¿Qué podría devolver el atractivo a Downtown abbey en esta su quinta temporada? Pues un spin-off que actualizará la serie situándola en el presente. Menos aristocracia eduardiana y más aristocracia del 2014. Porque haberla, haila.
Siempre nos quedará la duda sobre si la foto promocional de la quinta temporada recién estrenada de Downtown Abbey (ver foto arriba) incluía el gazapo anacrónico de la botellita de agua a propósito o no. Estrategias más cutres (también más sutiles) de alimentar la dichosa “visibilidad” 2.0 se han visto. Y si tenemos en cuenta la rápida respuesta del equipo de este period drama de ITV (ver foto abajo), entonces la cosa ya huele un poco más a chamusquina de marketing moderno. Dos impactos mediáticos muy seguiditos en el impasse tardo-estival (uno ¿involuntario?, el otro muy meditado), y ya todo el mundo sabe que vuelven las cuitas intestinas del country house más famoso de Yorkshire.
Llamadme malpensado, pero es que esta serie creada inicialmente por Julian Fellowes necesita todos los ganchos del mundo para seguir despertando nuestro interés. Ya en la primera temporada del 2010 lo que empezaba apuntando hacia Retorno a Brideshead acababa alcanzando a Arriba y abajo. Es decir: de la ficción de puntilla más o menos ilustrada al culebrón popular con remaches de qualité. La cosa se fue abaratando hasta el punto que cuando la BBC lanzó la potentísima mini-serie Parade’s end como respuesta rigurosa, las comparaciones dejaban a Downtown abbey a la altura de una soap opera chabacana con disfraces.
Ahora bien, si la serie, de sopetón y al rebufo del error de la botella de agua, situara los conflictos en los dominios del Conde de Grantham en la época actual, a lo mejor el appeal de la serie se multiplicaría por 1000. Aunque fuera, como mínimo, para ponerla en valor moral. ¿Acaso no estamos viviendo una revolución de los adinerados? ¿No se está abriendo la grieta entre los muy ricos y los muy pobres cada día más? ¿No estamos volviendo al Antiguo Régimen? Pues, ¿por qué no un melodrama aristocrático contextualizado en estos años? A ver si así nos caemos del caballo y nos damos cuenta de que la erótica de las ficciones sobre las clases altas no es tan inocente como parece.
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