momento, Jake nos cuenta las cosas buenas que hay en él, es más en un momento le dice que a la chica que está bien cuando se fijan en las cosas buenas de uno, como cuando está cuidando a su madre enferma, pero parece como si él fuera incapaz de encontrar nada en sí mismo capaz de atraer no a esa chica idealizada, sino a cualquiera. Lo que te preguntas al comienzo, cuando todavía no ha llegado la parte más surrealista, no es por qué le quiere dejar, sino cómo es posible que hayan estado tanto tiempo juntos o, incluso, cómo es posible que esa relación haya empezado siquiera.
Luego te das cuenta de los detalles que te va dando, tanto en el texto como visuales, cuando están en casa de sus padres y el tiempo deja de funcionar correctamente —genial ese momento en el que nada más llegar la madre comienza a saludarles por la ventana durante mucho más tiempo del que parecería normal o el perro menea su cabeza por mucho más tiempo del habitual—, ella no siempre tiene el mismo nombre, ni la misma ocupación, ni siquiera el mismo estilo de vestir o de peinado y la historia de cómo se conocieron también varía, llegando a incluir el argumento de una comedia romántica inventada de Robert Zemeckis (de la que llegan a aparecer hasta los títulos de crédito).
Y luego está también el hecho de que ella aparece de niña en las fotos familiares, de que cuando hablan sobre Una mujer bajo la influencia ella cita textualmente la crítica de Pauline Kael de la que él tiene un libro en su habitación, de que ella pinta paisajes como los que él tiene en su sótano y ese momento fundamental en el que su madre, de más joven, le dice que tiene tomar más riesgos y bajar al sótano, donde supuestamente debería resolver la clave, ella no es más que el producto de la imaginación de Jake, o más bien otra parte de su mente, en este caso la que quiere permanecer viva.
Y es que, una vez averiguado el recurso narrativo, la película se puede ver desde otro ángulo, *SPOILER* el viejo bedel, que no es otro que Jake, ha decidido quitarse la vida, su mente intranquila repasa algunos de los momentos claves de su vida, en especial, la chica a la que conoció durante el concurso de Trivial y a la que fue incapaz de pedir el teléfono. La ha idealizado a lo largo de los años y la ha convertido en una especie de mezcla de todas las cosas que le gustan, el cine, la poesía, la pintura o la física.
Jake tenía curiosidad intelectual, podría haber sido un pintor, a pesar de que su padre fuera incapaz de comprenderle, podría haber sido un poeta, a pesar de que es incapaz de recordar uno y recita un poema de la poeta canadiense Eva H.D.; podría haber sido un científico, podría haber sido un crítico de cine, pero terminó siendo el bedel de un instituto, allí se aficionó a los musicales desde la distancia, vio a varias vidas pasar pero no actúo, no vivió, fue un mueble más del decorado.
Siendo como es un pesimista, cuando piensa en la relación ya la piensa condenada, con la chica debatiendo desde el primer momento si dejarle, pero si cogemos ese “estoy pensando en terminar las cosas” y lo ponemos en la situación de un hombre que ha tomado la decisión de quitarse la vida, la cosa toma otro significado. Durante toda la película ella se mantiene firme en su decisión de querer volver a casa esa noche después de la velada con sus padres. En sus conversaciones es la que defiende que todos los seres vivos se agarran a la vida, hasta los terroristas suicidas, argumenta, lo hacen para que sobreviva su comunidad, cuando van a por el helado es a ella a la que la camarera advierte que no tiene por qué seguir adelante. También es ella la que no quiere ir al instituto, sabiendo en el fondo lo que va a pasar allí. Es, en definitiva, la parte que lucha por vivir, que todavía no se ha rendido.
Para expresar todo esto Kaufman vuelve a utilizar la metaficción, tomando prestados muchos elementos del cine de terror, la casa apartada de todo, el aterrador sótano al que es mejor no ir, la tormenta de nieve, los largos pasillos del instituto, juega a presentarnos a Jake como posible asesino. Pero, como siempre, subvierte los géneros e introduce elementos de comedia romántica o musical, como el maravilloso número final en el instituto.
Pero el principal problema de esta notable película es el tono, cuando escribí sobre la anterior película de Kaufman, la infravalorada Anomalisa, decía que la amargura parece crecer en él según pasan los años, pero que seguía teniendo esperanzas en el ser humano. En cambio, en Estoy pensando en dejarlo, parece como si esa esperanza se hubiera evaporado, Kaufman nos presenta una película en la que un personaje ve su vida como si fuera un cerdo al que los gusanos se han ido comiendo vivo, sin hacer nada al respecto y en el que el personaje más interesante (y humano) que aparece no es realidad, sino invención.
Estoy pensando en dejarlo vuelve a dejarnos claro que Charlie Kaufman no nos va a dar ningún final feliz, ni ninguna respuesta fácil a nuestras preocupaciones, es amarga y desesperada. El problema de Kaufman es que ha abandonado cualquier atisbo de esperanza, de encontrarle un sentido a la vida. Pero sería bueno recordarse que sí, todos no hacemos viejos y morimos, eso es un hecho, pero no es lo mismo morir solo congelado en tu propio coche recordando una vida que no llegaste a vivir que hacerlo después de, por lo menos, haberlo intentado.
Y es que Kaufman nos quiere hacer ver desde la particularidad lo universal, pero sus personajes cada vez están más encerrados en sí mismos, entiendo que Kaufman quiere evitar cualquier tipo de acción a propósito, no en vano estamos hablando de una película que ocurre dentro de la mente de un solo personaje. Jake dice al principio, me gustan los viajes en coche porque es bueno recordarse a uno mismo que el mundo es más grande que lo que hay dentro de la cabeza, pero la película parece cuestionarse claramente eso. Porque una cosa es que Kaufman no quiera ser Nolan, evitando cualquier tipo de acción o espectacularidad, y otra que su personaje nos tenga que parecer universal cuando no actúa, solo tiene vida interior. Es difícil conseguir la universalidad a través de un personaje tan específico.
Aun así, siendo una película difícil en la que Kaufman no da muchos asideros al espectador, creo que merece mucho la pena tomar este viaje por el brillante resplandor de una de las mentes más creativas, y amargas, de nuestro tiempo.
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