Fatih Akin se desinfla en la épica conservadora de The Cut, mientras otros arriesgan y ganan, como Delepine-Kervern en Near Death Experience.
The Cut, de Fatih Akin, ha sido una decepción en toda regla. La incursión en el cine histórico, con un argumento muy personal, en el que un superviviente del genocidio armenio busca a sus hijas a lo largo de los años, desde Siria hasta Dakota del Norte, ha supuesto el abandono de los principios que han caracterizado el cine de Akin hasta el momento. Superado por la necesidad autoimpuesta de seguir las claves del género, un western desarrollado como road movie, el director se queda atrapado en el cliché, incapaz de reformular o aprovechar una redefinición estilística sin abandonar su impronta autorial.
El encorsetamiento llega al punto de proporcionar unos diálogos en ocasiones tópicos, un manejo de las situaciones más preocupado por ilustrar la Historia que por plasmar la vivencia personal de unas circunstancias sobrevenidas. En este sentido, resultan reveladoras las carcajadas indeseadas que brotan del patio de butacas en dos momentos supuestamente trágicos, cuando, tras penosos viajes, Nazaret (Tahar Rahim) es informado de que sus hijas ya no viven donde esperaba encontrarlas. El descuidado manejo del ritmo, las claves del suspense y la falta de emoción que arrastra el film lo convierten en repetitivo y al final, carente de interés, más allá de la intriga por el desenlace.
Tahar Rahim, uno de los actores estrella del cine francés actual, caracterizado por sus performances minimalistas, debe aquí interpretar a un hombre mudo por el dolor y la herida que, paradójicamente le salva la vida, esforzándose por dotar de veracidad un relato de búsqueda, huida y supervivencia, que no alcanza su objetivo.
Berlusconi también ha estado en la Mostra, protagonizando una historia sobre su relación con la mafia. En la sección Orizzonti, se proyectó Belluscone. Una storia siciliana, dirigida por Franco Maresco (célebre en Italia por su programa Cinico TV), un particular documental sobre las dificultades de todo tipo que acumuló el film, dejando bloqueado el rodaje y a su realizador supuestamente ilocalizable.
Como introductor e investigador, aparece el historiador de cine Tatti Sanguineti, quien emprende viaje de Milán a Palermo para seguir las huellas de Maresco y arrojar algo de luz sobre el misterioso film. El sentido del humor que empapa el film de una fina ironía arrancó innumerables carcajas, pero el punto fuerte fue el hallazgo de otorgar protagonismo a Ciccio Mira, un peluquero, cantante y organizador de verbenas de barrio, que en el ojo del huracán tendría un papel relevante como enlace de la mafia. Belluscone (pronunciación del apellido en los barrios de Palermo) arriesga a ratos en el terreno del mockumentary, pero es indiscutible que se trata de un film político, muy coherente, acogido con aplausos y ovación final.
En el terreno documental, también disfrutamos una película rebosante de admiración por su protagonista, One Day Since Yesterday: Peter Bogdanovich & The Lost American Film, dirigida por Bill Teck. Con la presencia del director de The Last Picture Show en la sala, que también veía por primera vez el film, Teck recorrió la carrera de Bogdanovich desde sus inicios, con los testimonios de sus colaboradores y amigos, entre ellos Quentin Tarantino, quien destacó del personaje su valor de pionero y de autor, en cuanto a la promoción y comunicación de sus películas: “No veías un solo trailer de sus películas donde no saliera él, no era un trailer, sino un making of. No eran Barbra Streisand ni Ryan O’Neal, era Bogdanovich”.
Fue el más mediático de los directores en un momento en que eso era una excepción. El director de One Day… enfocó gran parte del documental en el rodaje de una película mágica que fascina a través de los años: They All Laughed (1981), la relación entre los actores, sobre todo destacando a la angelical Dorothy Stratten, su asesinato y el proceso de recuperación tras la tragedia. Bogdanovich vio el estreno acompañado por su actual pareja, Louise Stratten, quien también aporta su testimonio en la película de Teck, un documental ameno e interesante, de factura muy tradicional y nada innovadora.
La mayor rareza que hemos hasta ahora en la 71 Mostra de Venezia ha sido Near Death Experience, dirigida por Benoît Delepine-Gustave Kervern y protagonizada por Michel Houellebecq, que participa en concurso en la sección Orizzonti. Este no es el debut del actor, que está a punto de estrenar El secuestro de Michel Houellebecq, pero en esta ocasión no hace de sí mismo, sino de un empleado de una compañía telefónica que desea morir, al considerar que ha llegado el momento de su obsolescencia.
La película, una original tesis existencial, rodada en nueve días y tecnología amateur, posee un interesante atractivo que emana cien por cien de su protagonista, la verdad que transmite bajo la apariencia de la excentricidad. Por supuesto, sin olvidar además el acierto de la radical simplicidad de la puesta en escena, el guion (básicamente un soliloquio), las dosis de humor negro y la localización en plena montaña, un amplificador de las reflexiones y, a la vez, justa medida de la inmensidad de la naturaleza en relación a las miserias cotidianas del hombre, acabado y exhausto por sus conflictos. Será interesante comprobar la reacción del público y la intelectualidad parisina cuando el film se estrene el 10 de septiembre.
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