Escuchar música es algo que los humanos hacemos con cierta asiduidad, pero sentir la música para crecer y desarrollar los talentos personales individuales sólo lo hacen muy pocos, todavía.
Estos días ando muy sensible, cualquier cosa me emociona y me conecta con una parte de mí que añora, que siente, que sabe y que desea instalarse en mi conciencia para el resto de los días. Todo empezó buscando información para una entrevista que tenía que hacer a los responsables de una pequeña escuela de música, cerca de mi casa.
Comencé a escuchar a niños tocar los instrumentos más variados, violines, violas, cellos, flautas, pianos, cuando algo dentro de mí comenzó a moverse, las emociones se alteraban con una facilidad increíble y de mis ojos, en algún momento, comenzaba a brotar agua. No podía dejar de escuchar a esos niños, que casi no podían con el instrumento, tocar esas melodías. Quizá no eran las melodías, que también, sino la manera en la que interpretaban esas obras musicales.
Sentía cómo esos niños eran grandes seres humanos, a la vez que fantásticos músicos. Y vi a los profesores de esos niños, esos que jugaban a la vez que tocaban una melodía repetitiva, una y otra vez. Disfruté viendo cómo esos profesores y esos niños se lo pasaban genial tocando instrumentos, que eran más grandes que los niños, se reían, hablaban, jugaban y se emocionaban interpretando piezas de música de gran belleza. Sentí el gran trabajo de esos profesores al desarrollar las capacidades y los talentos de esos niños, sin limitación alguna. No había que buscar las condiciones para la música, se descubrían en cada niño esas condiciones y esos talentos que hay en todos ellos.
Y descubrí a los padres. Los vi jugar y tocar los instrumentos con sus hijos y con los profesores, entremezclados todos con todos, riendo y disfrutando de estar juntos alrededor de un instrumento y de algo tan maravilloso como es la música. Sentí cómo esos niños tenían un vínculo con sus padres tan especial que les permitía soñar juntos en la construcción de seres humanos excepcionales.
Y vi a los niños, esos que acudían a clase a practicar con sus instrumentos, con los que casi no podían cargar, experimentar una alegría contagiosa, con una confianza digna de cualquier erudito y una actitud que muchos adultos desearían. No había ningún miedo a la exposición personal en público, ni miedo a exámenes inexistentes, ni palabras más altas que otras juzgando lo bien o lo mal que lo hacían… Sólo seres humanos descubriendo las excepcionales condiciones y talentos de otros seres humanos, de forma relajada y feliz.
Como dijo Pau Casals después de escuchar una orquesta de niños, Quizá sea esta la música que salvará al mundo; Una música que supo entender y aplicar a cada persona el profesor Shin’ichi Suzuki con su gran método pedagógico, a través de la lengua materna. Y una escuela, Cordes Espai Educatiu, con Sergio, Elena y todo el equipo que han sabido poner en práctica, y llevar a las familias de su ciudad, el fantástico método Suzuki.
¡Enhorabuena por ese V aniversario, a Cordes Espai Educatiu!
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