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Música

D’Angelo no es una casa de citas

En Vidas salvajes, Música miércoles, 31 de diciembre de 2014

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

D’Angelo pasa por ser uno de los prostíbulos más célebres de la provincia de Alicante. Santiago Segura lo sacó en uno de sus “Torrentes” y tuvo incluso un pleito con ellos. Pero hoy nos referimos a otro D’Angelo bien distinto… al que encontró su sonrisa de nuevo.

D’Angelo cambió el juego del llamado neo-soul allá por el año 1995, paralelamente a lanzamientos de otros grandes artistas, algunos de ellos también de vida salvaje como Lauryn Hill. Aquellos lanzamientos revitalizaron un sonido que, si bien renovado, hundía sus raíces en la conciencia afroamericana de forma respetuosa y al mismo tiempo vanguardista. Las comparaciones con Marvin, Jimi o Prince se fueron sucediendo en cada una de las vertientes de su existencia: Marvin por su estricto ambiente familiar, Jimi por su gusto por los vicios psicotrópicos y Prince por ese afán multiinstrumental y esa creatividad desbordante. De hecho, Prince frunció el ceño cuando este country boy de Virginia se le subió a las barbas con sólo dos elepés majestuosos.

Aunque precisamente esta condición de clásico instantáneo de sus dos primeros discos le arrogó la vitola de genio, también le conminó a una lucha permanente consigo mismo. Si entre “Brown Sugar” y “Voodoo” tardó un lustro, entre éste y el “Black Messiah” tuvimos que aguardar casi década y media… ahí es nada. Entre dichos zarpazos, una colección de rumores, retrasos y faltas más o menos graves con la justicia: posesión de marihuana y cocaína, accidente de tráfico, un estado físico lamentable, la separación de su mujer, la muerte de uno de sus mejores amigos y esa presión de ser el hombre que iba a salvar el panorama con sus sílabas y sus acordes… con los abdominales y sus gestos ya lo había hecho años atrás…

Una generación llena de talento le había dado las llaves de su casa para que entrase en su nevera de sonidos y amistad, pero él se quedó refrigerado como un artista olvidado e inolvidable al mismo tiempo, aunque parezca una contradicción. Así que, sin avisar, citó a unos periodistas hace dos semanas en un célebre hotel de la Gran Manzana y les puso sin más parafernalia “Black Messiah”, un mosaico de sonidos en los que jadea, grita y se muestra de nuevo precisamente cuando más hace falta, cuando siguen muriendo negros a manos de policías enajenados en las calles de un país hostil y en guerra permanente.

D’Angelo deja atrás los fantasmas, nos brinda un gran disco con su nueva banda e imaginamos que habrá vuelto a empuñar las mancuernas, casi tanto como las riendas de su vida, para poder dedicarse a lo que mejor sabe hacer. Sólo de esa manera conseguirá que el Soul, la música y él mismo no queden reducidos a escombros. Él es ese hombre que cuando aparece llena la estancia, tuerce el cuello y te hace decir… ¡Qué cabrón! Aunque nos tenga pendientes durante catorce largos años de todo tipo de noticias sobre su vuelta. Esta vez sí… D’Angelo ha vuelto a encontrar su sonrisa de nuevo… y damos gracias por ello al Mesías Negro.

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