Zapatos y accesorios metalizados se imponen este verano para que luzcas más que el sol.
Lo confieso: soy como los cuervos. ¿Negro? ¿Con plumas? Uy, qué xenófobo suena todo…yo me refiero a mi brillofilia, a mi tendencia natural a poseer cuanto objeto reluce a mi alrededor. El resplandor de la purpurina me ciega. Me pirran el oro, la plata y el cobre -hasta en su versión bisutería, de esa que deja la piel verde-. Por eso, este verano estoy de enhorabuena. Los amantes del bling-bling lo tenemos más fácil que nunca para incorporar prendas y accesorios metalizados a nuestros outfits diarios sin tener que recurrir a la joya XXL. Evitamos pues correr el riesgo de parecer el patriarca de un clan mafioso, un rapero multimillonario o Jennifer López, que viene a ser un híbrido danzarín de ambas cosas.
Esta temporada se llevan los accesorios iridiscentes, esos que reflejan el espectro luminoso y lo descomponen en diminutos destellos que cautivan nuestras retinas. Particularmente, zapatos y bolsos dorados o plateados inundan los escaparates de los establecimientos comerciales y resultan la forma más segura de lucirlos. Mujeres y hombres -he aquí, en la posibilidad de que nosotros también vistamos con brillos, la novedad- contamos con un amplio abanico de posibilidades para relucir como el mismísimo sol.
Mi apuesta personal, aparte del reloj XXL que me acompaña desde hace varias temporadas y de mis gafas vintage de estrella del country, son los náuticos plateados de donde Amancio, cuya foto ilustra este artículo. Seguro que te los pusiste solo para colgar la imagen en Instagram, diréis algunos. Uy, qué difíciles de combinar, pensaréis otros. Os olvidáis, queridos, que a mí, como a Mecano, lo que opinen los demás, me está de más. Y que igual que nadie detiene palomas al vuelo, volando a ras del suelo, a mí nadie me impide ponérmelos casi a diario. ¿La clave? Un zapato plateado funciona EXACTAMENTE IGUAL en un look que uno gris. Del mismo modo, el calzado dorado cumple estéticamente el mismo papel que uno en un tono marrón clarito. Haced la prueba y comprobaréis que el único cambio en el resultado es que el brillo aporta un extra de sofisticación al conjunto. Si el resto de prendas acompaña, es decir, si son propias para pasar de la oficina a un afterwork una merienda-cena con amigos, adelante: habréis acertado.
Por eso, sacad el cuervo que lleváis en vuestro interior y no temáis a todo lo que brilla: el glitter es vuestro amigo.
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