Otoño azul

Si fuiste niño o púber en los 80 y no valoras Verano azul como un fetiche televisivo de tu infancia, no te preocupes: TVE te va a seguir invitando a retasación con la enésima reposición de esta serie de Antonio Mercero, estrenada en 1981. Y digo yo, ¿no sería mejor plantearse una secuela o un spin-off?

Ext. / casi noche: cerca de “La Dorada”, el mítico barco de Chanquete, ahora ya destartalado, un grupo de adultos entre los 40 y los 50 años se reúne silenciosamente como si escenificaran un rito secreto muy ensayado, de esos que se diría que llevan a cabo año tras año. Van llegando escalonadamente en la hora baja. Estamos a finales de agosto, principios de septiembre. Suena El final del verano del Dúo Dinámico, como en el último capítulo de la única y mítica temporada de Verano azul.

Son los personajes de la serie de Antonio Mercero, protagonizados por los mismos actores, treinta y pico años después, encarando el crepúsculo de sus vidas. Ergo: “Otoño azul”. Como si fuera Return of the secaucus 7 de John Sayles, Reencuentro de Lawrence Kasdan o Los amigos de Peter de Kenneth Brannagh, esta situación sería el pie de entrada a una secuela tardía de Verano azul. Adiós a los paseos en bici haciendo el lelo y hola a los dolores de cabeza de la madurez. De hecho, no estaría de más, como Texasville respecto a La última sesión, ambas de Peter Bogdanovich, que la suerte que han corrido después de tantos años estos actores en la vida real se reflejara de alguna manera también en la ficción.

Aunque, bien mirado, se ha hecho tantas veces ya el “¿Qué fue de los actores de Verano azul?” (que si Bea y Desi son auxiliares de enfermería, que si Tito y Pancho son unos piezas, que si el Piraña ahora es profesor de ingeniería telemática, que si Javi es el único que valía como actor…), que quizá, más interesante que una secuela o un spin-off, sería un remake arty.

Partiendo de la base que Verano azul forma parte del imaginario de toda una generación y de que nos sabemos los episodios de memoria, dar rienda suelta a la fabulación y adjudicar capítulos a ilustres directores de cine en función de una temática, un tono, un estilo o un tratamiento más o menos similar (más o menos: repito) puede ser un juego muy divertido.  Y si encima nos permitimos la licencia de resucitar a cineasta muertos, ni te cuento. Veamos:

– “Beatriz, mon amour”, popularmente conocido como “La regla de Bea”, es un Éric Rohmer como un templo. Quizá también “La bofetada” (que recibe Javi por bañarse en pelotas en la piscina del chalet de unos amigos), aunque, acaso, ese episodio sería más de Chabrol.

– “La burbuja” y su tufillo místico es Zeffirelli puro… aunque también tiene algo del Starman de Carpenter.

– “La última función”, el de la casa extraña aquella en la que vive un mago decadente, haría las delicias de David Lynch o Tim Burton.

– “La sonrisa del arco iris”, sobre la crisis existencial de Julia, es como un Bergman setentero.

Y “No nos moverán” está hecho a medida, lógicamente, para Ken Loach.