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Cultura

Cómo hacer un calvo a una poesía

En Hermosos y malditas, Cultura miércoles, 11 de junio de 2014

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

De niño un profesor de literatura la emprendió conmigo a puñetazos porque le había subido por error un bocadillo de blanco y negro… sin anisete. Desde entonces he tenido a la charcutería como un saber sensible y esotérico por encima de Blake, Rimbaud, Baudelaire y toda su poesía.

En inglés hacer un calvo se dice mooning. A través de la ventana del tren que me lleva a Castellón, escuchando en bucle la canción más hermosa del año (Talking Backwards, Real State), leyendo un poemario de A. P. publicado en V., observo ahora los solares, ahora los edificios de Calatrava, ese que cobra, y, quizás, porque de alguna angustiada manera estoy pensando seriamente la posibilidad de hacer un calvo o una luna, me vienen a la mente moonings concurridos: Patch Adams en Alburquerque, Movement against Monarchy en Buckingham Palace.

¡Zas, en toda la monarquía! Mooning frente al Buckingham Palace

¡Zas, en toda la monarquía! Mooning frente al Buckingham Palace

Con parte de mi cuerpo asomada a la ventana, lloviendo lluvia fuera y dentro del vagón trozos de poesías arrancadas con los dientes del poemario de A. P. recuerdo -siempre que llueve me pongo a pensar en Londres- el grito de Baddy Dolly Jane al crítico Boris Groys en la Tate: “this man has stolen my time!”.

Otro salchichón sin anisete, otro poeta que nos roba el tiempo: hay poesías que merecen un buen calvo.

Rimbaud viendo a Di Caprio venir

Rimbaud viendo a Di Caprio venir

Sí, en lo que se refiere a la poesía la frase más célebre de Holderlin “allí donde está el peligro crece también lo que nos salva” tiene valor de verdad enunciada del revés: si algo puede salvarnos es, desde luego, la poesía, pero allí donde hay poesía crece el peligro también.

Mona Lisa mooning por Banksy

Mona Lisa mooning por Banksy

No quiero parecer rubio, rencoroso ni más alto de lo que soy. En lo que sigue sólo recojo seis peligros poéticos en abstracto que merecen un buen calvo y a la vez seis hermosos ejemplos de salvación.

1. El poeta vanidoso

El peligro del poeta vanidoso nace de una confusión: tomarse en serio la poesía no es tomarse a uno mismo en serio. La otra noche fuimos al Sporting Club y a Slaughterhouse y la risa de Jordi Corominas nos salvó de este peligro. Nos recordó a Manuel Vilas y estar allí los poemas de Wilfred Owen sobre la gran carnicería.

Jordi Corominas, poeta y performer

Jordi Corominas, poeta y performer

2. La poeta flotante

La poeta no suele ser tan vanidosa pero también flota. Las flores dan ganas de plantar un calvo. Aquí la salvación es doble: al exceso de lirismo oponemos la densidad de espinas sin rosa a lo Pizarnick de las Bárbaras Biela y Butragueño, la alta filosofía de Éncar Reig, joven poeta ruzafí.

Mooning in a bus

Mooning in a bus

3. El poeta que corteja

Al poeta que rima pa ligar oponemos la intertextualidad, la metaliteratura y el surrealismo salvaje de Aldo Alcota. También salva un poco el impulso social de Viktor Gómez en Café Malvarrosa donde gustaron Raúl Alonso, Anastasia Kontratevidi y Juan Noyes.

El poeta Alcota escuchando jazz en Café Mercedes

El poeta Alcota escuchando jazz en Café Mercedes

4. El poeta-brasas

Nos salva del peligro de la intensidad a la Pablo Iglesias, la sencillez de Francisco Fuentes, el clasicismo de Dolan Mor, el álmax de Jose Ramón Alarcon, la no-vanguardia de Jesús Ge, el recogimiento arriesgado de la poesía visual de Sergio Pinto Briones, poeta en calma.

"Vida": la poesía concreta de Sergio Pinto Briones.

“Vida”: la poesía concreta de Sergio Pinto Briones.

5. El poeta de club

En Valencia hay salas que huelen a Iglesia, a cerrado y a padrino. La poeta que yo quiero no necesita lavarse cada día con agua bendita ni pertenece a ningún club. Pablo Miravet es un estupendo poeta sin club y se ha tomado en serio la advertencia del mejor de los Panero (Michi), aquella de que en esta vida se puede ser todo menos un coñazo. Miravet ha publicado dos poemarios en la bartlebyana virtud de la contención.

"Vacancias", de Pablo Miravet

“Vacancias”, de Pablo Miravet

6.  La encerrona del poeta

Los seguidores de Benedetti tienen más peligro que los de Bukowski pero ir por ahí desenfundando a traición una poesía es lo peor. Yo mismo anduve un tiempo recitando a la primera chica coja que pasaba fragmentos de J. M. Roca en el cuchicheo mántrico de Cummings: “¿de manera que soy un trazo pintado con ceniza en el mapa del agua?”

Ahora en la madurez hablamos al revés (talking backwards), es decir, le hacemos al pasado, niño que baja con nosotros por el río, el calvo más oscuro: nuestro calvo interior.

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