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Topografiando océanos: el álbum hinduista de Yes

En Música, Move your soul jueves, 29 de agosto de 2019

Óscar Carrera

Óscar Carrera

PERFIL

¿La causa? Una nota al pie, oculta en una de las páginas amarilleadas de un bestseller de la Nueva Era. ¿El efecto? Una de las empresas musicales más ambiciosas que ha conocido este planeta en el que usted y yo habitamos. Acompáñenos para descubrir una de las consecuencias más imprevistas de la fascinación setentera por todo lo oriental.

La nota en cuestión, al capítulo 10 de la Autobiografía de un yogui del indio Paramahansa Yogananda (primera ed., 1946), esquematiza cuatro corpus de la literatura sagrada hindú, a los que agrupa bajo el nombre genérico (aunque engañoso) de shastras. La copiamos en su integridad:

Relativo a los shastras, literalmente, “libros sagrados”, que comprenden cuatro clases de escrituras: los shruti, smriti, purana y tantra. Estos tratados exhaustivos cubren cada aspecto de la vida religiosa y social, y los campos de la ley, medicina, arquitectura, arte, etc. Los shrutis son las escrituras “directamente oídas” o “reveladas”, los Vedas. Los smritis o el saber “recordado” fueron puestos por escrito finalmente en un pasado remoto como los poemas épicos más largos del mundo, el Mahabharata y el Ramayana. Los puranas son literalmente alegorías “antiguas”; tantras literalmente quiere decir “ritos” o “rituales”; estos tratados encierran profundas verdades bajo un velo de detallado simbolismo.

Podemos convenir en que es una nota evocadora, que siembra pistas para profundizar en el conocimiento de una antigua y venerable sabiduría. Ahora bien, ¿podía haber algo en este listado de términos sánscritos que justificara el disco más ambicioso de todos los tiempos?

Retrato cósmico de Paramahansa Yogananda. Yes

Retrato cósmico de Paramahansa Yogananda.

Autobiografía de un yogui alcanzó gran popularidad entre los lectores de la Era de Acuario, a quienes introdujo en la tradición yóguica de la India, o a la versión de ésta, convenientemente modernizada, que ofrecía la Self-Realization Fellowship fundada por Yogananda. El libro había sido recomendado a Jon Anderson, vocalista de Yes, por el batería de King Crimson Jamie Muir, durante una celebración por la boda del ex-batería de Yes, Bill Bruford, en el piso de éste.

Corría el 2 de marzo de 1973. Anderson pasó buena parte de la velada conversando con Muir acerca de temas que despertaban vivamente su interés, como el yoga o la meditación con música. Más tarde se declaró impresionado por el nivel de realización espiritual de su interlocutor: Sentía que tenía que aprender de él.

Jon no olvidó conseguir su ejemplar del libro, o bien (la historia no nos lo revela) lo recibió de manos del propio Muir. Una semana más tarde, Yes puso rumbo a Tokio para proseguir la gira de promoción del disco Close to the Edge (julio de 1972-abril de 1973), de la que se habían dado un merecido descanso a mediados del diciembre anterior.

Anderson viajaba con su Autobiografía de un yogui bajo el brazo. Los compromisos sociales, profesionales y familiares durante estos días de asueto le habían impedido hincarle el diente, pero la soledad de la gira que se avecinaba, de casi dos meses, le depararía tiempo de sobra.

La principal preocupación de Jon Anderson por aquel entonces era la naturaleza de su próxima obra. Se había estado devanando los sesos todo este tiempo, tratando de concebir una temática, un estilo, una ambientación con que poder superarse. El disco que Yes se encontraba promocionando esos días, Close to the Edge (1972), estaba compuesto por tres largas canciones en las que el rock progresivo se reconoció por fin a sí mismo. Para muchos, hoy como en el momento de su lanzamiento, Close to the Edge no es solo el mejor disco del género, sino su disco arquetípico, aquel que se podría utilizar para medir la “progresividad” de cualquier otro. ¿Cómo arreglárselas para ir aún más allá?

Mahabharata ilustrado. Yes

Mahabharata ilustrado.

Anderson se instaló en su habitación de hotel tokiota y se zambulló en la novelesca autobiografía del sādhu Yogananda. No tuvo que buscar mucho. Antes de haber leído un cuarto de sus páginas descubrió aquella notita escondida sobre los shastras, que le llamaba a través del tiempo y el espacio. De repente lo vio claro: había que componer una obra sobre aquellos cuatro apartados de una antigua literatura sagrada: SHRUTI, SMRTI, PURANA, TANTRA. Una obra épica de cuatro partes construida alrededor de los temas de cuatro partes sobre los que estaba leyendo.

Que le impresionase tanto la escueta descripción prueba que no tenía familiaridad previa con esos términos, pero el eco misterioso de aquellas palabras sánscritas, sumado a la fatiga y el cansancio del viaje, al estrés acumulado por el bloqueo creativo —y quizás a los últimos efectos de la tarta de marihuana que las traviesas novias y esposas de la banda habían servido en el avión desde Alaska, sin avisar de su contenido— pusieron al místico Anderson a levitar a varios palmos del suelo.

https://www.youtube.com/watch?v=GNkWac-Nm0A

El tour prosiguió por Australia y los Estados Unidos. Anderson estaba cada vez más convencido de su planteamiento, y no desaprovechaba momento de ocio para perfilarlo. No sabemos si llegó a terminar el libro, pues no había tiempo que perder: convenció de su proyecto al guitarrista Steve Howe, y empezaron a escribir material entre concierto y concierto, en habitaciones de hotel iluminadas con ambientales juegos de velas.

Una sesión “mágica” de seis horas en Savannah, Georgia, les facilitó el esqueleto musical y lírico de las cuatro grandes partes, que conformarían una sola canción de 83 minutos. Anderson había pensado el título Tales from Tobergraphic Oceans, acuñando la palabra tobergraphic en base a las teorías del espacio del astrofísico Fred Hoyle, pero alguien le sugirió que se parecía a topographic y eso le sonó mejor.

Tales from Topographic Oceans, pues, comenzaba a calentar motores. A la vuelta del tour, ya en Londres, Yes se reunió para tocar en los estudios Manticore, pertenecientes al supergrupo más barroco del progresivo británico: Emerson, Lake & Palmer. Era todo un presagio de lo que iba a suceder. Cuando el nuevo material fue puesto en común, los demás miembros del grupo mostraron sus dudas acerca de unas lánguidas porciones que se asemejaban, en escasez de contenido, a la nota a pie de página que las inspiró. El teclista Rick Wakeman, en particular, se quejó por un planteamiento a su juicio excesivamente jazzístico y avant-garde.

https://www.youtube.com/watch?v=_rwNe2QXwrU

La grabación se caracterizó por discusiones interminables y tensiones a flor de piel. Anderson propuso grabar en una tienda de campaña en medio del bosque nocturno, con generadores eléctricos enterrados en el subsuelo. Get a life!, le increparon los otros, que ya lo conocían. Eddy Offord, productor e ingeniero de sonido, sugirió irse a la campiña, pero finalmente se quedaron en Londres para aprovechar la tecnología puntera de la que disponían en su estudio. Anderson, negándose a abandonar su fantasía rural, decoró el estudio con plantas, flores, macetas, animales de cartón y una vaca mecánica con ubres electrónicas. Todos los teclados y amplificadores, revelaría Wakeman, estaban colocados sobre pilas de heno.

Un buen día, Anderson se presentó en un obvio estado de enamoramiento hacia el sonido de su voz cuando cantaba en la ducha. Solicitó al ingeniero de sonido, Michael Tait, que construyera una caja cubierta de azulejos donde poder remedar aquellas domésticas resonancias. Tait respondió que no iba a funcionar, pero el cantante persistió en su última obsesión, solo para tener un tiesto más en el estudio del que se caían los azulejos con estruendo, estropeando las tomas en curso.

Jon Anderson. Yes

Jon Anderson.

Rick Wakeman no daba crédito a sus ojos, y menos a sus oídos, y se dedicaba a jugar a los dardos en el bar del estudio o a divertirse con los Black Sabbath, realizando una contribución en el álbum que estaban grabando entonces, que se cobró en cerveza. Hasta él, tan aficionado al surrealismo, se había cansado del rocambolesco espectáculo que cada día podía suceder en aquel estudio. A medio camino de la grabación, recuerda Offord, las vacas estaban cubiertas de grafiti y todas las plantas habían muerto. Eso de algún modo resume aquel álbum entero…

El ciclópeo Tales from Topographic Oceans vería la luz el 14 de diciembre de 1973, en el Reino Unido. La grabación había durado cinco meses. Solo el formato era excesivo: un álbum doble de una sola megacanción, dividida en cuatro tracks de veinte minutos de media. Creo, reflexionaría el productor Eddy Offord, que había un efecto psicológico de ‘Oh, estamos haciendo un álbum doble. ¡Ahora podemos hacer las cosas el doble de largas, el doble de aburridas, y estirarlas el doble!’ Largas sin duda lo eran: la toma más corta superaba los dieciocho minutos.

La primera parte, “The Revealing Science of God (Dance of the Dawn)” se inspiraba en lo revelado (shruti), “The Remembering (High the Memory)” en lo recordado (smriti), “The Ancient (Giants Under the Sun)” en lo antiguo (purana) y “Ritual (Nous Sommes du Soleil)” en lo ritual (tantra). Títulos aparte, no es fácil identificar otra referencia a las literaturas de la India; habla por sí mismo el hecho de que Anderson siempre haya reconocido, con exquisita honestidad, que el álbum no se inspira en la religión hindú, sino en aquella legendaria nota a pie de página.

Yes, de gira por Australia en 1973.

Yes, de gira por Australia en 1973.

Sí se perciben referencias a la guerra de Vietnam o una serie de etimologías para la palabra ‘sol’, flotando en el tempestuoso océano de intransferibles reminiscencias místico-poéticas que caracteriza a las letras de Yes. Como compositores del material figuraban exclusivamente Anderson y Howe, aunque el batería Alan White realizó un número de contribuciones sin acreditar.

La portada, a cargo del infaltable Roger Dean, se volvió icónica de la noche a la mañana, pese a que prefiguraba la inestabilidad conceptual (y multiculturalista) del proyecto: aquí un monolito de Stonehenge, allí una línea de Nazca, más allá la pirámide de Chichén Itzá… Bajo ella se escondía la música más refinada y compleja que Yes había producido nunca, a la par que, durante largos ratos —que, a nuestro juicio, son mayoría— la más aburrida. Es como el sujetador con relleno de una mujer, zanjaría Wakeman, con su característica finura: La cubierta tiene buen aspecto pero cuando le quitas el recubrimiento no hay demasiado ahí dentro.

De cualquier modo, Tales from Topographic Oceans se mantuvo número uno durante dos semanas en las listas del Reino Unido, en parte debido al sólido prestigio del grupo. Es el disco progresivo que hemos escuchado una y otra vez y que, sin embargo, debido a su complejidad y su capital falta de coherencia, somos incapaces de recomponer mentalmente en su totalidad, aunque esta melodía que restalla ahora o ese juego de voces que viene a continuación nos suenen tan familiares como los de nuestro álbum favorito.

Tales from Topographic Oceans. Yes

La icónica portada de Tales from Topographic Oceans sigue dando de sí.

Las críticas de los medios de la época fueron tan agridulces como lo merecía el producto. Discrepaban en cuánto había de genialidad y cuánto de muermo, pero todas admitían la existencia de ambos extremos. Era evidente que los gigantes del progresivo se habían mandado hacer un traje que incluso a ellos les quedaba grande. Tales from Topographic Oceans es la clásica gran obra fallida con intuiciones geniales desarrolladas insuficientemente, o desarrolladas demasiado, que viene a ser lo mismo, es sintomática de la desorientación creativa de una banda, y aun del agotamiento creativo del rock progresivo en su conjunto: la mayoría de sus pares pasarían, más tarde o más temprano, por una coyuntura semejante.

Pocos meses antes, por ejemplo, Jethro Tull había dado el primer paso en falso de su ascenso meteórico al publicar A Passion Play. Los paralelismos son significativos: en 1972, con Thick As a Brick, se habían atrevido, como Yes con su Close to the Edge, a producir un álbum de música grandilocuente dividida en unas pocas canciones larguísimas (en realidad una sola, pero la discográfica exigió una pausa que la dividió en dos).

"A passion play", Jehro Tull.

Jethro Tull, A Passion Play (1973).

Ahora, con el mismo espíritu, su líder Ian Anderson (el otro entrañable y enloquecido Anderson del rock progresivo) hablaba de una película proyectada sobre una trama absurdista y una música extrañamente ensamblada. Les disculpa el espíritu socarrón con el que se tomaron esta y todas sus otras producciones.

Aunque no todos los grupos estaban en la misma ola, podemos identificar un fenómeno semejante en Pink Floyd, cuyo Wish You Were Here (1975) comparte la voluntad unitaria de Close to the Edge mientras que el siguiente, Animals (1977), repite el mismo modelo, como el Tales, con idéntica languidez aunque peor fortuna.

Cuando llegó la hora de trasladar su nueva obra al directo, los chicos de Yes optaron por interpretar los 82 minutos íntegros antes de dar a un breve repaso a su material más conocido y celebrado. La mitad de la audiencia, recuerda Wakeman en sus memorias Grumpy Old Rockstar (2008), estaba en un éxtasis narcótico en algún planeta lejano, y la otra mitad estaban medio dormidos. Yes había podido incluso con su audiencia, típicamente intelectual, que, de nuevo en palabras de Wakeman, andaba siempre más cerca de lanzar al escenario manuales de sintetizador que bragas.

Aquella gira, que duró desde noviembre de 1973 hasta abril de 1974, empleó estructuras de plástico vidriado, efectos de hielo seco, un globo con la portada del álbum y una plataforma giratoria que dejó encerrado al batería Alan White durante uno de los shows, traspiés que inspiraría una conocida escena de la película This Is Spinal Tap (1984).

Wakeman no podía soportar semejante impostura, no porque le disgustara la pomposidad en sí (su carrera en solitario auspiciará espectáculos con dinosaurios hinchables o caballeros medievales patinando sobre hielo), sino por lo cansina que se le hacía la deriva mística y etérea de la banda, amén de su infatigable vegetarianismo y, por qué no, el acento ininteligible de Lancashire con el que se expresaba, incluso cantando, Jon Anderson.

Rick Wakeman era en muchos sentidos la oveja negra de Yes: carnívoro irredento, bebedor empedernido y conservador con carnet. En sus memorias describe una cena en un hotel donde, mientras los otros apechugaban con un menú de cebollinos, dos apios y una zanahoria, él se entretenía con un aromático pavo rodeado de patatas y salchichas envueltas en beicon. Los sufridos compañeros se dieron apresuradamente en desbandada en cuanto terminaron su esmirriada cena, para, después de un rato, regresar uno tras otro en secreto: De acuerdo, Rick, empezó Alan White. Estaba pensando… Sé que soy veggie y todo eso, pero para ser honesto sí que como algún trozo ocasional de carne blanca. ¿Alguna posibilidad de que pudiera probar un poco de pavo? Sólo el severo Steve Howe permaneció en su cuarto.

yes

Rick Wakeman, teclista carnívoro.

Pero la cena más famosa, la Última Cena de Yes, fue otra. En un concierto en el Free Trade Hall de Manchester, en noviembre de 1973, Rick Wakeman pidió a su técnico de teclado, que continuamente me pasaba mis bebidas alcohólicas, que hiciera un pedido a un restaurante indio, y, en el culmen del hastío, comenzó a devorarlo en pleno escenario mientras sus compañeros, atónitos por el fuerte olor de las especias, trataban de seguir con la canción.

Wakeman dejaría la banda poco después por diferencias artísticas, el mismo día en el que Journey to the Centre of the Earth, su segundo disco en solitario, llegaba al número uno en el Reino Unido. E hizo bien, porque, en Relayer (1974), Yes se sumergiría todavía más en el jazz, esta vez con más tino y hondura.

De un modo u otro, aquel modesto acto de sabotaje sirvió para rematar con un poco de la India real las pretensiones orientalistas que habían motivado todo aquello. El yogui y los puranas se transformaron en un odorífero vindaloo. Años después, el bueno de Rick todavía recordaba el menú de aquella noche en la que, simbólicamente, se cerró un ciclo cósmico:

 

Bombay aloo

Bombay aloo (papas a la bombaití) con parathas al fondo.

-1 chicken vindaloo

-1 rice pilau

-6 papadums

-1 bhindi bhaji

-1 Bombay aloo

-1 stuffed paratha

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