Antiguamente no existían las mujeres, de ahí que no las encontremos en las clases de historia del colegio. Así comienza el irónico libro de Jacky Fleming. Parece que la vida se ha contado sin nosotras y el arte, también. La evidencia se describe en la pieza de María Gimeno, Queridas viejas. Editando a Gombrich, que denuncia cómo el manual más famoso de la Historia del Arte no menciona ni a una sola mujer artista. Establecida ahora desde el museo, la fórmula completa el relato excluyente en un mundo que sólo se escribió desde la otra mitad. Siguiendo este objetivo, la exposición A contratiempo. Medio siglo de artistas valencianas proyecta luz sobre uno de nuestros capítulos más cercanos.
Presentada en las salas del IVAM, la muestra analiza una serie de vínculos sociales, políticos y culturales desde la mirada de las artistas que participaron en ellos. La narración, formada por más de 240 piezas, se estructura en una secuencia simbólica de tiempos. Subrayando su sentido histórico, el recorrido comienza en el año 1929 con los signos de modernidad que Manuela Ballester define en su portada de la revista Blanco y Negro. La revisión concluye en 1980, cuando el desarrollo de los trabajos museográficos y académicos internacionales integran la participación de dos artistas valencianas. Carmen Calvo, en el Guggenheim de Nueva York y Soledad Sevilla en la Universidad de Harvard abrían un camino para visibilizar sus obras desde la perspectiva de los grandes proyectos.
A esta trilogía de nombres sumamos un cuarto elemento que acentúa el sentido de lo que veremos. La pieza de Juana Francés, Silencio (1953), hierática y emotiva, es elegida como imagen de la muestra, personificando un icono de la exclusión. Borrando la acción, la voz o las ideas, se anula también el ejercicio como ciudadanía.
La exposición agrupa los trabajos de cuarenta artistas a partir de una cronología que prioriza los conceptos sobre las fechas. De esta forma, el discurso subraya las aportaciones de sus protagonistas como activistas sociales comprometidas con su tiempo. Tal y como explican las comisarias, Isabel Tejeda y M.ª Jesús Folch, el proyecto no representa una sucesión de mujeres artistas por el hecho de ser mujeres, sino el enfoque personal a partir de sus intervenciones críticas y reivindicativas. Así, en la primera parte correspondiente a la guerra civil y el exilio, aparecen fotografías de la participación en el Congreso de Intelectuales celebrado en Valencia en 1937, junto a otros documentos, revistas o los collages de Amparo Segarra.
Desde de ese momento, el montaje traza su recorrido dividiendo cuatro ejes que funcionan como espacios de reflexión. En primer lugar, el cuestionamiento de la imagen de la mujer en un cuerpo cosificado y encerrado en el prototipo doméstico, reúne los trabajos de Isabel Oliver, Cirugía y Cosmética o la pieza de Jacinta Gil, Sin título (5 lobitas). El siguiente bloque destaca la intervención activa en el espacio y la participación con una selección de proyectos de las arquitectas Pilar Amorós, Concepción Valero, Pilar de Insausti o Soledad Vilches, junto a los diseños de juguetes de Monika Buch.
La invisibilidad casi marginal conforma un tercer apartado donde el singular trabajo de Cecilia y Juan José Bartolomé, Después de…, contiene testimonios espontáneos que rompen con la idea de una transición consensuada hacia la democracia. Las fotografías de Ana Torralva, Las locas de Bétera o los manuscritos de Jacinta Gil, Condenada por pensar, nos acercan a una clandestinidad dibujada por mujeres. Finalmente, reunida en torno a la popular frase “De profesión, sus labores”, la última parte utiliza los elementos artesanos para establecer críticas desde el plano tradicional de la costura o el bordado.
La lectura de esta muestra, concluida con el trabajo de Carmen Calvo, conecta con el nacimiento de ARCO en 1982, una feria utilizada como escaparate de visibilidad y que en su último año sólo representó a un 25% de mujeres. Afirmaba Emily Dickinson que Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie, por lo que, casi cuarenta años después, las artistas mantienen el testigo de aquellas que defendieron su espacio creativo. La exposición A contratiempo podrá visitarse hasta el próximo 3 de septiembre, aunque intuimos que el proyecto, necesariamente, seguirá vivo.
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