Sus sentimientos ambivalentes hacia Estados Unidos, país al que emigró durante la Segunda Guerra Mundial desde su Suiza natal, han resultado ser inspiradores para el gran fotógrafo y cineasta Robert Frank, tal y como podemos comprobar visitando la exposición individual que le dedica el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), en el marco del ciclo Caso de estudio que alberga la Galería 3.
La muestra está comisariada por la conservadora de fotografía e historiadora del arte Sandra Moros, que se incorporó al equipo del centro hace tan solo unos meses y que presenta del 15 de junio al 15 de octubre de 2017 este primer trabajo expositivo, producto de una investigación exhaustiva. Se trata de una selección de 19 piezas entre las 24 obras de Frank que pertenecen a la Colección del IVAM.
Asimismo, el Museum of Fine Arts de Houston ha cedido el vídeo True Story (2004, 26 minutos), que se proyecta, con notoriedad, en el centro de la sala. Además, la comisaria también ha seleccionado publicaciones relacionadas con la exposición, que forman parte del fondo documental de la biblioteca del centro, y ha escrito un interesante texto que, acompañado de algunas imágenes y un breve prólogo del director José Miguel G. Cortés, es de distribución gratuita a modo de pequeño catálogo.
A partir de estos materiales, se ha articulado la muestra señalando puntos de la carrera del artista que son claves y, sin embargo, no demasiado evidentes. Así pues, descubrimos detalles de lo que, al fin y al cabo, es el carácter de una de las figuras estadounidenses más relevantes en la fotografía y el cine, un incombustible creador que en noviembre cumplirá 93 años.
Él es un inconformista, sentencia Moros con una sonrisa. Nos explica de qué modo escogió como punto de partida la confrontación de unas fotografías clásicas, tomadas con una cámara Leica en los años 50, y otras de diferente formato, ya con Polaroid en los 70, tras una aparente ruptura del artista con el ámbito fotográfico, que retomó, más tarde, acentuando un aire descuidado en una técnica propia que llega a caracterizar el resto de su trabajo.
La cuestión de cómo trabaja con la cámara Polaroid, cómo trabaja con los negativos, el relato que construye y las cuestiones que plantea en torno a la diversidad de posibilidades de la fotografía, para plasmar contenido social, llevará a comprender su paso hacia la cinematografía y su peculiar relación con lo pictórico interviniendo fotogramas.
Sabemos que Robert Frank, quien siempre se mueve en compañía de su cámara fotográfica aún a día de hoy, a la espera de captar un momento preciso, expandió sus intereses al cine y experimentó con la composición y manipulación de fotografías hace mucho, porque buscaba el movimiento; y, en especial, el sonido, en cuanto a incorporar un medio más de expresión, ya que le afecta el lenguaje, esto es algo que se aprecia en el recorrido de la muestra expuesta en el IVAM.
Experimenta ya no solo sobre la fotografía, haciendo una metafotografía, sino que interroga las posibilidades de dicho lenguaje. Cuando empieza a sacar la copia del negativo manipulado, esa estética que aquí vemos tan descuidada intencionadamente se debe a que, buscando secuencias, jugaba con el azar, lo cual era común entre otras prácticas artísticas en la época, comenta la comisaria, quien puntualiza que debido a los orígenes suizos del artista y considerando que en su país había una eclosión editorial bastante fuerte, en el momento en el que emigra, Frank se interesa pronto por los fotolibros.
Destaca la presencia del libro The Americans (1959), una de las publicaciones más importantes de la historia de la imagen, punto de inflexión por la calidad de su estética fotográfica y la intensa crítica de Robert Frank a la sociedad norteamericana. Encontramos en él 83 fotografías seleccionadas de entre miles tomadas durante más de un año de viaje por Estados Unidos, recogiendo gestos esenciales de la idiosincrasia social norteamericana y aportando una dura visión de las desigualdades sociales, raciales y de género.
Al libro lo custodian de cerca, expuestas sobre pared, dos fotografías originales en blanco y negro que también se incluyen en la publicación y que dan cuenta de cómo se fotografiaba a las mujeres en los años 50, el papel de la mujer en la clase alta norteamericana, que acompaña al hombre como un complemento adornado, cosificada y, sin embargo, haciendo triste gala de cierta sofisticación, unas imágenes que nos hacen reflexionar sobre los roles de género, la lucha de clases y las injusticias que parecen cíclicas.
Coincidiendo con la inauguración de la exposición sobre Robert Frank en València, el Festival Filmadrid homenajea, la misma semana en la capital, a la británica de 76 años Laura Mulvey, pionera del análisis fílmico feminista que declaraba al recoger su premio: Las mujeres siempre han estado sometidas a presiones por su apariencia. Siempre he pensado que la situación del cine no cambiaría hasta que no hubiese más mujeres haciendo películas. Si me hubieras preguntado qué proporción de mujeres estarían haciendo películas en el cambio de siglo te habría dicho que 50 %, con mucha seguridad. No es el caso, pero estamos a tiempo de cambiar las cosas y, en efecto, conocer la historia es determinante.
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