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Puños de hierro y Pies “de barrio”

En Vidas salvajes, Lifestyle domingo, 10 de mayo de 2015

Miguel Caamaño

Miguel Caamaño

PERFIL

Muchos son los desheredados que saliendo de la nada llegan al todo y parece que se esfuercen en volver a las ciénagas. Pero Poli saldrá de ésta. Siempre lo hace.

Decimos bien: “Pies de barrio”, que no “Pies de barro”. Y no porque este “vallekano” no fuera moldeable en sus voluntades y pusilánime en su actitud, sino porque siempre vuelve al barrio que le vio nacer. Como dice aquel conocido axioma: “Puede salir del barrio, pero el barrio siempre estará dentro de ti”.  Y así ocurre, que regresa y no duda en defender a un anciano que está siendo atracado o a unos policías que por momentos abusan de su autoridad. Curioso llamarse Poli cuando te llevas tan mal con ella.

Observamos a Mayweather y a Pacquiao en medio de una vorágine megalómana y un baile de cifras que nadie entiende para el enésimo “Combate del Siglo” y el bueno de Poli vuelve a desvariar. Y se le perdona porque es él… el 7 veces Campeón de España y 8 de Europa.

Y no era un simple pegón como ocurrió con otros: en el cuadrilátero era arriesgado e incluso elegante.  Fuera del ring… un hombre carismático y que se ganaba simpatías por doquier. Muchos se le pegaron cuando el dinero atiborraba sus bolsillos y lo acabó dilapidando en mala vida y peores compañías. Dentro de las venas y su nariz rota yacían los dividendos de aquellas noches gloriosas.

Incluso casi gana el título mundial del peso ligero frente a un desconocido llamado Pernell Whitaker. O eso nos quiso hacer pensar,  porque en realidad llegó fuera de forma e incluso estuvo días sin comer para colocarse en el peso reglamentario. Atrás quedaban aquellos días en su barrio de Palomeras, en el distrito de Vallekas, donde alternaba sus labores de albañil con sus entrenamientos en el mítico gimnasio de los bajos del Rayo.

Sin embargo, su fuerte carácter le hizo enfrentarse con muchos de los que a priori le quisieron ayudar y acabó enemistado incluso con alguno de sus valedores. Uno de ellos, el empresario Enrique Sarasola le dio las mayores comodidades, pero todo terminó yéndose por el retrete tras aquella primera derrota profesional en 1991. Quizás nunca supo reponerse a este revés.

A continuación, la charlotada y el drama. Empezó a invitar a todo el mundo a todo y dejó de frecuentar los cuadriláteros. Lo dejó en 1997 tras haber perdido empaque y constancia y víctima de varias lesiones que le restaron esa potencia que atesoraba. Y claro, eso tampoco supo asumirlo: conducción temeraria, agresión a un agente de policía, adicciones y mudanza al sórdido poblado de La Rosilla, a las afueras de la urbe. El Potro de Vallecas, avergonzado tras vérsele en condiciones lamentables en la televisión, quiso empezar de cero en Cataluña incluso ganando un título menor y despidiéndose con una victoria ante un sparring llamado “Robocop”. Todo muy kitsch.

Pero no se vayan todavía, aún hay más: después de esa caída en barrena, canciones compuestas por el inefable Leonardo Dantés e interpretadas por Los Chunguitos, dos films porno, uno de ellos con Nacho Vidal, desintoxicaciones con metadona, recaídas, puñaladas misteriosas y un halo de vida salvaje que ni con su paciente pareja ha podido extirparse. Pero luego sonreía con esa campechanía transferible y parecía querer arreglarlo de esa manera. Sea como fuere, siempre acaba saliendo de todas. No vamos a decir el topicazo de “El combate más importante de su vida”. Tan sólo diremos… No hemos escuchado la campana… ¡Bravo, campeón!

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