Sleater-Kiney, el trío femenino de Olympia (Washington) revalida su primacía como una de las mejores luminarias punk rock de nuestra era con el fantástico No Cities To Love, editado esta misma semana. El primer gran disco del 2015.
Guitarras en permanente estado de ignición. Alaridos que supuran rabia. Estribillos que destilan candorosa malicia. Los temas con los que Sleater-Kinney han dado el primer gran bofetón al 2015 muestran al trío del noroeste norteamericano tan afilado, lacerante e inspirado como siempre. Compatibilizando sus aguerridas señas de identidad con una accesibilidad que noquea a las primeras de cambio. Hay miles bandas que facturan estupendos discos, quizás cientos que despachen excelentes obras. Pero de entre ellas, son muy pocas las que realmente importan. Y la formación que encarnan Carrie Brownstein, Corin Tucker y Janet Weiss es, de largo, una de estas últimas.
“Sleater-Kinney es algo que no puedes hacer sin poner todo de tu parte. Hemos de quererlo con todas nuestras fuerzas. Esta banda requiere una cierta desesperación, un sentimiento extremo. Hemos de seguir empujando hacia adelante, porque la entidad que formamos como banda demanda esa actitud de combate”. Así se expresa Carrie Brownstein, uno de los tres vértices de este ejemplar triángulo equilátero. Seguramente debió pensar en ello más de una vez a lo largo de los últimos años, en los que su popularidad ha tenido más que ver con su rol principal en Portlandia que por motivos musicales: la serie que creó y protagonizó junto a Fred Armisen (quien se dio a conocer como colaborador del Saturday Night Live) entre 2011 y 2013.
“Con No Cities To Love, hemos ido a la yugular”, afirma su compañera Corin Tucker. Herederas directas del espíritu riot grrrl que germinó en el estado de Washington a principios de los 90 y de la mejor tradición de féminas antagonistas del falocrático statu quo que siempre entronizó al hombre como elemento central del relato del rock and roll, arrinconando a la mujer a un plano generalmente secundario (de Patti Smith o Joan Jett a PJ Harvey o Kathleen Hanna), las Sleater-Kinney trascendieron la escena alternativa de la segunda mitad de los 90 merced a una secuencia de álbumes mayestáticos. No Cities To Love (Sub Pop, 2015) es el octavo de una trayectoria que dejaron en stand by hace justo diez años, con la edición del torrencial The Woods (Sub Pop, 2015). Y lo cierto es que ni afloja ni defrauda. Esta es la actuación que se marcaron hace solo unos días en el show de David Letterman, interpretando “New Wave”, una de sus canciones.
Su relevancia se explica no solo por su forma de sublimar el punk rock, el pop y el blues rock en una misma probeta con un resultado plenamente reconocible, hirviente y adictivo. Sino también por el compromiso ético que les lleva a perfilar sus canciones como himnos contra la codicia y el coste humano del capitalismo, tratando de dar voz a aquellos que, en sus propias palabras, “luchan por ser escuchados contra la cultura dominante y el statu quo”.
No faltarán voces que expongan las inherentes contradicciones de mantener ese discurso desde las entrañas mismas del engranaje cuyos desequilibrios denuncian. Pero lo cierto es que sus discos, gestados desde la ejemplar factoría que ha sido siempre el sello Sub Pop, siguen dando carta de validación a ese componente que tan proscrito parece ya en estos tiempos, en los que el rock casi siempre emerge como poco más que ocio disfrazado de falsaria rebeldía juvenil: la sensación de peligro, de amenaza latente. Así lo entienden también sus fans, que son los protagonistas (algunos anónimos, otros célebres) del exultante video promocional con el que su discográfica está vendiendo las excelencias de un disco totalmente necesario. No se lo pierdan.
Como era previsible, estarán presentes en la programación del Primavera Sound, entre el 28 y el 30 de mayo en el Fórum de Barcelona, como uno de los platos fuertes del festival.
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