Pawnee era uno de los lugares inventados a los que más me gustaba volver cada semana. Tras un año y pico sin él, Michael Schur, el creador de aquel universo en el que transcurría Parks & Recreation, se ha inventado otro mundo en el que me voy a quedar el resto de la temporada televisiva: The Good Place.
Eleanor Shellstrop (Kristen Bell) aparece en The Good Place (El buen sitio) tras ser atropellada; primero, por un grupo de carros de supermercado y, después, por un camión que promocionaba pastillas para la disfunción eréctil. Allí la recibe Michael (Ted Danson), una suerte de casero del más allá que debe cuidar de una comunidad de recién fallecidos en su también recién construido barrio temático.
Eso sí. A The Good Place, explica Michael, sólo llega la crème de la crème.
Desde arriba, un algoritmo cuenta los actos de los vivos de abajo y el cálculo final, una vez son enterrados, decide quién acaba bajo la supervisión de líderes como Michael. Básicamente, es como si Facebook decidiera si vas al cielo según las veces que has megusteado los comentarios de tu madre en tus fotos y publicaciones (o no).
En el barrio que ha diseñado Michael, cada casa se adecua a la personalidad de los muertos y responde a la recompensa que se merecen por el altruismo que han demostrado en vida. Evidentemente, todo The Good Place está repleto de personajes insoportablemente abnegados de sonrisas blancas y felicidad histérica. Eleanor, sin embargo, es la deliciosa errata de todo el tinglado. Alguien la ha colocado en el sitio que no tocaba.
No es nuevo. Michael Schur siempre ha tomado las jerarquías en el puesto de trabajo para colocar sobre ellas a un outsider. En el caso de Parks & Recreation, Leslie Knope era una extravagante —aunque competente— funcionaria que debía luchar contra el statu quo político local para defender los intereses de su departamento de parques. En una línea similar, Jake Peralta era un infantil —pero efectivo— detective que tenía que esconder su hiperactividad ante el nuevo jefe de policía para seguir resolviendo crímenes. Y ahora Eleanor, una loser que dedicó su mortalidad a comportarse como una zorra, debe aprender ahora a ser buena, para no desentonar en el barrio que Michael tan minuciosamente ha preparado para ella y el resto de buenazos.
De nuevo, un personaje tiene que adaptar sus diferencias para encajar en el nuevo mundo que se abre ante él. Para Leslie era un ayuntamiento de burócratas y para Jake, un departamento controlado por un jefe estricto. En el caso de Eleanor, su personaje debe abrazar lo que no conoció en vida —prescindir de su narcisismo— para no ser condenada al ostracismo (o enviada al infierno, vaya).
Pero tal y como ocurría en Pawnee, The Good Place cada vez va a desplazar más los focos de Eleanor para centrarlos en el resto de personajes y abusar así de la mitología que puede ofrecer el universo creado por Michael (ambos Michael). Es el camino que ha seguido siempre Schur en series previas y sin duda esta premisa le va a brindar esa posibilidad en formas que prometen aventuras harto disparatadas.
En sus dos primeros capítulos, The Good Place ha dejado claro que todavía necesita tiempo para encajar los engranajes del cielo que está tratando de dibujar. Kristen Bell y Ted Danson, además, son una pareja de sobrado talento como para sobrellevar esto con mucho oficio. En Schur y en ellos confío para que este año The Good Place sea mi sitio feliz. Bueno, mejor dicho, mi happy place.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!