Sebastián Alós habla como diseña: con calma y precisión. Es un hombre de pocas palabras, pero las palabras que elige usar, cuentan. Altamente selectivo en los proyectos que asume, consigue llevar el menos es más, tanto a la práctica como a la ejecución. Ello, sumado al Laus de Oro, la nominación en el Tokyo Type Directors Club Awards 2020, y su constante labor y entrega en multitud de proyectos, lo ha llevado a convertirse en un diseñador muy respetado. En estos días de confinamiento, tenemos el placer y el honor de conversar con él.
¿Qué te llevó al diseño? ¿Y cómo conseguiste dedicarte a ello de forma profesional?
Cuando tuve que decidir qué estudiar dudé bastante entre arquitectura y diseño industrial, pero sabía que no quería trabajar como ingeniero o como arquitecto técnico. En ese momento pensé que el diseño industrial me iba a dar la posibilidad de hacer un trabajo más plástico que la arquitectura, después, y ya viendo que el programa de estudios de industrial incluía formación en gráfico, me decidí por estudiar diseño industrial.
Al acabar los estudios empecé a colaborar con Nacho Lavernia en el estudio que entonces se denominó Lavernia y Asociados, eso me dio la posibilidad de empezar a trabajar en proyectos de cierta envergadura, para instituciones públicas o para empresas, Auta entre otras, para la que desarrollamos la serie Decor de porteros electrónicos y videoporteros, funcionó muy bien en el mercado y eso se hizo evidente en la calle.
Habiendo sido nombrada Valencia Capital del Diseño 2022, ¿eres optimista con la situación laboral de este campo o estamos condenados a seguir fluctuando en un terreno inestable, de sálvese quien pueda? ¿Nos encontramos ante una oportunidad única para que València alcance el posicionamiento que merece en materia de diseño?
Con la situación a la que nos enfrentaremos, después de esta crisis y especialmente en el ámbito del diseño, soy muy pesimista. Si se consigue no diezmar en exceso la repercusión que más o menos estaba prevista, no solo en València sino en toda la Comunitat fruto de la capitalidad, estoy seguro que nos posicionaremos mejor, pero esa inestabilidad a la que te refieres creo que va a estar garantizada durante bastante tiempo. Aunque no se sepa el alcance final, lo que está claro es que vamos a tener que soportar otra crisis, en un sector todavía precarizado que no ha superado la anterior.
El diseño tiene la capacidad de influir en la transformación de la sociedad ayudando a aportar soluciones.
Tras los dos Laus de Oro (2004 – 2005), ¿cuánto cambió tu carrera profesional?
Hubo un cambio, entonces era bastante joven y eso hizo que mi trabajo se conociera fuera de València, pero no más allá del entorno profesional. El Laus Oro, en lo que se refiere a proyectos concretos, es el premio de ámbito estatal con mayor prestigio y repercusión, para mí fue una inyección de energía.
El proyecto de Nunca Mais (Laus 2005) es uno de mis proyectos favoritos y el que mejor refleja mi trabajo más conceptual de ese momento, además fue una ocasión para poner en práctica una forma de proyectar que en ese momento me interesaba mucho; diseñar un objeto utilizando las claves de la calle, un objeto “sin diseñar”. Se trataba de una octavilla para llamar a la manifestación con motivo del segundo aniversario de la catástrofe del Prestige. Su aspecto era muy similar a muchas de las que se reparten en la calle, con la diferencia de que estas manchaban las manos al cogerlas. La tinta la formulamos con polvo de ceniza y un coagulante totalmente inocuo. Nunca Máis quería denunciar que las consecuencias del desastre seguían claramente presentes en las costas de Galicia. El carácter conceptual y el punto gamberro y punki que tenía aquello sedujo al jurado.
¿Conservas los mismos referentes que cuando empezaste?
Muchos de ellos sí; el arte conceptual de mediados de los sesenta hasta los ochenta con Lawrence Weiner, Ed Ruscha, Matta Clark, Bruce Nauman, Felix González Torres… Diseñadores como Win Crowell, Karel Martens y su trabajo en la Werkplaats Typografie, John Warwicker, Cornel Windlin y Lineto, Max Bill, Jasper Morrison…
¿Qué ha significado para ti la nominación de los Tokyo Type Directors Club Awards 2020 con el cartel para Glory Hall?
Otra inyección de entusiasmo, como la primera vez, con How to Hide Anything de Twelve Dolls. Muchos de mis referentes actuales están ahí, han ganado el Grand Prix o participan habitualmente en la convocatoria.
¿En qué te inspiraste? ¿Por qué decidiste que la pieza fuera corrompida por el entorno? ¿Qué significa para ti esta decisión en el conjunto del cartel?
Para mí es fundamental, es una pieza para la calle y la calle está viva. El que un cartel esté construido también por el entorno, que dependa finalmente de él, me parecía una metáfora muy interesante. La inspiración vino de otro lugar, la idea de que un plástico adhesivo transparente cambia sutilmente la textura de la pared al pegarlo. Lo probé con una muestra que tenía de Torraspapel y pensé que aquello tendría magia. Lo que determinó que fuera un cartel, que se interpretara como tal y no como un trozo de adhesivo, fueron las dimensiones, para ello lo planteé con uno de los formatos standard en cartelería, el 50 x 70.
Tu trabajo es muy ecléctico, y eso lo refleja bien tu cartelería de la fiesta Glory Hall. ¿A qué es debida esta decisión?
La idea que vertebra los carteles de Glory Hall fue desde el principio usar una estructura que se repitiera a lo largo de toda la cartelería del evento para ser personalizada en cada uno de ellos. La estructura permanente contribuiría también a crear marca más allá del logo, y la personalización renovaría el interés visual y marcaría cada una de las fiestas. Esa personalización tuvo durante un tiempo un componente abstracto, conceptual y minimalista pero durante otro momento estuvo basada en el cuestionamiento del formato del cartel; material, dimensiones… manteniendo siempre la composición tipográfica inicial.
¿Cómo surgió la propuesta de Glory Hall? ¿Qué buscabais que otros eventos de Valencia no tenían?
Yo me metí en el grupo después de la primera fiesta, cuando ya estaba clara la idea. Se trataba de hacer algo que aunara distintas disciplinas artísticas y que estuviera vertebrado por los conciertos y las sesiones de música electrónica. Artistas como Alex Marco o Carlos Correcher pintaron en las paredes del espacio, hubo performances y el diseño tenía un protagonismo fundamental. Empezó como una fiesta con amigos y amigos de amigos, pero poco a poco el local se quedó pequeño y tuvimos que empezar a limitar el aforo.
¿Volverá a ver la luz? Y si es así, ¿qué podemos esperar de ello?
La situación actual hace que no sepamos ni cuándo ni cómo pero seguramente habrá próximas ediciones y con más ganas si cabe. Por lo demás, la idea es seguir en la misma línea potenciando más los conciertos y los performances de músicos y artistas.
¿En qué te inspiraste para plantear la imagen de Glory Hall? ¿Cómo era su proceso creativo?
En este proyecto partí de la idea de interpretar en clave gráfica un espacio físico. Un espacio que iba a tener un contenido distinto en cada ocasión. Había una premisa que me gustó mucho y es que el orden de los artistas invitados no iba a estar en función de lo conocidos que fueran o de su éxito, algo que no ocurre en los carteles habituales de este tipo de fiestas, sino que sería el azar el que lo determinara. Como el azar en diseño no existe porque el azar mismo es fruto de una intención, lo que hice en cada ocasión fue ordenar los textos en función de la composición gráfica.
Mi referente es el arte conceptual de mediados de los sesenta hasta los ochenta.
La identidad de Glory Hall está abierta a cualquier solución gráfica, pero al mismo tiempo mantiene inamovibles los elementos fundamentales, eso es algo que me ofrece mucha libertad expresiva sin tener que renunciar por ello a una construcción sólida de marca. Esa libertad hace que no pierda el interés al diseñar el cartel de cada fiesta, algo que yo creo imprescindible porque si ese interés lo pierdes tú, el público acabará perdiéndolo también.
¿Cómo planteaste el diseño de Las Naves? ¿Hay vida más allá del símbolo? ¿Vivimos en una tiranía del símbolo? ¿A qué crees que es debido?
El espacio es el que le da el nombre a la fundación y esa es la premisa básica de la cual partía. Desde el principio tenía bastante claro que ahí no cabía un símbolo. “Las Naves” es un nombre corto, muy contundente, un símbolo adyacente le iba a restar protagonismo rivalizando con él sin aportar nada. Es cierto que en general un símbolo se identifica más con un logo. Como es lógico, en este caso mi trabajo estuvo también en explicar al cliente cuándo es necesario el símbolo, cuándo no y por qué.
¿Cómo valoras el rediseño de Estudio Menta?
Crear una identidad es algo que había que hacer después de diseñar el logo, algo que yo no pude desarrollar, porque en ese momento y por diversas razones mi trabajo se limitó, además a diseñar la tipografía corporativa con Rafael Jordán, al propio logotipo y unas cuantas aplicaciones básicas. Respecto al trabajo de Menta, me gusta la idea de la campaña actual, porque pone el foco en proyectos concretos y explica el objetivo de la fundación. Al margen, creo que la contundencia de la marca posibilita que se pueda adaptar a distintas formas de entender la identidad y éste es un buen ejemplo.
¿Cómo sueles afrontar los encargos?
Meto el proyecto en mi cabeza y lo llevo ahí a la espera de recibir cualquier estímulo que me haga vincularlo u orientarlo hacia algo más concreto. Cuando tengo claro el concepto, la idea o la dirección a tomar, me siento y me pongo a trabajar sobre ello. Durante el proceso surgen más ideas que en ocasiones sustituyen a la inicial, es una parte del trabajo muy metódica pero muy sensible siempre a cualquier cambio.
¿Qué nos puedes contar de tu faceta de jurado de determinados eventos culturales?
Me gusta contribuir a tomar una decisión sobre lo que ocurre en mi ciudad. Además me gusta la idea de que los políticos se apoyen en profesionales para tomar este tipo de decisiones, eso es algo que hay que agradecer y a lo que hay que contribuir. En el caso de una identidad puede parecer fácil porque todo el mundo tiene una opinión, pero es obvio que esa opinión y en consecuencia la decisión posterior, tiene que estar bien fundamentada.
¿Crees que los jurados con criterio están en peligro de extinción?
El criterio es fruto de dos factores, uno es la propia intuición y el otro el conocimiento del ámbito sobre el que se juzga. En el caso del diseño, además de la historia, hay que conocer lo que está ocurriendo actualmente en esa y otras disciplinas próximas. En definitiva, seleccionar un jurado con criterio no es fácil.
¿Cómo ves el panorama del diseño en València y en qué aspectos crees que se debería seguir trabajando para mejorar?
Está más y mejor valorado, pero necesitamos que se entienda que es necesario incorporarlo a las instituciones y a la empresa. Los premios están muy bien porque ayudan a poner de manifiesto que se pueden tomar decisiones más acertadas o menos acertadas y en consecuencia, que el éxito va a depender también de la calidad profesional del diseñador.
¿Cuál es el papel del diseño en la sociedad actual?
Entre otras cosas, el diseño es comunicación y la comunicación es fundamental sobre todo cuando estamos sometidos a una sobredosis diaria de información en todos los sentidos. La comunicación se da siempre, saber comunicar es fundamental porque si no ocurre en una dirección, ocurrirá en otra que quizás no te interese. Es además una expresión cultural, algo capaz de hablar de una época o un momento determinado. Es capaz de estimular la sensibilidad del receptor, además de facilitar algo tan cotidiano como orientarte en un hospital (por poner un ejemplo). Tiene la capacidad de influir en la transformación de la sociedad ayudando a aportar soluciones.
¿Qué consejos darías a los jóvenes que empiezan a moverse en este campo?
Fundamentalmente que conozcan el campo y sus posibilidades, desde el diseño gráfico o el industrial a la pre-impresión o el asesoramiento técnico en materiales, por poner ejemplos, y que piensen en qué ámbito van a ser capaces de desarrollar mejor su trabajo y en consecuencia, de sentirse más cómodos. A los futuros diseñadores les diría que antes de tomar cualquier decisión la cuestionen lo suficiente como para no dar nada por hecho, cada proyecto es una experiencia nueva y una oportunidad para hacer algo con una solución que no sospechabas, lo que contribuye a que el interés por tu trabajo se mantenga como el primer día.
¿En qué proyectos anda metido Sebastián Alós? ¿Qué nos podrías contar de cada uno?
Puedo decir que en dos identidades bastante distintas, en una línea de muebles auxiliares, el diseño de la cubierta de un disco, una serie de envases para trufas y productos derivados…
¿Qué implicaciones sociales, políticas y económicas crees que puede la situación actual en el diseño?
El diseño gráfico está muy vinculado al ámbito de la cultura y en las crisis económicas la industria cultural acaba sufriendo mucho, en parte porque depende de la inversión institucional. La hipocondría generalizada que seguramente se instale una vez pase el periodo de aislamiento contribuirá también a ello. El miedo a una crisis mayor hará que las empresas que sobrevivan al momento actual se arriesguen menos. Está claro que no se puede prever la escala y duración de la recesión, pero lo que está claro es que vamos a tener muchas dificultades para trabajar con normalidad.
Para terminar, ¿hacia dónde se dirige Sebastián Alós?
Como profesional me gustaría poder compatibilizar distintas disciplinas para dar salida a muchas inquietudes que ya tengo y disponer de tiempo para ello.
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