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Cultura

¿Qué es el liberalismo político de izquierda y dónde demonios está?

En Hermosos y malditas, Cultura martes, 22 de mayo de 2018

Jesús García Cívico

Jesús García Cívico

PERFIL

Debe haber un momento en la vida de toda persona inteligente en la que uno descubre que es más importante ser feliz que tener razón. Si esa persona es mínimamente sensible superará la afirmación anterior diciendo que lo importante es no hacer demasiado infelices a los demás cuando realizamos el sueño de nuestra razón.

El dolor que ha provocado en la historia el fanatismo religioso es incontable. El fascismo convirtió el mundo en una gigantesca prisión hecha de crueldad y sinrazón. La experiencia del comunismo o del llamado «socialismo real» se empeñó pronto en competir en relación con las cifras de los muertos o de los silenciados por la fuerza de la razón.

Hay gente que se pone a cantar el himno de España así:

«[…] Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí.

Como tu hija llevaré ese honor,

llenar cada rincón con tus rayos de sol.»

Después de eso resulta difícil mantener una conversación racional.

Ku Klux Klan

En el otro lado y para inquietud de algunos, hay una izquierda muy racional que tuerce el gesto cuando escucha palabras como «liberalismo político», «mercado» o «chalet». Sin embargo, hace más de 2.500 años, el comercio permitió el florecimiento de una gran cultura mediterránea. El mercado es un lugar de encuentro y permite el abandono de las pasiones peligrosas, al menos el cultivo de la hipocresía, una forma de socialización. En realidad, ni siquiera Marx se mostró contrario a la propiedad privada, el blanco de su discurso era la propiedad privada de los medios de producción.

Hay otra especie de sujetos cargados de razón, inquisidores soberbios con una conciencia agresivamente limpia, jóvenes políticos proclives a sentirse depositarios de un tipo de virtud semejante a la del casto que lo es por falta de oportunidad: seres tendentes a señalar siempre con el dedo a los demás y a los que el tiempo, el devenir de la vida o de un chalet se encarga de afearles la razón.

En relación con el liberalismo político, dos de los filósofos políticos del siglo pasado que sigo leyendo con interés, Richard Rorty (Nueva York, 1931-Virginia, 2007) y Judith Shklar (Riga, 1928-Massachusetts, 1992), insistieron en la idea de que los actos de crueldad son lo peor que un ser humano, o un gobierno, puede hacer. La crueldad es the worst thing to do. Lo importante es evitar el sufrimiento.

Ambos desarrollaron, con distintas prioridades temáticas, una visión desencantada y muy práctica de las normas jurídicas y las instituciones políticas. También para ambos la literatura y el arte procuraban una serie de herramientas imprescindibles para entender la injusticia y la crueldad de los hombres cargados de razón. Para ser justo, y más en estos tiempos sensibles a la cuestión de género, la afirmación de que lo peor que existe son los actos de crueldad, es original de la pensadora letona, la primera mujer catedrática de un departamento de Ciencia Política, el de Harvard, quien la desarrolló en una obra que llamó El liberalismo del miedo.

Para Shklar, la condición de posibilidad de la libertad es la ausencia de temores, la protección contra los abusos del poder, la oportunidad de proteger a los débiles frente a los poderosos y esa debe ser la prioridad de las instituciones políticas. En ese liberalismo desilusionado que aspira, sobre todo, a poner frenos a la crueldad, había, por supuesto, un lugar para la igualdad: el liberalismo de Shklar se perfilaba como una doctrina política cuyo objetivo era minimizar la desazón y el miedo que puedan sufrir los desfavorecidos, proteger a la población vulnerable tanto de la arbitrariedad del poder como de las condiciones de vida miserables que les atenazan.

Judith Shklar

Judith Shklar

En Contingencia, ironía y solidaridad, Rorty define al «ironista» como al ciudadano de su sociedad liberal capaz de percibir la contingencia de su lenguaje moral, aquella serie de palabras que le permiten justificar sus acciones, palabras con las que narramos prospectiva o retrospectivamente nuestras vidas, un léxico último. Detrás de ese léxico último, siempre revisable, no hay esencia final, ni razón última: la verdad no está ahí fuera. Si algo hay bueno en la democracia liberal fue conseguido por una suma de procesos contingentes, a través de luchas y sufrimientos y no por la existencia de un «horizonte de la Historia» Luchamos por nuestros ideales, igual que elegimos a nuestros amigos.

Rorty sostuvo, y ese punto siempre me pareció muy interesante, que es en realidad la literatura, y no la filosofía, la que puede promover un sentido genuino de la solidaridad humana. Por ello estudió la crueldad tal como se daba en los novelistas Orwell y Nabokov.

Richard Rorty

Richard Rorty

Para Richad Rorty, hijo de comunistas muy serios, lo importante no era acabar con el capitalismo en abstracto, sino con los abusos concretos de empresas concretas, con legislaciones concretas con leyes concretas. Decir «tolerancia cero» contra corrupción o gritar contra el capitalismo permite al ladrón dormir tranquilo. Lo prioritario es darle una lección al matón cuando te roba el bocadillo en el colegio. Dicho de otra forma, combatir a los molinos de viento sabiendo que son molinos. Cuidemos la libertad y la verdad se cuidará sola.

Hay otra definición más aséptica de liberalismo político (el liberalismo político es una cosa y el liberalismo económico, otra bien distinta) que dice que se trata de una concepción del poder político tal que ninguna forma de vida, ninguna moral en particular debe ser tratada de forma privilegiada, sino que corresponde al poder garantizar la convivencia pacífica de toda elección relativa a la forma de vida. Tomado en serio, esto significaría no sólo respetar todas las opciones sexuales, religiosas, políticas, etc., sino reconocerle al ser humano la libertad para llevar la vida que desee en relación con la salud, la economía o la propiedad. Hoy, sin embargo,  apenas podemos hacer nada sin un domicilio fijo, una tarjeta de crédito, una cuenta en el banco o una dirección de email… El liberalismo político se ha realizado mal o se ha realizado a medias.

Rorty recurre la ironía y Shklar al escarmiento de la historia, ambos deberían ser leídos por aquellos a los que les parece poco democrático que haya gente que se niegue a pagar el precio de las fantasías utópicas, gente de una solidaridad muy tangible que hace felices o menos desdichadas a personas concretas, gente empeñada en llamar blanco a los que es blanco, defender que 2 y 2 son 4 o en denunciar abusos concretos donde quiera que se den. Esa es la esencia irrenunciable del liberalismo político, una conquista del mismo calibre que el socialismo democrático, una concepción del derecho y de la política que permite ideas de derechas, centro e izquierda.

Sobre la segunda parte del título de esta entrada en EL HYPE, el liberalismo político de izquierdas hace tiempo que no sabemos dónde está.

Hermosos: libros de Rorty y Shklar.

Malditos: fanáticos.

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