En la sección oficial del 29º PÖFF Festival Internacional de Cine de Tallin, brilló la película mexicana Versalles, dirigida por Andrés Clariond, un cineasta de agudo bisturí, que conoce bien los resortes de la política y la sociedad de su país. El director encuentra la forma de satirizar y elevar a categoría sus objetos de estudio, helándonos la carcajada y transformando el localismo en arquetipo universal.
En Versalles, la caída de un político se convierte en el punto de partida para una deriva tan absurda como inquietante. Tras ver frustradas sus aspiraciones a la presidencia de México, Chema y su esposa española Carmina se retiran a una hacienda rural donde la derrota pronto se transforma en fantasía: deciden autoproclamarse monarcas de un reino imaginario, convierten al personal doméstico en cortesanos y despliegan un ceremonial cada vez más extravagante. Lo que empieza como evasión adopta tintes delirantes, con rituales caprichosos, castigos arbitrarios y una reconstrucción grotesca del poder, repleta de símbolos.
¿Qué ocurre cuando el poder deja de ser un ejercicio institucional para convertirse en una fantasía sin límites?
El filme dialoga con la sátira política y el humor negro reinterpretando los excesos de la aristocracia francesa desde la óptica de la política contemporánea. Su fuerza reside tanto en la ironía y la estilización visual como en las interpretaciones de Cuauhtli Jiménez (Finlandia, 2021) y Maggie Civantos, que encarnan una relación marcada por la ambición, la manipulación y la progresiva ruptura con la realidad. A partir de este universo deformado, Versalles plantea una pregunta central: ¿qué ocurre cuando el poder deja de ser un ejercicio institucional para convertirse en una fantasía sin límites?

Estreno mundial
Nos encontramos en Tallin con Andrés Clariond, que acude a la entrevista con una amplia sonrisa, tras el sold out de su película en el festival y haber tenido una acogida inversamente proporcional al frío estonio. La proyección de Versalles supuso su estreno mundial y el director nos confesó su inquietud previa al enfrentarla al público del país báltico: «Estaba nervioso porque había mucha expectativa, porque es una película que toca temas universales, pero a la vez tiene cosas muy mexicanas y venir a un país tan lejano, con una cultura tan ajena… quién sabe cómo iban a reaccionar. Y además presentamos en la sala principal llena, todo vendido, pero hubo muy buenas reacciones. Es una comedia que genera risas incómodas. No es de carcajada, pero hubo mucha risa incómoda, mucho interés, la gente se quedó mucho para el Q&A. Según comentó el moderador, nunca había visto reaccionar tanto al público, eso es una buenísima señal».
Política y sociedad
Clariond ha escrito todas sus películas, aunque en Versalles contó por primera vez con un coguionista (Alo Valenzuela). En las anteriores, el director ya dejó aflorar algunos de los temas que ha explorado aquí, por ejemplo, en la premiada Hilda (2014) nos ofreció un estudio de la relación entre criadas y señoras, y él nos lo confirma: «Creciendo en México, el tema de las clases sociales siempre me llamó la atención, sobre todo viniendo de una vida privilegiada y viendo eso desde niño. Yo crecí en una sociedad muy conservadora, fui a escuela de curas. Toda esta visión muy de derechas siempre me chocó y me dejó con muchas ganas de ser transgresor y de burlarme de todo eso. En una escuela de curas hay muchas cosas que no puedes decir, además eran de extrema derecha, aún peor. Así que en mí siempre estuvieron esas ganas de romper los límites y eso se traduce en mi cine.»
El mundo de la política no es ajeno al director mexicano, ya que es también editorialista de Reforma, «Llevo muchos años analizando a políticos, escribiendo de política y a mí me interesaba hablar de ese periodo cuando ya no están en el poder, que se me hace muy interesante, porque si yo me pongo en sus zapatos y pienso que durante tantos años tienen ese trato de casi realeza, donde estás rodeado de aduladores y todo te lo solucionan y eres como un rey, pero que cuando vuelven a una vida normal debe de ser algo muy duro. Y yo quería explorar eso, era mi curiosidad.»

Sátira y humor negro
Clariond utiliza la sátira con toques surrealistas, pero también muchos símbolos, el más evidente el de la corona, que nos hace pensar que todos queremos lo mismo, y que solo necesitamos una oportunidad para actuar de una forma que pensaríamos que jamás lo haríamos. «Fue totalmente deliberado, es la tentación del poder —confirma—, aquí llevado a la exageración. Pero sí, yo creo que no sabemos cómo reaccionaríamos en esa situación». En la escena en que Chema presume con su nuevo accesorio real, nos enfrentamos a dos diferentes reacciones, el alcalde que está de visita siente la tentación de coronarse, mientras que el asistente del político duda al abandonar el despacho, pero sin que nadie se lo pida, hace una reverencia. No puede ser más ilustrativo, se es aspiracional o servil. En un país republicano como México aún es más relevante esta escena: «Y mira que nosotros no tenemos la exhibición del poder y la experiencia con la realeza. Pero sí hay este halo que se le da a las figuras públicas y a los políticos. Por un lado se les odia y por otro lado se les admira por poderosos, por muchos casos ricos. Ahora en mi estado tenemos una pareja muy joven gobernando, obsesionados con las redes sociales, y él sale haciendo ejercicio sin camisa todos los días. Y son muy populares, pero no son populares por su gestión, sino por guapos, ricos y famosos».
Esa veneración suele durar hasta la caída en desgracia: «Sí, sí. Hay mucha gente que lo que quisiera es estar ahí, actuaría igual que ese político que critican ellos, llegando ahí harían lo mismo». Pero el final de Versalles es mucho más realista que el camino a la guillotina: «En México todos los días hay escándalos de corrupción, millonarios, se pasa al día siguiente y nadie dice nada, no se hace nada».







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