Una parte esencial del regocijo que siento cuando me río ante situaciones absurdas, caóticas o intranscendentes es lo que me ayuda día a día a reaccionar con gracia, sin dar sensación de frivolidad o de payasada, sino de inteligencia y de salud mental.
Si existiese algún marcador de inteligencia y de salud mental en nuestra raza apostaría por la capacidad de reírse de uno mismo, una capacidad de estimular el sentido de gracia tanto personal como colectivo. En unos casos tendrían que ver con la ironía, tan propia de Groucho Marx por citar algunos maestros del humor y en otros con la capacidad para reírse con cualquiera como diría Charles Chaplin… Sin olvidar nunca que la importancia del sentido del humor radicaría en reírse de todo, siempre y cuando genere ciertas dosis de alegría, distensión, comunicación, acercamiento… y en ningún caso odio, sufrimiento o desprecio en los presentes.
El sentido del humor trataría de responder con una actitud positiva a situaciones difíciles, ante retos deseados o ante broncas inconsistentes. Cuestionarnos lo obvio de cada circunstancia o la seriedad vivida constantemente en nuestros entornos de forma cómica nos ayudaría a vivir en ambientes mucho más relajados y favorables para una toma de decisiones o resolución de conflictos.
Reaccionar con humor, en cualquiera de las situaciones absurdas que vivimos día a día, cuando se desmorona la expectativa construida desde la lógica o cuando sucede algo que desengaña y frustra al entendimiento, podría producir “fuertes estrépitos de risa” (Kant: Crítica del Juicio). Es más, al ser el humor un fenómeno cognitivo-social-afectivo, esa parte emocional conllevaría una especie de “regocijo”, similar a la alegría o la felicidad, pero con una cualidad de diversión muy importante que lo caracteriza, como diría Rod Martin.
Por tanto, si consideramos el sentido del humor como una forma de reaccionar ante situaciones conflictivas, que conllevan un grado de seriedad importante, ante las urgencias o las groserías, nos ahorraríamos los efectos colaterales de dichas situaciones, disgustos, dolor, mal-genio, malas caras, agresividad, gritos, salidas de tono, actitudes absurdas e anti-higiénicas, etc…
Como nos describe Eduardo Jáuregui en su libro El sentido del humor: manual de instrucciones, el humor es una herramienta multiusos de altísima biotecnología. Conecta y comunica a la gente sin cables ni wi-fi. Fomenta la salud sin efectos secundarios. Genera una gran energía productiva sin contaminar la atmósfera. Y aunque no corta el césped ni trocea los alimentos a tres velocidades, permite disfrutar más de cualquier tarea cotidiana y supera los malos humos cuando el cortacésped se traga el billete de 100€ o cuando el robot te riega de sopa.
Entender los misterios de este sentido tan apasionante, ponerlo en funcionamiento desoxidando sus mecanismos y aplicarlo a la vida cotidiana sin perder ni un momento, nos reportará muchas más satisfacciones de las que podemos imaginar.
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