A finales de los sesenta, Roger Corman y otros productores de serie B se instalaron en Filipinas para rodar películas de acción y de cárceles femeninas con el apoyo de realizadores filipinos como Cirio Santiago, Eddie Romero o Gerardo de León. Esta es la historia de uno de los períodos más facinantes del cine de explotación.
Desde hace un par de años soy un incondicional de la web de descargas www.wipfilms.net, posiblemente el mayor contenedor de residuos fílmicos radiactivos del planeta, donde puedas bajarte gratis desde películas de explotación erótica de monjas hasta las más ínfimas producciones de terror caníbal o zombi de los setenta, pasando por el género carcelario femenino desde sus orígenes en los años treinta.
Gracias a esta página tan completa y singular me he podido sumergir en cinematografías exóticas o poco conocidas en nuestro país dentro del cine de explotación erótica y la serie B de terror, como las de Turquía, Grecia, Brasil, México, Argentina, Japón, Malasia, Rusia o Polonia. Dentro de todas las cinematografías del Tercer Mundo, me resulta muy curioso el caso del cine filipino durante la década de los setenta, cuando un pequeño grupo de productoras independientes norteamericanas especializadas en cine de serie B y lideradas por Roger Corman, se trasladaron a Filipinas para empezar a rodar películas de muy bajo presupuesto dentro del género erótico de mujeres encarceladas o WIP (Women in Prison), pero en la variante selvática o tropical.
El astuto Roger Corman fue el primero en darse cuenta de que rodar películas eróticas de acción exótica ambientadas en la lejana Filipinas era mucho más barato que hacerlo en un estudio en Estados Unidos o en escenarios naturales del más cercano México. En un intento de mejorar su deteriorada imagen pública en Estados Unidos y de abrir nuevas industrias en su país, el dictador Ferdinand Marcos ofrecía todo tipo de facilidades a las productoras norteamericanas, desde dejar gratis tropas del ejército y helicópteros y carros de combate para las escenas de acción hasta facilitar permisos rodajes, protección policial y alojamientos gratuitos.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, Filipinas contaba con una importante industria cinematográfica que producía unas 350 películas anuales para el mercado nacional y el asiático y con directores como Gerardo de León o Eddie Romero que empezaron a rodar a finales de los sesenta películas de terror erótico en coproducción con Estados Unidos como Brides of Blood (1968) o Mad Doctor of Blood Island (1968).
El destino de todas estas películas norteamericanas de acción y erotismo salvaje que empezaron a rodarse en Filipinas a principios de los setenta fue fundamentalmente los autocines y las salas de reestreno (grindhouse) en Estados Unidos, pero posteriormente también alcanzaron una gran difusión internacional gracias al nacimiento del mercado del vídeo.
Dirigida por Jack Hill y producida por Roger Corman, The Big Doll House (1971) inició una larga lista de películas rodadas en Filipinas dentro del género WIP, con profusión de escenas eróticas de ducha, lesbianismo carcelario, violaciones, torturas y otros abusos policiales, entre las que figuran Women in Cages (1971), The Big Bird Cage (1972), La historia de este fenómeno está reflejada en el interesante documental Machete Maidens Unleashed (2010), de Mark Hartley, en el que intervienen los principales protagonistas de aquel período como los productores Roger Corman y Jack Hill; los directores norteamericanos John Landis, Joe Dante y Jonathan Demme; los cineastas filipinos Cirio Santiago, Gerardo de León y Eddie Romero y algunos de los héroes de acción (Sid Haig, Patrick Wayne, Chris Mitchum) y de las aguerridas chicas sexy (Pam Grier, Judy Brown, Colleeen Camp, Margaret Markov) que intervinieron en todas aquellas películas.
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