Si bien ya fue un formato utilizado con anterioridad, el boom del found footage se inició con el estreno de El proyecto de la bruja de Blair en 1999. La película de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez cambió las reglas de juego del cine de terror, un game changer que dicen los yanquis; su influencia e importancia siguen vigentes. Y no solo por la secuela tardía firmada por Adam Wingard, la decepcionante pero disfrutable Blair Witch, sino por toda la pléyade de cintas que durante la última década y media se han animado a utilizar el sub-género del metraje encontrado.
¿Cuál es el principal atractivo del found footage? Pues que, básicamente, permite a los directores rodar con muy poco dinero. Si a eso se le une una buena idea o un enfoque original con nervio, es fácil dar la campanada. Ahora bien, si se hace mal, la sensación del timo de la estampita es irremediable. A continuación van cinco exploits de El proyecto de la bruja de Blair que aprobaron con buena nota.
#1 The black door (2001)
Surgida solo un par de años después de fenómeno de la Bruja de Blair. Una película de terror pequeña, que con los años ha adquirido una categoría de culto, y con todo el merecimiento. A mitad de camino entre El caso de Charles Dexter Ward de H.P. Lovecraft y La casa infernal de Richard Matheson, la película de Kit Wong propone una atractiva mezcla de found footage y terror satánico que, además, contiene una de las mejores secuencias del subgénero: la grabación añeja de un ritual de magia negra.
#2 Paranormal Activity 3 (2011)
La obra maestra de la notable saga ideada por Oren Peli, el gran adalid actual del metraje encontrado. La tercera parte de Paranomal Activity venía firmada por el dúo formado por Henry Joost y Ariel Schulman; en esa época recién salidos de Catfish (documental que después se transformó en el famoso programa de televisión). La pareja de directores norteamericanos consiguió una secuela que funcionaba como un filme de terror autónomo capaz de guiñar el ojo a Poltergeist; esa mezcla entre atmósferas cuidadas y sugerencia, y jump scares bien trabajados. Su último cuarto de hora y el giro final brujeril aún producen escalofríos. Fantástica.
#3 The Bay (2012)
La mejor película de Barry Levinson con permiso de Diner y El secreto de la pirámide. Recupera de forma sensacional el espíritu de las películas de terror que producía Roger Corman en los ochenta (Piraña o Humanoides del abismo) dentro de la New World, y adapta su forma y contenido al found footage actual. ¿El resultado? Un filme que utiliza el formato con inteligencia (las escenas que dan más miedo son fuera de cámara) y reivindica el terror del asco con clase: esa plaga de cucarachas marinas que devoran el interior de las personas.
#4 El paso del diablo (2013)
El otrora rey del cine de acción Renny Harlin (La jungla 2, Alerta roja, Máximo riesgo) se descolgó hace tres años con esta historia de terror basada en uno de los expedientes X rusos más sonados: el incidente del Paso Diatlov en 1959 donde murieron, de forma misteriosa, nueve excursionistas en los montes Urales. El filme de Harlin sigue los pasos de una expedición americana que a lo El proyecto de la bruja de Blair busca respuestas sobre el extraño suceso. El paso del diablo mantiene el suspense y la tensión durante casi todo su metraje. Y solo flojea en un desenlace previsible que, además, echa mano de un CGI de garrafón. A pesar de eso, vale la pena montarse en este tren de la bruja.
#5 The Taking of Deborah Logan (2014)
Inédita en las salas españolas, la cinta de Adam Robitel es una de las muestras más estimulantes y terroríficas del subgénero. Como The Black Door, se trata de un filme pequeño, pero logra plasmar varias imágenes de pesadilla: el clímax final es horror en estado puro. El desarrollo de la trama es inteligente: un documental sobre el Alzheimer que acabará como un rosario de la aurora paranormal. Atención con la protagonista principal, una abuelita interpretada por una Jill Larson que aquí realiza un memorable tour de force.
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