“¿A quién quieres más a papá o a mamá?” O lo que es lo mismo: “¿Paris o New York?”.
Tal vez algunos de vosotros tengáis resueltas estas fundamentales dudas desde la más tierna infancia, pero yo, quizá, sigo sin resolverlas. Así que os animo a no elegir, a cambiar la “o” por la “y”! (que es mucho más Hype!) y voy a volver a confundiros comparando y hablando de dos experiencias urbanas con tantas similitudes como diferencias aunque ambas muy estimulantes.
Hilando con el post anterior acerca de New York me gustaría hablaros del extraordinario nuevo proyecto neoyorquino de los arquitectos Dillier & Scofidio para recuperar la antigua línea aérea del Metro que cruza el Meatpacking district, un efervescente barrio donde está apareciendo gran parte de la mejor arquitectura reciente levantada en la Gran Manzana.
Se trata del High Line, un sugerente paseo urbano que satisfará, sin duda, a los caminantes más recalcitrantes y que enamorará a los urbanitas que disfrutarán haciendo kilómetros en la ciudad en un entorno como el de Manhattan.
Paris es sin duda más conservadora y esto se nota en su propuesta, aunque hay que reconocer que es anterior a la neoyorquina y sin duda referencia de ésta. Sólo esto ya es merecedor de atención pues es el primer ejemplo de reconversión urbana de este tipo. En Paris tenéis que localizar la Promenade Plantée (Paseo con plantas) o Coulée verte René-Dumont, que arranca a espaldas de la Opéra Bastille y que nos llevará hasta la Gare de Lyon.
La estructura del metro aéreo de New York es soberbia y apela a los años míticos de la ciudad americana y a su fe inquebrantable en el progreso (a los más cinéfilos os traerá a la memoria los extraordinarios decorados de West Side Story). Junto a la estructura de acero en sí misma, la calidad arquitectónica de los detalles y acabados, las vistas del río y el carácter fuertemente industrial del barrio terminarán, sin duda, por rendiros.
Frente a la musculatura de la estructura de acero de la opción americana la parisina es carne y tendones, historia y memoria, y ocupa también las bóvedas de ladrillo y piedra que soportaban las líneas férreas para albergar talleres de artistas y para alojar algunas de las tiendas más extravagantes de la capital francesa en lo que se conoce como el “Viaduc des Arts” (Viaducto de las Artes). En la parte superior la vegetación es más exuberante que en la versión neoyorquina y aunque en algunas ocasiones aún tira del cliché más rancio del (casi)siempre interesante paisajismo francés resulta un paseo urbano delicioso desde donde poder observar también y desde un punto de vista diferente el archiconocido Paris de Hausmann y sus fabulosas y burguesas avenidas.
Espero que disfrutéis de ambos paseos y os dejéis seducir por estas maravillosas ciudades y os digo que yo, como Josephine Baker… J’ai deux amours.
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