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Season for Change: la crisis medioambiental en danza

En Escenas lunes, 30 de julio de 2018

Sara Esteller

Sara Esteller

PERFIL

Es uno de los problemas más inquietantes del presente. Las consecuencias del cambio climático afectan y preocupan a una parte importante del mundo y ocupan a creadores de todo tipo que, a través de su lenguaje, quieren aportar materia al debate. El arte debe ayudar ante un asunto de tales dimensiones tal y como plantean los impulsores de Season for Change, iniciativa mixta (público-privada) británica que, de junio a diciembre, ofrece por todo el país proyectos artísticos que abordan el tema de la crisis medioambiental para ayudar a sumar conciencias y mantener la alerta sobre la necesidad de cambios globales.

Dentro de un amplio programa en el que están implicadas más de 200 organizaciones culturales, performance, teatro, visuales, literatura o cine, suman citas en un calendario extenso que en octubre verá el estreno de Medusa, la nueva pieza de la coreógrafa Jasmin Vardimon que también se verá en el Sadler’s Wells de Londres. La creadora israelí afincada en Inglaterra utiliza la simbología del mito griego, pero también la del ser vivo para reflexionar sobre el futuro de los mares.

Imagen de Medusa, de Jasmine Verdimon

La red europea Imagine 2020, Art and climate change lleva desde 2010 ofreciendo a través de sus 10 centros asociados (de Gran Bretaña, Bélgica, Croacia, Eslovenia, Alemania, Lituania, Francia, Holanda y Portugal) propuestas que van al meollo de la cuestión: dónde estamos y qué podemos hacer para mejorar. En Burning ice #9 han colaborado artistas de la talla de la coreógrafa francesa Maguy Marin, mientras que las dos versiones de Blessed llevaban la firma de la reputada Meg Stuart. Vera Mantero, a quien hemos podido ver este mismo mes en el festival Grec de Barcelona otorgando múltiples funciones a un tronco en Os serrrenhos do Caldeirao (un estudio antropológico ficcionado sobre los habitantes de la sierra portuguesa), ha formado parte de este programa con The Clean and the Dirty. El javanés Eko Supriyanto, la española afincada en Portugal Ainoha Vidal o uno de los colectivos escénicos más interesantes del momento, El Conde de Torrefiel, han sumado miradas sobre el tema desde que arrancó la iniciativa.

Más nombres propios

Nacho Duato vistió con sofisticados trajes de plástico a los bailarines del Staatsballet de Berlín en Erde (Tierra), una obra estrenada en 2017 y recientemente repuesta en la Komische Oper de Berlín, creación que denunciaba de forma tan contundente como hermosa la degradación a la que los seres humanos sometemos al planeta. Una muestra de la pieza se puede ver en este vídeo a partir del minuto uno.

Como Duato, los artistas que mantienen un compromiso con su entorno acaban fijando su foco en la crisis ambiental y sus consecuencias, como hace Rachid Ouramdame en Sfumato. El coreógrafo francés, director del Centro Coreográfico de Grenoble, nos habla sobre los refugiados climáticos en esta obra reciente.

Bud Blumenthal, coreógrafo norteamericano afincado en Bélgica aborda con sensibilidad poética y despliegue tecnológico la vida de las plantas en Leaves of grass, un particular punto de partida para mostrar su preocupación por el cambio climático y el porvenir de la tierra.

La estadounidense KT Nelson en Dead Reckoning, pieza en la cuenta con la colaboración de la chelista de Kronos Quartet Joan Jeanrenau; Dust and water de Camile Hanson, que pudo verse en la Casa Encendida de Madrid en 2013;  On the nature of things creación de Karole Armitage para el Museo de Historia Natural de Nueva York  o las propuestas de Artichoke Dance Company, compañía centrada en temas medioambientales, son algunos de los nombres que provienen de uno de los países con más negacionistas del cambio climático.

Izabela Szylinska.

Las instituciones nacionales, autonómicas y locales de nuestro país también se han puesto las pilas en el tema que nos ocupa. Agendas cargadas de buenos propósitos que intentan dar cumplimiento a objetivos globales (la ONU y los objetivos para el desarrollo sostenible 2030), debates de expertos y encuentros sobre casos prácticos se van sumando a las iniciativas de artistas que han integrado este inquietante latido a sus trabajos.

La sostenibilidad y la huella ecológica de los festivales de música, los rodajes de películas, la impresión de libros o el engranaje energético de los grandes centros culturales son algunos de los campos de acción más teóricos de implementación práctica.

Con respecto a los artistas escénicos, más allá de propuestas pedagógicas pensadas para escolares y público familiar, centradas en la transmisión de valores de convivencia, diversos nombres han cogido el testigo de darle forma a problemáticas reales. Es el caso de las consecuencias ambientales del consumo masivo de ropa que Mou Dansa plantea en DRAP, o el de la sequía y el uso responsable del agua que Nuc en Aigua, pieza que se puede ver en Sagunt a Escena este verano.

Otras muchas iniciativas se suceden por el mapa, consecuencia lógica del estado de la cuestión. Falta que alcancen con su eco el ágora pública y puedan convertirse en un azote de mentes que incentiven la acción.

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