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75 Festival de Cannes: monumental «Exterior noche»

En Cine y Series 20 mayo, 2022

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Desde su primer largometraje I pugni in tasca (1962) el director italiano Marco Bellocchio ha recorrido casi seis décadas de la historia de cine y de Italia, demostrando una vitalidad creativa y una madurez fructífera, que le han impedido acomodarse en los logros formales e ideológicos tan característicos de su filmografía. Si en la reciente Il traditore (2019), estrenada en Cannes celebrábamos precisamente esa combatividad patente en ambos campos, tras ver proyectada fuera de competición su miniserie de 6 episodios Exterior noche (Esterno notte, 2022) no nos queda más que proclamar un nuevo capolavoro que durante más de cinco horas nos ha seducido e hipnotizado.

El director revisita un tema ya tratado en su filme Buon giorno, notte (2003), donde el espectador contemplaba la historia del secuestro y asesinato de Aldo Moro desde la subjetividad de una de las terroristas. Esta vez, sin embargo, será mediante el recurso a la polifonía, como obtendremos un marco más amplio para considerar los hechos narrados con tanta elegancia, sentido del ritmo, dosificación magistral de la información -que aun cumpliendo las reglas del serial no se subyuga a ellas- y una puesta en escena deslumbrante. La miniserie está escrita por Bellocchio junto a grandes guionistas como son Stefano Bises (The New Pope) y Davide Serino (1992 y 1993) y la coguionista de Il traditore, Ludovica Rampoldi.

exterior noche

Bellocchio retrata a cada personaje con la habilidad de un cirujano y la finura de un retratista, aunque algunos personajes rocen la caricatura, la frialdad del objetivo no permite que los colores rebasen los perfiles, el Papa (Toni Servillo), Francesco Cossiga (Fausto Russo Alesi), Giulio Andreotti, la familia de Moro (Margherita Buy interpreta a Eleonora Moro con una convicción que eleva su carrera sobre el resto de su filmografía), los terroristas de las Brigadas rojas y la propia víctima son presentados con trazos suficientes para que el espectador juzgue.  El trabajo de Daniela Marra como Adriana Faranda transmite la complejidad de sus dudas sobre sus actos y sobre la ambigua convicción de su compañero, así como sobre las consecuencias personales y el sacrificio que se autoimpone.

Los recursos dramáticos a que recurre Bellocchio son eficaces y elocuentes: así, la habitación del pánico del ministro del Interior, el cilicio de Pablo VI, el pueril sacrificio del presidente del Consejo de ministros -renunciando al helado hasta que no se halle a Moro-, la inflexibilidad de unos y las dudas de otros, la presencia de ánimo de la esposa y los hijos y su desconfianza creciente son material dramático que se despliega calculadamente. El desarrollo de los hechos y su paralelismo con la evolución de las convicciones aportan un peso específico a la humanidad de la propuesta, la conciencia de que las cosas no son como parecen y la definitiva certeza sobre las sospechas que la familia percibe en el entorno de la Democracia Cristiana convierten a esta en un monumento a la dignidad, según van aceptando e interpretando las revelaciones.

Exterior noche está repleta de momentos cumbre, aquí no hay  nada prescindible o redundante, los planificación de las escenas está tan cuidada que habla por sí sola, la iluminación, la elección de los movimientos de cámara, la música (la audacia de acompañar el secuestro con ¿Por qué te vas? de Jeannette) todo fluye en una dirección única y la introducción de las escenas no realistas o de realidad paralela es tan orgánica que nos parece estar creándolas en nuestra propia mente. El flujo mental en una situación de estrés y de falta de información, nos provee de posibilidades múltiples y alternativas, todas posibles y justificables, y Bellocchio nunca abusa de ello, simplemente lo constata con imágenes que siempre aportan más información. Si esto  acabara así sería por algún motivo y si no, también, pero jamás mira al espectador cuando elige qué mostrar, hasta que lo ha mostrado. Las reglas de la serialización implican entre otras introducir finales potentes, pero el cliffhanger del director italiano tiene además sentido en sí mismo, funciona como colofón de lo que nos ha mostrado.

exterior noche

El secuestro el 16 de marzo de 1978 de quien fuera dos veces primer ministro de Italia, en el mandato más largo desde la Segunda Guerra Mundial y cabeza de la Democracia Cristiana, fue el de un católico tolerante, demócrata convencido y abierto a un gobierno de unidad -que habría devuelto al PC al gobierno desde 1947-, enfrentado a sus correligionarios y al temor del amigo americano y el enemigo soviético, a pocos años de despedir la Guerra Fría. Su posición en el momento de ser secuestrado por las Brigadas Rojas en la época de mayor convulsión política violenta de la Italia contemporánea era extremadamente delicada e inestable.

Y en este sentido no podemos dejar de recordar la obra de Javier Cercas Crónica de un instante, una exhaustiva investigación sobre el golpe de estado del 23F, por las similitudes con las razones y los apoyos subterráneos a un suceso a todas luces antidemocrático, violento y por supuesto ilegal, que a poco que se levanten alfombras, puede revelar intereses secretos y beneficios para todas las partes, republicanos, monárquicos, centristas, derechistas, comunistas o socialistas, terroristas o amigos americanos, que como Cossiga -que en una de las escenas prepara tres cartas de dimisión según pueda resultar el desenlace del caso Moro- estaban preparados para un final alternativo, desde el rey hasta el último diputado o guardia civil.

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En la escena que abre el filme, Aldo Moro trata de convencer a su partido de la conveniencia de un gobierno de unidad que incluya a los comunistas. Y el espectador percibe los discursos, los falsos abrazos y felicitaciones como una sentencia de muerte. Se nos muestran sus mejores intenciones, su formas caballerosas y la forma de dirigirse a sus alumnos, incluso a los espontáneos que quieren reventar una clase, la tolerancia, la profundidad de sus convicciones cristianas.

Pero Bellocchio también nos muestra en Exterior noche el ángulo muerto en la ideología democristiana, y su radical diferencia con Berlinguer, en una cita secreta dentro de un coche, mientras los guardaespaldas de ambos les esperan. Moro le dice al líder del PC que se pregunta de qué hablarán entre ellos, porque su charla distendida y animada no revela diferencias; lo que nos está revelando el director es lo que Moro no ve, que los subalternos de uno y otro líder tienen mucho en común:  su propia clase y unos intereses comunes que no deberían asimilarse a los de sus empleadores. El cree que se hallan más allá de sus diferencias ideológicas, porque tienen en común algo más, pero ese algo más es justamente ideológico, es el posicionamiento político con los obreros.

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En paralelo a esta reflexión de clase, podemos situar también otra: la que penetra las vidas de diversos personajes implicados en el caso Moro, desde los políticos hasta los terroristas y es el debate interno sobre el coste de seguir las ambiciones. El precio recae sobre la esfera personal, la familia y el deterioro inevitable de las relaciones e incluso del propio equilibrio mental, como se muestra desde el Papa a Cossiga, y que  Bellocchio atribuye a víctimas y verdugos, en un ejercicio humanístico encomiable.

La sutileza de Exterior noche es elegante y nunca críptica en un equilibrio estudiado para no dejar a ningún espectador fuera de juego. Bellocchio elige imágenes que hablan por sí mismas, como si alzara la voz, para mostrar lo que a algunos cuesta de creer, aunque en alguna ocasión lo haga à la Sorrentino, la pila de billetes para pagar el rescate, sobre una gran mesa en el Vaticano que una monja tapa y destapa repetidas veces, el simbolismo de la elección de la cruz que Pablo VI portará en el Via Crucis, cada una más ligera que la anterior para finalmente ceder el puesto a un sustituto… Y entre ellas, la de la víctima, el auténtico crucificado, que carga su castigo seguido por todos sus verdugos que le acompañan (más bien, empujan) en su particular, y providencial para algunos, camino de la cruz.

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El cinismo, la hipocresía, la corrupción, la inoperancia, la manipulación de la opinión pública, el papel lamentable de los medios de comunicación, la urgencia de rentabilizar egoístamente a nivel personal y político un suceso doloroso, por parte de todos se desvelan en un despliegue dramático fluido y en crescendo, que contrasta con el aislamiento de Moro (que hasta el final no se nos muestra en su zulo) y de la familia, cuya única incursión en el exterior es para visitar al Papa. La elección dramática de no mostrar al secuestrado revela que el foco de interés está precisamente en su entorno, en la revelación de los intereses cruzados que se benefician de su reclusión y posible muerte, demostrados en las tácticas de investigación y las acciones ejecutadas, mientras que las imágenes de un Moro preso carecerían de ese significado que siempre requiere el director, y que en una serie convencional serían imprescindibles para emocionar fácilmente a un espectador, acostumbrado a ser empapuzado con sentimentalismo.

Fabrizio Gifuni encarna a Aldo Moro en Exterior noche de un modo sobrecogedor en una de las mejores interpretaciones que hemos visto recientemente, su personaje es una personificación que consigue la empatía instantánea. Su aislamiento patente en el zulo de los terroristas ya nos es adelantado por la posición en el partido y en su relación con su protegido, Francesco Cossiga. El personaje de Moro no tendrá mejor retrato y su muerte mejor rapsoda que esta mini serie, que también es una gran película.

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