El cine estadounidense debuta en Sección Oficial de Cannes con Wonderstruck, de Todd Haynes (Carol, 2015), un nuevo film de época de factura impoluta, por partida doble, puesto que narra dos historias y su confluencia, situadas en 1927 y 1977.
Basándose en una novela del mismo título de Brian Selznick, autor de La invención de Hugo Cabret, el argumento presenta a una niña sorda en busca de su madre, protagonista de la parte de la película rodada en blanco y negro, sin sonido, a imitación del cine mudo. Por otro lado, en 1977, en un Nueva York que supura fiebre disco y negritud funky, con un tratamiento del color y un diseño de producción también exquisitos, Ben, que ha quedado sordo por un accidente, busca a un padre que nunca conoció. El talismán que une ambas historias es un mismo libro sobre los Gabinetes de curiosidades, y el mundo mágico donde se producen los prodigios es el Museo de Historia Natural.
Los paralelismos de las dos búsquedas son mostrados con la alternancia de imágenes, pasamos de una historia a otra en intervalos relativamente breves, sustituyendo las imágenes mudas en blanco y negro por las coloristas y musicales setenteras y viceversa hasta el último tercio del filme. El pasado no se puede cambiar, es una historia que produjo otras nuevas, que viven su propia vida, que se extienden hasta la actualidad de 1977, donde ofrecen todas las respuestas a las preguntas que nadie respondió. La comparación con la adaptación de Scorsese de la anterior novela nos muestra las potentes personalidades de los dos directores, su distinta capacidad de evocación, de empatía y de entretenimiento, porque las preferencias de estilo son de cada espectador.
La cinematografía y estilismo visual de Todd Haynes son cautivadoras en todas sus películas, evoca mundos y vivencias con extrema minuciosidad, hasta el punto de llegar a convertirse en uno de esos dioramas expuestos en el Museo, donde a través de un cristal observamos un fragmento reconstruido de la vida, de la historia.
Wonderstruck resulta de un preciosismo anestesiante, demasiado medido, con excelentes interpretaciones de Julianne Moore y Michelle Williams, así como de los niños Oakes Fegley, Millicent Simmonds y Jaiden Michael. Es una película para adultos con todo el tiempo del mundo o para niños con un aguante exagerado. El argumento es tan milimetrado y predecible, que nos queda solo disfrutar del tableau vivant durante dos horas de nuestra vida, admirando la destreza visual y el ejercicio estilístico del director de Velvet Goldmine.
Bien distinta ha sido Western, proyectada en Un Certain Regard, coproducción germano-búlgara. La directora alemana Valeska Grisebach ha presentado una aventura austera, una historia de hombres duros, trabajando en un país extranjero del que no conocen la lengua ni las costumbres, que ha sido coproducida por Maren Ade (Tony Erdmann). Las diferentes actitudes personales ante la misión son representadas por el capataz Vincent (Reinhardt Wetrek) y uno de los obreros, Meinhard (Meinhard Neumann), que protagonizará el encuentro con los habitantes de un pequeño pueblo de Bulgaria. Las claves del western revisadas y actualizadas por una mujer están muy bien enhebradas, el guion es coherente y deja claro desde el primer momento cuáles son las intenciones de la directora. Toma partido y prefiere narrar una historia de encuentros, a pesar de los desencuentros, apostando por la universalidad de los valores personales, lejos del buenísimo fácil, o el maniqueísmo complaciente.
Olvidable, por otra parte, Jupiter’s Moon, de Kornel Mundruczo, director de la reconocida White Dog, que participó en su día en la sección Un certain regard. Lamentablemente, el húngaro se ha perdido en una película que comienza como un thriller de trasfondo político, con la crisis de los inmigrantes sirios, continúa el suspense con el drama de un médico negligente y corrupto, y todo va envuelto en una reflexión, según su director, sobre la pérdida de la fe, la falta de predisposición a los milagros y ganas de hacer experimentos con el fantástico. Ninguna de las historias se aguanta en pie, ni las persecuciones nos llegan a entretener. Según las declaraciones de Mundruczo, buscaba una forma con la que vehicular su sensación de que estamos “cayendo”. No podía ser únicamente de género puro, así que utilizó estereotipos y elementos del cine de género, porque es en la fusión donde se encuentra la verdad, en un análisis parabólico de realidades complejas. De las intenciones al resultado va una distancia astronómica.
La sección Un certain regard se ha inaugurado oficialmente con la presentación de su jurado, presidido por Uma Thurman, y con la proyección del filme Barbara, donde Mathieu Amalric dirige a su ex esposa, la maravillosa actriz Jeanne Balibar. Cine dentro del cine, el biopic que dirige Yves sobre la cantante francesa, interpretada por la actriz Brigitte, es una honesta aportación al género, que, en simbiosis, se convierte en un musical en sí mismo. Un musical de la escuela que circunscribe las canciones a su ámbito natural, que no se entretiene en pesquisas biográficas o pseudopsicológicas, pero tampoco carga las tintas en la identificación enfermiza de la intérprete y la interpretada.
Barbara brilla personificada en Brigitte/Jeanne y Yves/Amalric cede deliberadamente el protagonismo, sin arrogarse más crédito que el de un director fascinado y transformado por la diva, desde la adolescencia. Sin embargo, al mismo tiempo, ese canto de amor a la cantante, gran regalo de Amalric a Balibar, no es bocado fácil para quien no comparta de entrada la pasión desbordante declarada a Barbara, que puede desinteresarse demasiado pronto o, en el mejor caso, descargarse toda su discografía, en cuanto salga de la sala.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!