fbpx

‘Vértigo’: dentro de la mente de Hitchcock

En Cine y Series sábado, 3 de junio de 2023

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

En su tiempo, Alfred Hitchcock era considerado un director comercial, no un autor, les daba a los espectadores lo que estos querían y sus películas siempre aparecían entre las triunfadoras de la taquilla. Quizás debamos tener en cuenta esto para comprender como desde el rígido sistema de Hollywood se produjo en 1958 una de las películas más personales y oscuras de la historia del cine, Vértigo.

Y es que ni el mayor exhibicionista, ni el más vanguardista del undeground han realizado una película en la que se vea tan bien lo que ocurre dentro de su mente como hizo Hitchcock aquí, en la que puede ser considerada como la gran culminación del concepto de “director/autor”, del que tanto hablaban los chicos de Cahiers du cinéma que estaban a punto de crear la Nouvelle vague.

Por eso creo firmemente que Vértigo (De entre los muertos) es su mejor película, aunque desde luego no es la más representativa, sí es la más personal. Aquí nos adentramos en los rincones más oscuros de ese director que mantuvo un matrimonio sin sexo, pero encontró en la cámara su más fiel aliado para mirar en sitios, situaciones y personas que estarían vedados en la vida real para alguien que se definió a sí mismo como Un joven inusualmente poco atractivo.

Vértigo es un viaje a los rincones más oscuros de la mente del director, al obsesivo control de sus actrices, de sus impulsos más primitivos.

Vértigo trata sobre un hombre totalmente obsesionado con una mujer desaparecida, una obsesión que le llevará a modelar a otra mujer de rasgos parecidos, a su imagen y semejanza. Lo curioso es que Hitch había perdido a su actriz favorita, Grace Kelly, por la que estaba totalmente fascinado, y necesitaba encontrar en otra todo lo que le atraía de ella. Es lógico que encontrara el guion de esta película fascinante, ya que esta historia hablaba sobre él y sus pasiones más turbias. Solo hay que ver cómo nos presenta al personaje de Kim Novak (el reemplazo de Kelly), es verdadera poesía, no nos presenta a una mujer, sino a una fantasía.

Pero es que ya lo hace así desde el principio, los títulos de crédito son totalmente representativos, una música incómoda y angustiosa, una cara femenina en blanco y negro y primerísimo plano, solo vemos la nariz y los labios, el primer plano se cierra sobre ellos, aparece el nombre de James Stewart, el plano sube hasta los ojos que miran a cámara, luego a un lado y a otro, y vuelven a mirarnos fijamente, aparece el nombre de Kim Novak, el plano se vuelve a cerrar sobre el ojo derecho, entonces nos aparece que estamos en una película de Alfred Hitchcock, luego el plano se cierra todavía más sobre el ojo y el blanco y negro se transforma en un rojo pasión y desde la pupila surge hasta quedar encuadrado dentro del ojo el título de la película, Vértigo. Al director el vértigo no se lo producían las alturas, sino las rubias…

Estamos ante una película que es la fantasía de un voyeur y un fetichista, alguien que se obsesionaba con sus actrices de una manera extraña y mórbida. Es un viaje a los rincones más oscuros de la mente del director, al obsesivo control de sus actrices, de sus impulsos más primitivos. Es una película contemplativa, en la que durante muchos minutos no se dice nada, y en la que Hitchcock decide romper con el suspense (algo extraño en él) para dejarnos claro desde el principio que los dos personajes interpretados por Novak son la misma persona. Aquí no está interesado en el suspense, sino en la psicología.

El caso es que Vértigo es la primera película de Hitchcock sin su musa ideal, la rubia glacial que escondía fuego en su interior. Hitchcock siempre había hecho de menos a las sex symbols latinas, principalmente italianas, eran demasiado voluptuosas, sus formas dejaban poco a la imaginación. Este voyeur, feo y obeso, siempre fue un gran fan de la imaginación, para él el erotismo se encontraba en la sofisticación y en lo que no se veía, lo que se imaginaba.

De ahí que siempre considerase que la escena clave de esta película era aquella en la que el personaje de Kim Novak realiza lo que podríamos considerar un striptease al revés, esto es, el personaje de James Stewart la va modelando para que luzca igual que la mujer que se suicidó delante suya, le ha comprado la misma ropa, la ha maquillado igual, le ha teñido el pelo, pero el peinado no es exactamente igual. Están en su habitación, él sigue sin verla exactamente como en su fantasía, y eso es lo que realmente es, una fantasía, ya que la mujer que se suicidó es la misma que tiene delante, solo que antes interpretaba una creación hecha para que se enamorase de ella y por eso se resiste al cambio, quiere que la quiera como es realmente, no como la fantasía soñada por él.

Al final, ella acepta y se mete al cuarto de baño, la iluminación de la escena es ligeramente irreal, con una tonalidad verde proveniente de una luz de neón junto a la ventana. Él está nervioso, excitado y no puede con la espera, entonces suena el cerrojo del baño y la puerta se abre, Stewart se gira con los ojos en éxtasis, ella está iluminada como un fantasma, es una aparición, se ha peinado finalmente el pelo como él quería, se dirige hacia él y se besan apasionadamente.

El director le explicó la escena a la perfección a François Truffaut en su famoso libro de entrevistas: el personaje de Stewart, Scottie, quiere tener relaciones sexuales con esa persona muerta, o sea, estamos hablando de necrofilia. Para ello tiene que lograr la transformación total de Judy (el personaje de Kim Novak), en la fantasía soñada (que también había interpretado la propia Judy), pero se resiste, porque quiere que la quiera a ella, no a su personaje, pero eso no satisface a Scotty.

Dejemos que lo explique Hitchcock: No está completamente satisfecho porque no se ha peinado formando un moño. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que está casi desnuda ante él, pero todavía se niega a quitarse la braguita. Y entonces, cuando sale del baño, es el striptease completo. Scotty ha roto —se podría decir que ha denigrado—, a la pobre Judy y está colmando sus fantasías eróticas.

Es la fantasía de un voyeur y un fetichista, alguien que se obsesionaba con sus actrices de una manera extraña y mórbida.

Lo curioso del caso es que si tenemos en cuenta todo esto y le sumamos la obsesión de Hitchcock con Kelly, y el profundo rechazo que sintió por el abandono cinematográfico de la actriz, tenemos una película que es el paraíso de cualquier psicólogo amateur. Uno de los mejores directores de todos los tiempos, metiendo sus obsesiones y parafilias en una película y transformando a una actriz en otra, en un papel en el que tiene que interpretar la fantasía de un hombre, luego enamorarse de ese hombre y luego ver como ese hombre la rechaza para transformarla en esa fantasía, todo ello con el perverso placer de un voyeur mirándolo todo desde esa herramienta sagrada del voyeurismo que es la cámara. Por cierto, Hitchcock nunca volvió a contar con Novak después de Vértigo.

Normal que un par de años después otro icónico director inglés, coetáneo de Hitchcck, Michael Powell, estrenase su película más personal, El fotógrafo del pánico, en el que un psicópata mata a mujeres mientras las filma con una cámara. Por cierto, ese mismo año Hitchcock rodaría Psicosis, menos mal que ciertas parafilias y obsesiones se pueden resolver en el arte mejor que en la vida…

Suscríbete a nuestra newsletter

* indicates required

Compartir:

Kim NovakFrançois TruffautGrace KellyAlfred HitchcockJames StewartNouvelle VagueMichael PowellVértigo

Artículos relacionados

Comentar

Debes ser registrado para dejar un comentario.

Sin comentarios

Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!