“Summer Wine”, de Nancy Sinatra y Lee Hazlewood, es un thriller romántico hecho canción que se incrustó con notables resultados dentro de otro thriller: Stoker, de Park Chan-Wook .
Cuenta la leyenda que Lee Hazlewood, en su rol de productor libertino, demiurgo malintencionado y genio en la sombra tomando todas las decisiones, aconsejó a Nancy Sinatra que cantara la letra de “These boots are made fo walking” como si fuera una quinceañera que entra en un bar de camioneros. O sea, que su interpretación apuntara directamente a la entrepierna de los hombres que tienen el cerebro justo ahí mismo.
El voltaje sexual, pues, de las canciones más ilustres de esta pareja (en muchos casos, la réplica yanqui a los duetos lúbricos de Serge Gainsbourg) es la explicación de la grandeza de su repertorio. No es la única: también hay algo de romance forajido, de tú y yo contra el mundo, nena y de belleza peligrosa, quizá prohibida. En el western fatalista de “Bang bang”, el tema que escogió Quentin Tarantino para abrir Kill Bill, en los arabescos de “Some velvet morning” que chiflaron a los indies de décadas posteriores (notables versiones de Lydia Lunch y Rowland S. Howard, de Primal Scream o Goldfrapp y John Grant e innegable ascendencia en el rock sonámbulo de Mazzy Star, por ejemplo) y en “Summer Wine“, turbio relato a mayor gloria de las femmes fatales, se pueden apreciar perfectamente todos estos atributos.
En Stoker, el debut del coreano Park Chan-Wook en Estados Unidos, el tema “Summer Wine” va puntuando el relato como si su utilización dentro de la historia fuera una estrategia de predestinación que augura el destino fatal de los personajes. La estilización de la inocencia y la insinuación de las oscuras motivaciones de los personajes, se aprecian más en los siniestros meandros de esta hermosa canción de 1967, pues, que en los giros de guión en unas imágenes acaso excesivamente esteticistas.
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