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Baryshnikov, la mirada del divo

En Escenas miércoles, 10 de diciembre de 2014

Sara Esteller

Sara Esteller

PERFIL

La galería londinense Contini Art acoge hasta finales de enero Dancing Away, una completa colección de fotografías de danza de Mikhail Baryshnikov.

Es conocido como uno de los mejores bailarines del mundo, primero dentro del repertorio clásico y a partir de los 90 también en roles contemporáneos. Mikhail Baryshnikov, Riga, 1948, se formó en la famosa escuela Vaganova de San Petersburgo, y pronto demostró sus portentosas dotes para el baile. Escapó de la URSS en 1974, cuando estaba de gira por Canadá con el Ballet Kirov y al poco tiempo se integró en la vida artística de los EEUU, donde pasados unos primeros años como intérprete dirigió el American Ballet Theatre durante una década.

Su versatilidad, contactos y curiosidad le llevaron a crear en 1990 el White Oak Dance Project junto a Mark Morris, otro de los grandes de la danza americana, una herramienta para la experimentación y la creación contemporánea. En Valencia tuvimos ocasión de verlo actuar con WODP en la Feria de Julio (!) en 2002. Parecía increíble como un cuerpo camino de los 60 años que había sufrido varias operaciones de rodilla pudiera expresarse con tanta precisión. Su magnetismo escénico era absoluto.

Por esas mismas fechas, estuvo trabajando con los bailarines del desaparecido Centre Coreogràfic y el resultado se pudo ver en La Nave de Sagunt. Eran otros tiempos, sin duda. El divo, que no es tal, demostraba en las distancias cortas que, más allá de su atractivo y arrolladora presencia, parte de su éxito radica en un trato exquisito a todo el mundo, sobre todo a los bailarines, a quienes considera sus iguales.

Baryshnikov, por Annie Leibovitz

Baryshnikov, por Annie Leibovitz

Pero además de bailarín y director, Baryshnikov ha sido también actor de cine –White Nights, junto a Isabella Rossellini, 1985-, de teatro –la última, The Old Woman, con Willem Dafoe bajo la dirección del mismísimo Robert Wilson-, de series de éxito –invitado en Sex and the City-, mecenas de artistas contemporáneos a través del Baryshnikov Arts Center abierto en 2005, y también fotógrafo. Un artista que posee el don de la curiosidad y que cogió la cámara, una Nokia, por primera vez hace muchos años, primero para captar escenas familiares y paisajes en sus numerosos viajes por el mundo, y luego para intentar atrapar la esencia del movimiento.

Sus primeras exposiciones individuales son de 2004 y esta que ahora recoge la galería londinense es una buena muestra de su trabajo detrás de la cámara. Fotografías de gran formato de hasta dos metros de altura tomadas en formato digital y color en lugares tan dispares como las calles de Brasil, Santo Domingo o Hawai, escenas espontáneas de baile festivo; o escenarios de París y Nueva York donde se ha colocado fuera del linóleo y ha disparado a bailarines de la compañía de Merce Cunningham o del Ballet de la Ópera de París.

Baryshnikov y Willem Dafoe en The Old Woman

Baryshnikov y Willem Dafoe en The Old Woman

Su punto de vista, de quien ha estado bailando y ahora intenta recoger el movimiento, lo coloca en una posición privilegiada a la hora de mirar, aunque reconoce que toma muchas fotos y que el proceso de selección es muy complicado. Las fotos capturan la fluidez de la danza, evocan la imagen de los bailarines en vuelo. Como explicaba a The Guardian en una reciente entrevista: “Quiero que el público vea, que pueda llegar a imaginar el movimiento antes y después de que se produce, no solo el momento congelado”.

Para conseguir esas imágenes tan etéreas, desenfocadas y de contornos borrosos utiliza una larga exposición y apertura del disparador, de manera que la lente se expone a la luz lo suficiente como para conseguir el efecto deseado. Para hacerlas pone en prática una de sus máximas, que el arte se produce cuando el corazón está caliente pero la mente fría.

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