En un spin-off como The Good Fight, parecería que cualquier mención a Alicia Florrick, la protagonista de la serie matriz The Good Wife, supondría un castigo; un recuerdo perpetuo del de dónde viene esta serie y de lo que nunca podrá ser de nuevo. Y efectivamente, The Good Fight nunca será The Good Wife. Ni que lo necesitara.
Alejado el foco de la buena mujer, The Good Fight se ha pasado a los ascensores de una firma de abogados de Chicago formada casi enteramente por afroamericanos. Sus últimos dos blancos añadidos, la ya conocida en la serie anterior Diane Lockhart (Christine Baranski) y el nuevo fichaje Maia Rindell (Rose Leslie), forman parte del trío protagonista que apuntala la también presentada en The Good Wife Lucca Quinn (Cush Jumbo).
Michelle y Robert King, matrimonio creador de ambas The Good…, no esconden sus referencias. The Good Fight, al fin y al cabo, comparte muchos de los alicientes de su madre. La esencia de los capítulos la marcan las estrellas invitadas como Elsbeth Tascioni (Carrie Preston), los temas de actualidad como el movimiento alt-right o las tramas en paralelo a ritmo de violines. Es la división de esfuerzos entre tramas y personajes y la energía renovada de los King la que convierten a The Good Fight en algo muy diferente a la The Good Wife de la que nos despedimos hace ya casi un año.
Cuando The Good Wife alcanzó su madurez en ese episodio maestro llamado “Hitting The Fan”, era fácil imaginar que aquellas cotas de excelencia serían difíciles de alcanzar en el futuro. Y lo cierto es que, salvo por breves destellos, The Good Wife nunca llegó a explotar de nuevo a sus protagonistas de la forma en la que lo hizo en su quinta temporada. Comprensible, claro, teniendo en cuenta el desgaste de una serie que llevaba en activo 112 capítulos.
En cambio, The Good Fight no tiene por qué someterse a ese autoritarismo de las temporadas de más de 20 episodios. Relegada a la plataforma de streaming de la cadena CBS, la nueva serie de los King puede permitirse condensar en menos guiones el talento de su equipo de guionistas, directores y actores. Es así que The Good Fight ha logrado ofrecer tantas recompensas en tan pocos capítulos. Sus tramas no se dilatan tanto, los personajes confrontan conflictos de forma casi constante y los episodios-botella —rodados en sets habituales y en los que no se suelen avanzar argumentos principales— son más excepcionales.
La política estadounidense de Trump va a armar a los King hasta los dientes, lo que añadirá si cabe más munición a una serie ya de por sí cargadísima políticamente. También el contexto afroamericano de la firma de abogados protagonista promete tener sobrada trascendencia social —aunque tendrán que andarse con ojo los King para no armar un UnReal.
Por ahora, lo que deja claro The Good Fight es que los King han aprendido. Su nueva serie tiene la madurez de The Good Wife con nuevos personajes que explotar. De ahí hacia adelante, poco más se le puede pedir.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!