Bajo una lluvia intermitente que forma parte orgánica del paisaje, las propuestas más estimulantes del Festival de Gijón siguen llegando desde Convergencias, el FICXLAB, Géneros Mutantes o la cuidada selección de animación, porque en los títulos de Sección Oficial el riesgo formal o conceptual no es precisamente una constante.
Convergencias, una sección que ha empezado su andadura en esta edición del festival y aspira a convertirse en un proyecto sólido y constante, nace con el objetivo de encontrar puntos de contacto entre público y crítica. Son estas dos tipologías de espectadores entre las que a menudo existe cierto recelo, como si el cine que defiende la crítica especializada estuviera, por definición, desconectado de los intereses de la gente que, simplemente, va a ver películas.
De momento, podemos constatar que hubo aplausos en los dos pases de Respire (2014), de Mélanie Laurent, una película harto perturbadora que trata sobre la pasión, sobre volverse loco y no saber muy bien por qué, a partir del retrato de la extraña amistad que surge entre dos erráticas jóvenes. A Laurent, que fue actriz antes que directora, muchos la asociarán a Malditos bastardos (Inglorious basterds, 2009), de Tarantino, donde interpretaba a una cinéfila parisina. Pero lo cierto es que la francesa, en el que es su segundo largometraje, apunta maneras: trabaja muy bien, por ejemplo, las distancias sentimentales por las que pasan las protagonistas a lo largo del filme, fragmentando el plano en algún que otro momento memorable, como el que tiene lugar en una fiesta de fin de año.
Otro filme que dejó buen sabor de boca, este procedente de San Sebastián y ubicado en la sección Gran Angular, fue el documental Red Army, producido por Werner Herzog y dirigido por Gabe Polsky, que narra la descomposición de la Unión Soviética poniendo la lupa en su legendario equipo nacional de hockey sobre hielo. Dinámica y certera, Red Army nos muestra cómo esos jugadores, pese a su talento, eran, en realidad, héroes de un relato que no estaban escribiendo ellos, y del que no podían elegir salir libremente. Polsky no se detiene aquí sino que confronta el relato de la Rusia comunista con el de los Estados Unidos, país en el que acabaron jugando varios de los miembros de la selección rusa.
La de Polsky es una película de tema, de tesis, como suelen serlo muchos documentales y como también lo son varias de las películas de Sección Oficial o Rellumes. El problema es que filmes como Calvary (John Michael McDonagh, 2014), Blind dates (Levan Koguashvili, 2013) o Mil noches, una boda (Party girl, Marie Amachoukeli-Barsacq; Claire Burger; Samuel Theis, 2014) se conforman con eso, con contar amablemente una historia, arriesgando muy poco en lo cinematográfico, dejándonos prácticamente huérfanos de auténticas imágenes.
Afortunadamente, existen vías de escape: una es el salvaje, lúcido e insobornable surrealismo del gran Bill Plympton, tótem absoluto de la animación independiente norteamericana y objeto de una de las dos retrospectivas del festival; la otra está dedicada al filipino Brillante Mendoza. También, sin salir de los dibujos animados, es posible sumergirse en alguna de las propuestas de Animaficx, una de las principales apuestas del festival desde que cambió de dirección, en 2011.
En dicha sección pudo verse todo un caramelo visual titulado O menino e o mundo (2013) y firmado por el brasileño Alê Abreu, que teje un deslumbrante tapiz de recuerdos: es como pasear, dando saltos y volteretas, por el inabarcable paisaje de toda una vida. Si uno se deja llevar por las imágenes, que es la única manera de disfrutar el filme, no tendrá apenas importancia el que el trasfondo ecologista de O menino e o mundo resulte algo obvio.
Y si uno se deja llevar también, por el paseo marítimo, hasta la iglesia de La Colegiata, en su interior prácticamente podrá tocar el proyector que se usa en las sesiones de FICXLAB, la sección experimental del certamen, que empezó el año pasado. Así, La Colegiata deviene templo por partida doble: por su condición de iglesia y también por ser un hermoso reducto del celuloide, de los 16 y los 35 milímetros, frente a la supremacía de lo digital, en Gijón y en todas partes. Las piezas de Laida Lertxundi, una de las autoras cuya obra ha pasado por FICXLAB, permitieron que nuestros ojos se reencontraran, frente a la pantalla, con los contornos y las texturas de las cosas, con su materialidad y su fugacidad en el tiempo y en el espacio.
Quien esto escribe ya no estará en Gijón, pero hoy llegan al festival, tras su paso por Sitges, dos de las películas de género fantástico más importantes del año: Under the skin (2013) de Jonathan Glazer e It Follows (2014) de David Robert Mitchell. Ambas pertenecen a la sección Géneros Mutantes. Mañana será el turno de Hill of freedom (2014), de Hong Sang-soo, una de las películas más esperadas de la Sección Oficial.
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