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Cultura

Teoría y filosofía del terror

En Hermosos y malditas, Cultura martes, 5 de septiembre de 2023

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

De tanto en tanto, hemos tratado en EL HYPE la manera en que los ciclos del terror tienen lugar en periodos de tensión social pronunciada en los que las ficciones sirven para exorcizar un pesar oscuro. Festivales de cine especializados como el de Sitges o Molins de Rei nos servían para tomar el pulso a los fantasmas del cuerpo social: folk horror en los sudorosos tiempos de cambio climático y deterioro medioambiental, slasher en los desprejuiciados días de Tinder y del sexo poco casual, giros a las home invasions, movimiento ocupa y sobreactuación neoliberal.

Noël Carroll, autor de una de las obras de referencia en la teoría del terror, Filosofías del terror o paradojas del corazón, recoge, por ejemplo, distintas reflexiones sobre la manera en que el género de terror familiar se desarrolló tras la bomba atómica de Hiroshima, por el malestar de traer niños a un mundo atómico. Películas como Nosotros (2018) de Jordan Peele se entienden mejor sobre el trasfondo de una insolidaria sociedad dual.

Terror

Hay textos teóricos de referencia ineludibles porque son obra de grandes escritores de terror, así El horror en la literatura de H. P. Lovecraft o, de la mano de Stephen King su Danza macabra y las digresiones en el prefacio a los relatos reunidos en El umbral de la noche, uno de los grandes títulos de la literatura y no solo de la literatura de terror.

La ficción de terror no solo es una vía para conocer el interior de un cuerpo social, sino que también es capaz de generar una teoría capaz de dar cuenta de los fantasmas de la política en el fracaso del progreso y la igualdad tal como hizo Mark Fisher en la hauntología inspirada en los espectros de Marx. Tras el éxito de expresiones como «sociedad líquida» o «sociedad del riesgo» de autores como Zygmunt Bauman o Ulrich Beck las imágenes de lagos, bañeras y piscinas como metáforas de la psique o la ampliación de la amenaza potencial se han sentido aún más cómodas en las ficciones del terror.

En Poderes de la perversión, Julia Kristeva profundizaba en categorías cercanas al Umheimlich de Freud y para sus detractores, la nueva teoría queer de Judith Butler era rápidamente emparentada no solo con algunas lecturas diagonales del manifiesto cyborg de Donna Haraway  sino con lo que David Cronenberg llamó «nueva carne». El «Manifiesto para una política aceleracionista» de Alex Williams y Nick Srnicek, por su parte, procuraba una cierta desazón y una atmósfera inquietante que son precisamente algunos de los requisitos fundamentales de una buena historia de terror.

Terror

Los atentados del 11/S y la sádica venganza unilateral (el ethos patético y el  espíritu gore de Abu Ghraib, la deshumanización de Guantánamo y otros) dio lugar desde principios del siglo XXI a un buen número de aproximaciones al terror desde la la teoría del arte, fue el caso, por poner solo dos ejemplos muy distintos de las tesis de W. J. T. Mitchell en Cloning Terror o de Félix Duque en nuestro país: Terror tras la posmodernidad o Las figuras del miedo. Derivas de la carne, el demonio y el mundo

Aquellos que se han adentrado en la ficción del terror saben que el género es mucho más que la imagen prejuiciada (quizás favorecida por las poco imaginativas producciones de los años ochenta) que la crítica oficial tiene de él. También hace poco reivindicábamos la calidad y la excelente aportación a la historia del cine de un género que cuenta con autores tan ilustres como Murnau o James Whale.

La citada obra de Carroll, profesor de Filosofía del arte en Pensilvania es una referencia clave, como lo es el análisis de la estructura del terror de John Clute. Tzvetan Todorov desarrolló una influyente reflexión sobre géneros afines en su Introducción a la literatura fantástica. Y si se sabe leer entre líneas, uno encontraría sugestivas ideas sobre el terror en la obra de Safranski El mal o el drama de la libertad, e incluso en la Fobocracia de Peter Sloterdijk y en textos de pensadores indisciplinados, antropólogos  e historiadores como  Michel Foucault, Mircea Eliade o Jean Delumeau.

La reciente edición en nuestro país del clásico de David J. Skal, Monster Show en Es Pop ha supuesto una gran alegría. Skal es un gran historiador del cine y una de las grandes firmas de The Magazine of Fantasy and Science Fiction.

Hay autores aún no traducidos al español: hasta donde alcanzo Thomas Fahy y The Philosophy of Horror o Carol J. Clover y su Men, Women, and Chain Saws: Gender in the Modern Horror Film; el Weird Realism: Lovecraft and Philosophy  de Graham Harman, o, de nuevo, desde una perspectiva de género The Monstruous-Femine de Barbara Creed. Hay muchos más.

En España, destacan teóricos como Pilar Pedraza con ensayos tan profundos y estimulantes como  Espectra. Descenso a las criptas de la literatura y el cine o la más reciente Vampiros en las sombras; las reflexiones de Desirée de Fez, una de las últimas: Reina del grito: Un viaje por los miedos femeninos. El terror genera un apego fascinante no solo anímico sino intelectual y una prueba de ello es la ilusionante honestidad con la que tantos se embarcan en la teoría, así, sin ánimo de exhaustividad sino más bien a bote pronto y hasta donde he podido llegar: Luis Pérez Ochando, Antonio José Navarro, Rubén Sánchez Trigos, Carlos A. Cuéllar (y su monografía sobre The Devil Rides Out),  Jesús Palacios, Vicente Muñoz Álvarez, y sus Películas que erizan la piel, libros colectivos como La filosofía, el terror y lo siniestro de  Vicente Serrano y Antonio Castilla o aproximaciones periféricas como el Scream Queer, la representación LGTBIQ+ en el cine de terror de Javier Parra y tantos y tantos que me quedo sin citar… Gómez Ribero, Rosa Lobo, María Negroni, Moscardó Guillen, David Roas, Isabel Pinedo, ah, la obra de la mexicana Aurora Piéiro, El gótico y su legado en el terror.

Terror

Wes Craven y Drew Barrymore en el set de Scream (1996).

Muy cerca de aquí, este año nos ha sorprendido la calidad y la exhaustividad de Soy lo que me persigue de Ismael Martínez Biurrun y Carlos Pitillas. Se trata de una aproximación detallada y coherente, repleta de referencias clásicas y actuales muy cuidadas sobre la esencia del trauma y la ficción de terror. Heridas y monstruos, asunciones fracturadas, tránsitos y heterotopías, fases de Carroll o de Clute. El gran libro de referencia sobre el trauma y el cine de terror y otro acierto los editores de Dilatando Mentes, Maite Aranda y José Ángel de Dios.

No hay espacio para hablar de la teoría en imágenes, esto es, del documental de terror, por mucho que nos haya encantado Bosques sombríos y días de embrujo del nutritivo director de Severin Films, David Gregory, y la autora de House of Psychotic Women, Kier-La Janisse, o mejor, de la ficción de terror que teoriza (inútilmente) sobre las formas de sobrevivir cuando estamos dentro de ellas: Scream o The Cabin in the Woods  o (de nuevo en papel y casi cómic), el prologuito de Wes Craven para Cómo sobrevivir a una película de terror, de Seth Grahame-Smith.

Hermosos: monstruos de ficción.

Malditas: estacas.

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