El universo puede estar contenido en un jardín. Los recuerdos se materializan en fotografías y se retroalimentan. Los materiales tienden a infinito en El otro día de Ignacio Agüero, una película con la que arranca este blog dedicado al cine artesanal.
La razón por la que existe este blog es porque creo que, de un tiempo a esta parte, puede hablarse de una diferente manera de entender el cine: una nueva cinemática. Lo que consideramos nuevo resulta siempre en cierta medida familiar. Algo que ha unido puntos del pasado para reconfigurarse como algo reciente. Observando en lo que va de siglo la aparición de propuestas cinematográficas independientes pienso que las tecnologías digitales han hecho que numerosos relatos ínfimos que se producían a cuenta gotas en celuloide, han llevado el tono íntimamente cinematográfico a una corriente de práctica notable. En La nueva cinemática hablaremos de estas manifestaciones: películas artesanales surgidas de la motivación individual de su autor por el simple hecho de que existan. No busquemos una intención lucrativa ni profesional, sólo la expresión espontánea que encontramos también en el poema escrito en una servilleta.
La película que abre este blog es un paradigma de esta manera de proceder. El otro día (2013) de Ignacio Agüero reafirma la vieja idea de que es un veterano el mejor practiquero cuando se trata del uso de nuevas tecnologías. Tras rodar el trasiego de un iceberg a lo ancho de un océano en Sueños de hielo, un primer encuentro entre la infancia y el cine en 100 niños esperando un tren, o un ecosistema doméstico acechado en Aquí se construye, el cineasta que empezara sus pasos como ayudante en Memorias del subdesarrollo ha encontrado una línea de trabajo que se traza como un hilo rojo entre su propia casa y el exterior.
Una imagen puede expandirse hasta conformar una película, igual que un beso en una fotografía puede significar el alumbramiento de una familia. El universo puede estar contenido en un jardín y cada elemento fuera y dentro puede tener el mismo peso. Un recuerdo de infancia se muestra tan fugaz que puede ser interrumpido por la presencia de un gato al acecho de un pájaro sobre una rama. Un dispositivo íntimo y estimulante que pone en marcha el director chileno más japonista de su generación en El otro día. Una obra que lleva lo cotidiano y lo anecdótico a una forma que se eleva de lo efímero por el simple hecho de haber sido rodado.
Puedes ver el trailer de El otro día aquí.
Puedes ver al autor hablando de su obra aquí.
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