¿Qué música harían hoy los antiguos celtas, los compositores clásicos, los inventores del pentagrama…? Todos nos hemos planteado estas cuestiones, pero sólo unos pocos se han atrevido a preguntarles directamente.
TaliasVan
El Libro de Urantia es una voluminosa obra canalizada a través de varios médiums anónimos entre los años 20 y 40. Su contenido abarca desde una revisión a la astronomía en vigor hasta la “auténtica vida” de Jesús. Numerosos grupos espirituales lo emplean hoy como Escritura, atraídos por el misterio de su redacción. Pero sus dos mil páginas no resuelven todos los enigmas, y con el tiempo han surgido ampliaciones apócrifas. Una de ellas es La Familia Cósmica, canalizada a través de Anthony Delevin, alias Gabriel de Sedona, reencarnación de Francisco de Asís, el Rey Arturo y Alejandro Magno, entre otros.
Además de trabajar en su opera magna (que va por su segundo volumen), Gabriel “recibe” una música catalogada de CosmoPop®, CosmoWorship cuando se dirige directamente al Creador, CosmoCountry cuando le da la vena regional. El CosmoPop® proviene de las Pléyades y es el origen de la música primigenia de Avalon, actual Glastonbury.
Delevin no sólo ha desenterrado la música de los antiguos celtas, sino que su rareza Unicorn Love (1985) se precia de ser el primer disco new age con voz. Según las notas del vinilo, Puedes bailar un montón de mi música y divertirte mientras las palabras traen la sanación a tu espíritu. Hoy graba bajo el nombre de TaliasVan & The Bright & Morning Star Band.
Gabriel afirma haber inventado el activismo espiritual, o, como él lo llama, las SpiritualutionSM. Se subió al carro de los eventos Occupy, a los que enviaba delegaciones, y ha grabado largas horas de conversaciones con “artistas del cambio global”, entre ellos el gran Thomas Mapfumo.
Independientemente de lo que se piense de su característica voz, quien escuche a Delevin percibirá que no es un amateur. Tiene décadas de grabaciones a sus espaldas; según su biografía oficial, comenzó cantando en la calle en 1958. Pondremos algo más reciente, pues el Maestro sigue en plena forma.
The Fold
Algo tienen las gargantas de los líderes sectarios que las empuja hacia la melodía. Quizás se resecan de hacer voto de silencio, o se irritan de dar órdenes, o se estremecen de temor apocalíptico, y necesitan aclararse con un torrente de notas. Más raro es que el canto sea un fin espiritual en sí mismo, como sucedía en la Iglesia de los músicos.
Era 1969 e incluso Venice Beach, Los Angeles, podía convertirse en una comuna espiritual. Por allá campaba Kendrick Kerman, nom de guerre Ludgang Apollonysus, fundador de la Iglesia Universal Espiritual Mayor/Menor, y guitarrista de sesión en sus ratos libres. Kerman había elaborado una suerte de teosofía musical, cuyos “Ochenta y Ocho Maestros Ascendidos” incluían a Orfeo, Pitágoras, Benjamin Franklin, Ludwig van Beethoven y Wolfgang Amadeus Mozart (quienes le confirieron el nombre de Lud-gang).
El objetivo de la Iglesia Universal Espiritual Mayor/Menor era alcanzar la justa intersección entre luz y oscuridad, mayor y menor, agudo y grave: el “pliegue” (fold). Para ello, sus miembros se convertían en pentagramas musicales: se vestían de blanco y negro, se nutrían de alimentos de esos dos colores (lo que en Estados Unidos se traducía en queso cottage y regaliz) y vendían figuras de origami realizadas con partituras. Uno de sus ejercicios espirituales era golpearse las orejas en grupo hasta captar el timbre del “Diapasón Cósmico”. A los infractores de su compleja rutina, basada en una yuxtaposición de la escala de doce notas y el calendario lunar, se les castigaba privándoles de sus instrumentos o cambiándoselos por otros.
La banda musical de la congregación era la Ascended Maestro Rockestra, que cerraba happenings donde se ponía en juego la dualidad entre Apolo, encarnado en música de cámara, y Dionisos, representado por un ruidoso conjunto llamado The Fold. Éstos adquirieron fama independiente, frente a la pompa aburrida de la orquesta. Por mucho que pretendieran mostrar un exceso, la cúspide de lo dionisíaco, nada resultaba demasiado vicioso para la audiencia de la época, que se enamoró de su magnetismo erótico-chamánico.
El “Maestro Ludgang” temía perder su banda en los brazos del hedonismo. Consultó a los Maestros. El espíritu de Debussy le recomendó robarles el bajista. Posteriormente, Bach le instó a despedir al batería, justificando que él mismo, para componer sus célebres fugas, nunca precisó de uno.
El grupo siguió adelante y grabó un temeroso disco, cuyas únicas copias fueron robadas en una intrusión armada en el estudio, que desataría un incendio. El incidente habría obtenido más atención en la prensa angelina de no ser por los asesinatos de Charles Manson unos días después. El autor quedó sin esclarecer, pero Kerman fue encontrado culpable, en el proceso, de posesión de drogas, estupro y evasión de tasas. Huyó a México y dicen haberlo visto, desde entonces, en Islandia, Brasil, Nueva Zelanda o las Islas Fiji.
Como prueba de esta increíble historia sólo queda una increíble grabación en directo. Ante este post-punk de 1969, que parecería cantado por Iggy Pop en un cabaré de Berlín, sólo podemos concluir que, o es un montaje, o Bach ha estado involucrado. Y parece que es lo primero.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!