El Museum of Moving Image de Astoria dedica una exposición imprescindible al genio de la animación Chuck Jones.
Ojalá mis profesores de matemáticas me hubieran puesto en clase alguna vez The Dot and The Line: A Romance in Lower Mathematics. La pequeña gran obra maestra que Chuck Jones dirigió en 1965 y con la que ganó su primer y único Oscar (con excepción del honorífico). La aburrida línea intentando conquistar al perfecto círculo. El control de la libertad para que no se convierta en el caos. El dominio de la historia a través de los dibujos.
La historia era tan importante para Jones, como el perfecto movimiento de sus personajes (de los que conocía su anatomía al detalle) y sus sencillos pero estudiados fondos (inspirados en arte abstracto o japonés). Ése era el secreto de Chuck Jones, la mano detrás de Bugs Bunny, el Pato Lucas, El Coyote y El Correcaminos, Pepe Le Pew. El genio detrás de los Looney Tunes. John Lasseter rinde pleitesía al animador siempre, porque mucho antes de que naciera Pixar, Jones supo que lo importante estaba en una historia bien contada, en el control del tiempo y en dibujar personajes tan reales como irreales.
Busco personajes que no se pueden hacer en acción real. De eso se trata la animación, se lee en una de las paredes de la exposición que le dedica este mes el Museum of Moving Image (Museo de la Imagen en Movimiento), What’s Up, Doc? The Animation Art of Chuck Jones, una excusa más que perfecta para conocer este museo obligatorio para cualquier cinéfilo o seriéfilo.
Jones creó personajes tan poco “reales” como Bugs Bunny, un conejo irónico y gamberro que comía tantas zanahorias como puros fumaba Groucho Marx, que se movía como las bailarinas de Degas, que decía ¿Qué hay de nuevo, viejo? y que, además, fue un héroe durante la II Guerra Mundial y el archienemigo del Pato Lucas, con quien Jones dirigió otra de sus obras maestras sobre el arte de la animación, Duck Amuck. Precisamente, uno de los cortos favoritos de Lasseter y presentes en la exposición junto a cientos de dibujos y borradores originales para comprobar el minucioso estudio que el animador hacía de cada una de las escenas y cada uno de sus muñecos. Buscaba inspiración en Edgar Degas, en Vincent Van Gogh, en Chaplin, en Mark Twain y en Groucho Marx. Y, a veces incluso en su ‘competencia’, Disney, para inspiradas parodias como What’s Opera, Doc?, en la que Bugs Bunny y Elmer Gruñón interpretan las óperas de Wagner y de paso el Fantasía del tío Walt.
Si pudiera ser creada de nuevo, querría ser una creación de Chuck Jones, decía Whoopi Goldberg. Porque las risas no pararían nunca. El otro gran secreto del animador: su humor eterno y dibujos que no envejecen al lado de las últimas tecnologías. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Todo. Y nada.
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