Desterrado de la historia de la fotografía, William Mortensen es uno de los últimos eslabones del pictorialismo fotográfico. Ansel Adams lo denominó El Anticristo. Esta es la historia de un outsider de la fotografía del siglo XX.
La figura de William Mortensen (1897-1965) brilla a media luz en cualquier enciclopedia fotográfica que se precie. Sin embargo este fotógrafo americano fue muy popular desde finales de los años 20 hasta los años 40 en Estados Unidos. Gracias a sus retratos de actores de Hollywood como Rodolfo Valentino, Jean Harlow, Lon Chaney, Clara Bow, Peter Lorre o Norma Shearer. Sus imágenes se publicaban en Vanity Fair e incluso tuvo una columna fotográfica semanal en Los Angeles Times. Tuvo su propia escuela de fotografía y una colección de libros de técnica fotográfica que llegaron a ser bestsellers.
¿Pero qué hacia tan especial a este fotógrafo?. Mortensen es el último de los grandes fotógrafos pictorialistas. Este movimiento inundó la fotografía de principios del siglo XX, pero su interés fue decreciendo hacia otras filosofías fotográficas, en el mismo grado que aumentaba la popularidad de Mortensen.
Mientras que la fotografía pictorialista se basaba en el concepto romántico aplicado a retrato y paisaje, sus trabajos caminaban a grandes pasos hacia lo fantástico y lo grotesco.
Escenas que parecen sacadas de las películas de monstruos de la Universal, personajes históricos como Paganini, Maquiavelo o Napoleón, así como los pecados y virtudes del hombre formaban parte del imaginario de este fotógrafo que llevó los ideales del pictorialismo fotográfico hasta límites insospechados.
Consideraba el realismo fotográfico como un callejón sin salida, y que las fotografías, deben ser algo más que objetos de belleza estética para ser admirados. Deben tener un efecto sobre el espectador, explorar sus emociones extremas e inspirar reacciones extremas.
Este tipo de afirmaciones le valieron el rechazo frontal de las nuevas corrientes que defendían el realismo fotográfico, como el grupo f/64. Y levantaron las iras de algunos de sus miembros como Ansel Adams, que llegó a denominarlo El anti-cristo.
Si algo sorprende y fascina realmente a nuestros ojos contemporáneos es el tratamiento de sus imágenes. Montajes que fusionaba con técnicas fotográficas como el bromóleo o el Metalchrome, y que nos hacen dudar si estamos ante una fotografía o un grabado. Un control de la luz sorprendente que pone en jaque al espectador.
Aunque en 1949 fue galardonado por la Royal Photographic Society, su nombre y sobre todo su obra fueron relegados al olvido. Gran parte de los originales desaparecieron, al igual que su figura. La del último de los grandes fotógrafos pictorialistas.
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