Segunda entrega sobre la actualidad levantina de Freud y Lacan. Toda tierra tiene sus fobias y complejos. Apuntes sobre la recepción del análisis en casa y a nuestro alrededor. De cómo se empieza hablando de Marnie, la ladrona, y se acaba escuchando un tema de las cornudas Deers.
4. La última vez que te vi
La última vez que nos vimos descubrimos con sorpresa la fresca presencia del psicoanálisis en Valencia. Mencionamos sedes locales en la estela de Lacan. Apuntamos el privilegiado llegar hasta aquí de Reich, pero en lugar de hablar del tratamiento clínico, en abstracto, de la luz que Freud arrojó sobre esas neurosis o fobias observadas hasta entonces como algo brujo y oscuro, hablamos del IKEA de Alfafar, de Marnie la ladrona y del tarro de David Lynch. Luego la atención se centró en el color del comedor de mi casa.
O sea que hablamos de la compra compulsiva de muebles a pedazos en Alfafar, de Hitchcock y del tarro de Lynch, de la fallida última película de vampiros de Coppola pero no del desarrollo libidinal, del instinto y la pulsión, del tótem y el tabú, de la interpretación de los sueños, de la comprensión profunda de las afecciones, del recordar, repetir y reelaborar, del Ello, del Yo y el Superyo.
Para Orlando Osorio, antiguo paciente freudiano, hay relación entre la exhibición constante del puro y la envidia de pene.
5. El inconsciente territorio velado o cómo el pasado está en contínuo movimiento
Una de las ideas centrales del psicoanálisis en su formulación clásica consiste en que tras la superficie de nuestro comportamiento y elecciones se esconden motivaciones inconscientes que pueden desvelarse en un diván. Es por ello que nos preguntamos por Valencia desde una habitación del Antic Regne mirando indiscretamente por el deslunado el antiguo cine Paz, ese cine que en Valencia se quiso destacar por echar cine de pensar y de pensarse a sí.
Y es que el psicoanálisis, esa práctica terapéutica fundada en la Austria de finales del siglo XIX por Sigmund Freud, es en realidad varias cosas: una forma de explicar la marcha del ánimo, lo que nos pasa por dentro, por así decir; una terapia (un procedimiento, una técnica) y un método de investigación. El psicoanálisis moderno es plural en los tres sentidos anteriores: en la teoría, en las formas de terapia, en el método.
El complejo de Edipo, la resistencia, la represión y un sentido amplio de la sexualidad son pilares del marco psicoanalítico.
6. Donde se apunta una fobia patria
Ah, Valencia en el diván. ¿Se habló, se habla ahora o se hablará, acerca de por qué los gobernantes de nuestra tierra se comportan como si todo el dinero que le pudieran ofrecer a la gente rica, al ducado, a aquel cantante tan moreno que machacó el tango o a quien no lo necesita, fuera poco (la Valencia rica que atesora)? No. ¿Se habló de cómo en la cabeza con peineta de nuestra ciudad anida a la vez, ezquizofrénicamente, la idea contraria, la idea-víctima, aquella por la cual de tanto dinero que nos quitaron, de tan pobres que nos dejaron, todo dinero que se pueda dar al que realmente lo necesita es demasiado o no hay? ¿Del miedo a perder la identidad? ¿De la fobia al vecino? ¿De…?
No, no y no. Se habla un poco de Tippi Hedren, de Los pájaros, de la recepción local del psicoanálisis, del color del salón de mi casa i avant. Hay teóricos que han sostenido una tipología (psicoanalítica) de los complejos de nuestra tierra.
7. Gre, Jesu, Nach & Rose
Aquella noche, en la habitación verde, la filóloga y analista Rosa D. C. nos contó que en el seminario sobre la angustia, Lacan afirmaba que la justificación y el deber de un psicoanalista era ayudar a mejorar la posición del sujeto. Y efectivamente, así es, aunque no solo, por supuesto –explicó Rose– es indudable que el psicoanálisis tiene efectos terapéuticos, pero nuestra praxis va más allá y exige del analizante, del paciente si se prefiere, un compromiso con el analista, con el psicoanálisis y consigo mismo.
Por eso el psicoanálisis -decía la filóloga y analista Rosa Durá mientras mi amigo Nacho quitaba el disco de Crosby, Still, Nash & Young y ponía un tema de las Deers– es mucho más que una terapia; es, por decirlo de algún modo, una incitación a un encuentro, un encuentro con lo más íntimo de uno mismo, y una investigación sobre nuestra particular historia…
La identidad, cuestión tan grata al análisis, parece una constante de esta genial artista con taller en Valencia.
La persona que demanda un análisis llega con un malestar que, a menudo, no logra ubicar y es causa de su sufrimiento –decía Rose como si nada– el recorrido analítico posibilita reconstruir la causa de ese padecimiento, permite descubrir las determinaciones inconscientes, el porqué de algunas compulsiones o adicciones, por qué esa angustia sin causa conocida, por qué repetimos siempre las mismas acciones, por qué esa sensación de vacío, de inconsistencia.
El voyeur se contenta con obervar, el fetichista quiere apropiarse del objeto de deseo.
8. Carlota es un nombre naranja
De forma poco elegante miro el deslunado indiscreto, la gent del barri, quiero interrumpir a Rose porque como en un disputado partido de tenis mis ojos comienzan a ir del color del salón al vestido que llevaba Tippi Hedren en Los pájaros, cuya copia beta comprada en Inglaterra treinta años atrás uno había colocado… ¡junto La habitación verde de Truffaut! quiero hablar pero no puedo. Quiero hacerle una pregunta: ¿hay alguna relación en el hecho de que Carlota sea mi nombre de chica preferido, y el naranja mi color, que me haya casado con una chica pelirroja o quedado hipnotizado por las Deers…
Continuará…
Hermosos: divanes fin de siglo
Malditas: Deers (uno no se las quita de la cabeza).
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