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Recopilatorios, la cara oculta de la música popular

En Música jueves, 4 de noviembre de 2021

Sergio Ariza

Sergio Ariza

PERFIL

En esto de la música popular el formato del disco de larga duración, o LP para los que peinan canas, es el que se lleva todos los elogios, pero es imposible entender su historia sin los recopilatorios. De entrada es imposible conocer todas las maravillas que hay en la primera mitad del siglo XX sin recurrir a ellos, ya que el formato del disco de larga duración no se impuso hasta mediados de los años 60, aunque gente como Frank Sinatra ya había coqueteado con el formato de manera exitosa unos cuantos años antes.

Por otro lado, es imposible conocer la carrera de muchos de los artistas y bandas más importantes sin esos recopilatorios en los que podemos escuchar sus sencillos, sus caras B e, incluso, esas canciones que terminaron por descartar. Además, a pesar de la fuerza del formato, siempre ha habido artistas que han preferido, y se han expresado mejor, en el formato canción que en el del disco.

Tampoco se pueden olvidar esas maravillas que sirven de puerta de entrada para algunos géneros o sellos que tuvieron un sonido propio, o esos otros que terminan siendo los que definen una época o estilo. Así que voy a intentar hacer un repaso amplio, aunque no exhaustivo, sobre varios recopilatorios que no pueden faltar en una buena colección de discos.

Comencemos por esas figuras que publicaban canciones antes del establecimiento del LP como medio principal de expresión en la música popular. No se pueden entender la mayoría de géneros de la música popular anteriores al rock sin estos recopilatorios, estamos hablando del blues, el country, el folk, el jazz, el son, el flamenco y la mayoría de las músicas folclóricas y autóctonas de cada país.

Antes de la llegada del rock, la música que se imponía en EEUU era el jazz, y aunque esta música también giró hacia el formato disco en los años 50 con artistas como Miles Davis, Sonny Rollins o John Coltrane, es imposible repasar sus primeros años, figuras y movimientos sin estos recopilatorios. Desde su nacimiento en Nueva Orleans a la revolución be bop, sin olvidarnos de la explosión del Swing, hay que investigar estos movimientos con varios recopilatorios. Hay cientos y muy, muy disfrutables, pero los absolutamente fundamentales serían los de las grandes figuras de esa primera mitad del siglo XX, estarían el Complete Hot Five & Hot Seven de Louis Armstrong, en los que se puede ver como el trompetista marca las pautas de la improvisación para todo el género (como dijo Miles Davis Sabes que no puedes tocar nada en una trompeta que Louis no haya tocado antes), luego vendría el Never No Lament: The Blanton-Webster Band de Duke Ellington, que repasa los tres años más gloriosos (De 1940 a 1942) del compositor más importante del género, en unos años en los que contaba en su orquesta con gente como Ben Webster, Jimmy Blanton (el saxofonista y el bajista se llevan mención en el nombre), Johnny Hodges, Cootie Williams o el imprescindible Billy Strayhorn que, curiosamente, fue el que compuso la canción definitiva de la banda, “Take the “A” Train”. Para el be bop estarían los recopilatorios de sus tres padres putativos, comenzando con Charlie Parker, del que hay que tener, sí o sí, tanto The Complete Savoy Sessions como Charlie Parker on Dial; de su amigo Dizzy Gillespie me quedo con The Complete RCA Victor Recordings con sus coqueteos afrocubanos con Chano Pozo y Shaw Nuff, donde aparecen sus fundamentales grabaciones junto a Parker de gemas como “Salt Peanuts” o “Groovin’ High”. Por último, es necesario hacerse con los dos volúmenes de The Genius Of Modern Music del pianista Thelonious Monk.

A esos también habría que añadir el The Complete Decca Recordings de Count Basie, con Lester Young al saxofón, Lady Day Swings! de Billie Holiday, el Body & Soul del saxofonista Coleman Hawkins, dos para Frank Sinatra (The Best of the Columbia Years: 1943-1952 y The Very Best of Frank Sinatra) y Quintette du Hot Club de France: 25 Classics 1934-1940 y With His American Friends de Django Reinhardt.

El country y el folk también son géneros que se prestan al recopilatorio, se podría decir que sus grandes figuras necesitan un recopilatorio amplio para entrar en ellas, caso del imprescindible 40 Greatest Hits de Hank Williams, el Ultimate Collection de Patsy Cline, el RCA Country Legends de Jimmie Rodgers o el Man In Black: His Greatest Hits de Johnny Cash, lo mismo pasa en el campo del folk con su principal figura, Woody Guthrie, que, aunque sacó uno de los primeros discos conceptuales de la historia, Dust Bowl Ballads en 1940, es mejor entrar en su música a través de uno de sus muchos recopilatorios, como el completo My Dusty Road.

Pero si existe un disco mítico, y fundamental, sobre la música folk norteamericana ese es Anthology of American Folk Music, compilado de su colección de 78 revoluciones por Harry Smith y publicado el 9 de agosto de 1952, con grabaciones de entre los años 1926 y 1933, que fue la piedra filosofal del revival folk y blues de principios de los 60.

La lista sobre otras músicas folclóricas sería interminable, pero por señalar algunas se puede hablar del excelente Semilla del Son con el que Santiago Auserón intentó hacer algo similar a lo que había hecho Harry Smith muchos años antes, pero con los grandes de la música cubana como Miguelito Valdés, Benny Moré o Compay Segundo, antes de que el mundo le redescubriese, Ry Cooder mediante, con Buena Vista Social Club. También me gustaría destacar un par de excelentes recopilaciones sobre rumba catalana, como El Ventilador y Gipsy Rhumba, donde se pueden encontrar gemas de los más grandes del género, como Peret, El Pescaílla, Los Amaya o Gato Pérez. Y, para terminar, el maravilloso Tougher Than Tough: The Story Of Jamaican Music, que en cuatro discos hace un maravilloso recorrido por la música jamaicana, desde el fundacional ska hasta el dancehall, sin olvidar el fundamental reggae. Mucho más específico, pero igual de fascinante,  es el Arkology que se sumerge en la carrera del fundamental productor Lee ‘Scratch’ Perry, uno de los padres del Dub.

Tampoco se puede entender la carrera de los grandes del blues sin hacerse con varios recopilatorios, para Muddy Waters es imprescindible hacerse con el dedicado a sus grabaciones en Chess, The Chess Box, mientras que todas las grabaciones de Robert Johnson aparecen en los míticos dos volúmenes de The King of the Delta Blues Singers, pero lo mismo pasa con el resto de grandes figuras de este género, como Howlin’ Wolf, B.B. King, Charley Patton o John Lee Hooker. Para los que quieran una buena introducción, para un género vastísimo, podríamos recomendar los cinco volúmenes del Martin Scorsese Presents the Blues: A Musical Journey. Aunque el disco más importante de este tipo, sobre todo para el blues eléctrico, aunque también hay rock & roll, doo wop y soul, es el imprescindible The Chess Story 1947-1975, que repasa casi 40 años del mítico sello fundado por los hermanos Leonard y Phil Chess, y en el que se encuentran las mejores grabaciones de Muddy Waters, Howlin’ Wolf, Little Walter, Bo Diddley, Chuck Berry o Etta James, entre muchos otros.

Y es que el primer rock & roll también es territorio de recopilatorios, siendo imprescindible para repasar las carreras de los grandes del género. Empecemos por el Rey Elvis Presley, del que es fundamental tener varios, incluido el The Sun Sessions, con las grabaciones en el mítico sello, y otro en el que aparezcan sus incontables grandes éxitos, de Heartbreak Hotel a Way Down (como mínimo es necesario un disco doble), sigamos con Chuck Berry, el recopilatorio más conocido, y perfecto, es The Great Twenty-Eight, un disco de 28 canciones que es la Biblia del rock & roll, de un nivel similar es el 20 Greatest Hits de Little Richard. A los tres más grandes habría que sumarles recopilatorios para los también fundamentales Buddy Holly, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison y Everly Brothers. A nivel general, considero fundamental el imprescindible Box Set The Sun Records Collection, sobre el sello de Sam Phillips, desde sus inicios grabando artistas negros de blues y R&B como B.B. King, Howlin’ Wolf o Jackie Brenston (cuyo “Rocket 88”, junto a Ike Turner, es considerado por muchos la primera canción rock & roll) hasta la explosión del rock & roll y el rockabilly con Elvis, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis, Carl Perkins, Roy Orbison o Warren Smith.

Tras la fiebre del primer rock & roll, llegó la época de los grandes productores, con sonidos como los de los grupos de chicas. El mejor recopilatorio para conocer este periodo y uno de los disco más imprescindibles que conozco es el Back To Mono que repasa la trayectoria de Phil Spector como productor de gemas inmortales como el “Be My Baby” de las Ronettes, el “You’ve Lost That Loving Feelin” de los Righteous Brothers o el “River Deep Mountain High” de Tina Turner, inmortales ejemplos de su Muro de Sonido. Para completar, uno se puede hacer también con el interesante The Jack Nitzsche Story: Hearing Is Believing: 1962-1979, centrado en la mano derecha, y principal arreglista, de Spector, que comienza también en esa época pero ve también sus coqueteos con estrellas del rock como los Stones o Neil Young y acaba con un par de obras maestras que produjo a finales de los 60 para Mink DeVille y Graham Parker.

Cerca de ese estilo se encuentra el vistazo a uno de los mejores compositores de todos los tiempos, Burt Bacharach, con The Look of Love: The Burt Bacharach Collection, una colección en la que aparecen sus canciones (con las letras de Hal David) interpretadas por gente como The Drifters, The Shirelles, The Carpenters, Dusty Springfield o la mejor voz para los temas de Bacharach, Dionne Warwick.

También el naciente primer soul es territorio de grandes éxitos, sobre todo para entender la carrera de los tres hombres más importantes en su nacimiento, Ray Charles, Sam Cooke y James Brown. Sobre el primero se puede empezar por varios pero su mejor época fue en Atlantic, así que podríamos decantarnos por The Best of Ray Charles: The Atlantic Years, mientras que para el segundo, la voz con más clase de la historia, podríamos recomendar Portrait Of A Legend 1951-1964, que va desde sus tiempos góspel al frente de los Soul Stirrers a sus coqueteos con el pop y el primer soul. Por último, el que tuvo una carrera más amplia e influyente, podría decirse que la más importante figura de la música negra del siglo XX, James Brown, por el que nos inclinaremos por otro de esos discos que no pueden faltar en cualquier colección decente, el mítico Star Time, que recoge todas sus canciones imprescindibles, de “Please Please Please” a “Sex Machine”, recogiendo todas las revoluciones que protagonizó. El funk y el hip hop tienen su inicio aquí.

Pero sobre la música soul existen algunos de los mejores recopilatorios en cuanto a sellos, ya que muchos de ellos tenían un sonido propio. Existen tres absolutamente imprescindibles, Atlantic Rhythm & Blues 1947-1974, que comienza con R&B, pasa al Doo Wop y acaba dando paso al soul de la mano de Ray Charles, hasta llegar a su edad de oro con Wilson Pickett y Aretha Franklin, luego está el dedicado a Stax/Volt, The Complete Stax Volt Singles: 1959-1968, un sello mucho más pequeño que Atlantic pero mucho más unificado con Booker T & The MG’s sirviendo de banda de sesión para muchas de sus grabaciones y que contiene a gigantes como Otis Redding, Rufus Thomas, Sam & Dave, Albert King o los propios Booker T & The MG’s con sus clásicos instrumentales. Algo parecido pasa con el sello más exitoso del género, la Motown de Detroit y su estilo tipo cadena de producción, contando con los mismos músicos, los Funk Brothers, un equipo de compositores y productores y luego los artistas. El disco elegido sería Hitsville USA 1 Vol. 1-1959-1971 Motown Singles Collection. Aquí se pueden encontrar más éxitos por metro cuadrado que en ningún sitio, si descontamos a los Beatles, de Smokey Robinson & The Miracles a Marvin Gaye, pasando por las Supremes, Stevie Wonder, los Temptations o los Jackson 5, sin olvidarnos de genios en la sombra como Norman Whitfield o Holland-Dozier-Holland.

Con la llegada de los Beatles y Dylan, el disco pasó a ser la norma, pero la mayoría de los grandes artistas de los 60 siguieron sacando grandes sencillos aparte de estos, así que también hay que hacerse con recopilatorios de gente como los propios Beatles (los dos volúmenes conocidos como el Rojo y el Azul, 1962-1966 y 1967-1970, pueden valer, aunque nos faltarían varias de sus caras B, tan imprescindibles como “Rain”, con lo que habría que hacerse con los dos Past Masters) y el resto de grandes bandas de la Invasión Británica, The Rolling Stones (Singles Collection The London Years), The Who (Meaty Beaty Big and Bouncy) o The Kinks (The Kink Kronikles y The Ultimate Collection). Pero tampoco se puede olvidar a artistas como el propio Dylan (sus Bootleg Series son todas maravillosas, pero Biograph puede valer) o los Beach Boys (Good Vibrations: Thirty Years of The Beach Boys).

Aunque el disco más mítico recopilatorio sobre música rock de los 60 es el esencial Nuggets: Original Artyfacts from the First Psychedelic Era, 1965–1968, con el que Lenny Kaye, en 1972, hizo algo similar a lo de Harry Smith con el folk, coleccionando varias gemas olvidadas de rock garajero de los 60 que demostrarían ser una fuente de inspiración para el naciente punk, género con el que Kaye estaría relacionado en su papel como guitarrista del grupo de Patti Smith.

A partir de los 60 también hubo bandas que siguieron dando una especial importancia a los sencillos, principalmente en Gran Bretaña, durante los tiempos del Punk y la Nueva Ola, se trata de grupos como Joy Divison y su continuación, New Order, con dos excelentes recopilatorios llamados Substance (el de los de Ian Curtis contiene las tres mejores canciones de la banda, “Love Will Tear Us Apart”, “Transmission” y “Atmosphere”, que no aparecieron en ninguno de sus dos discos), The Smiths (Hatful Of Hollow, Louder Than Bombs) o The Jam (Snap), aunque también siguieron existiendo artistas especializados en éxitos como Madonna (cuyo The Inmaculate Collection es uno de los mejores recopilatorios de todos los tiempos), ABBA (Gold) o Madness (Complete Madness).

Pero, tras el auge del disco, los recopilatorios más interesantes suelen ser aquellos dedicados a Caras B y descartes de grandes bandas, puede que el ejemplo más claro sean los Tracks de Bruce Springsteen que tiene disco enteros, de un nivel brutal, de descartes, como probó The Promise, pero también sucede con otras bandas como Nirvana, cuyo Incesticide está al nivel de sus grandes discos u Oasis cuyo Masterplan, con las caras B de sus primeros años, es el tercer mejor disco de su carrera, tras los dos primeros. Claro que el grupo que podría tener el mejor recopilatorio de caras B y descartes serían unos Radiohead que tienen otro disco espectacular de ese tipo en OK Computer OKNOTOK 1997 2017 y que ahora preparan otro con Kid Amnesiac.

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