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“Post Tenebra”, la trascendencia de la luz: Estética, lenguaje y abstracción

En Cultura jueves, 23 de enero de 2025

Toni Calderón

Toni Calderón

PERFIL

La abstracción no es la ausencia de forma, sino la presencia de un sistema estructurado que desestabiliza nuestra mirada.

Rosalind Krauss

La propuesta estética de Blanco Anyó trasciende los límites de la forma y la figuración, configurándose como un territorio donde lo visible se encuentra con lo invisible, y la percepción inmediata se transforma en reflexión profunda. A través de un delicado equilibrio entre luz y oscuridad, entre presencia y vacío, invita al espectador a experimentar un viaje más allá de la materialidad de la imagen, hacia una dimensión trascendental que reconfigura nuestra relación con el arte y el conocimiento. Esta exploración encuentra ecos en las composiciones de James Turrell, donde la luz deja de ser un recurso técnico para convertirse en la esencia misma de la obra, la luz es el vehículo que transporta al observador hacia lo inmaterial. También pueden establecerse paralelismos con las pinturas monocromáticas de Mark Rothko, en las que la superficie del lienzo se convierte en un espacio de contemplación espiritual. Sin embargo, mientras Rothko explora la profundidad emocional mediante el color, Blanco canaliza esta búsqueda a través de la tensión entre luz y sombra, presencia y vacío.

En el núcleo de esta propuesta artística se encuentra la abstracción, no como negación de la realidad, sino como una estrategia dialéctica que expande las posibilidades del lenguaje visual. Este proceso responde a una tradición estética que parte de las teorías kantianas de lo sublime y encuentra resonancia en los planteamientos de Adorno, quien concibe el arte como un campo de tensiones que nunca se somete a una totalidad finita. Para Blanco, el acto de abstraer no es un gesto de simplificación, sino una apertura a lo indeterminado, un espacio donde el significado se construye en la interacción entre la obra y el espectador.

Post Tenebra

Siguiendo las teorías de Nelson Goodman y Ernst Gombrich, la percepción no es pasiva, sino activa; el ojo del espectador no recibe, sino que interpreta y construye. La obra de Blanco exige esa construcción activa, desafiando la inmediatez del lenguaje visual contemporáneo. La luz, no es simplemente un fenómeno físico o estético; es el símbolo de un conocimiento que se filtra a través de las grietas de la experiencia. Emergiendo de la oscuridad, la luz aquí no ilumina plenamente; se sugiere, se retira, se oculta en un juego constante entre presencia y ausencia. Esta tensión remite a las teorías de Heidegger, para quien la verdad en el arte no es un objeto fijo, sino un acontecimiento, un desvelamiento que siempre lleva consigo algo de ocultamiento. Como señaló Merleau-Ponty, El mundo no está hecho de cosas, sino de relaciones; el arte, como percepción, nos abre a esta red de significados invisibles.

Post Tenebra

El contraste entre luz y sombra, lejos de ser decorativo, articula un discurso que resuena con la tradición barroca de Andrea Pozzo, cuyas bóvedas pintadas rompían los límites de la arquitectura material para proyectar un cielo infinito. Pero en la obra de Blanco, el gesto no es un despliegue de grandiosidad celestial, sino una invitación a contemplar lo infinito desde la intimidad de la percepción. La luz se convierte en una metáfora del pensamiento mismo, un destello momentáneo que ilumina, pero nunca revela completamente. Aquí cobra relevancia la idea de Jacques Rancière sobre el espectador emancipado: lejos de ser un receptor pasivo, el espectador es un coautor que reorganiza el “reparto de lo sensible”, transformando lo que percibe en una experiencia personal y única. La abstracción, como proceso, nos recuerda que el arte no es sólo un reflejo del mundo visible, sino un medio para explorar lo que excede la percepción ordinaria. La percepción se eleva a un nivel metafísico, donde la luz y la oscuridad se convierten en símbolos de nuestra relación con lo desconocido.

Post Tenebra

En última instancia, su obra nos recuerda que el arte, en su esencia, no es un producto, sino un proceso. Es un viaje hacia lo desconocido, un acto de fe en el poder de la abstracción para abrir horizontes más allá de lo inmediato. Como en las bóvedas celestiales del barroco, donde la arquitectura se disuelve en la ilusión de lo infinito, las composiciones de Blanco nos elevan, nos interpela, nos invita a trascender. Y en ese acto de trascendencia, encontramos no sólo el arte, sino también a nosotros mismos.

Post Tenebra se expone en Fantastik Lab, del 17 de enero al 5 de febrero.

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