Es una noticia terrible. Sin paliativos. Con la muerte de David Delfín se apaga uno de esos talentos que, por encima de simpatías, apetencias o tendencias, se han de reconocer como arrolladores. Sus colecciones -algunas- han devenido icónicas. Su universo -y he ahí el triunfo de la marca por encima del artista-, popular.
En el estricto sentido de una palabra muy denostada por la industria, “comercial” sería el adjetivo perfecto para calificar lo que el diseñador, Bimba y los Postigo consiguieron con Davidelfín. Porque todos reconocemos esa caligrafía entre naíf y siniestra que ha poblado camisetas, sábanas, logotipos fallidos y demás soportes licenciables. Y eso es mucho. Aparte queda el peligroso flirteo con lo mainstream, el descenso intermitente de los altares de la creatividad a los lodos del faranduleo, la fama en una palabra.
En la redes, las reacciones sentidas, sinceras y justificadas al fallecimiento del diseñador han sido emotivas. No en vano, sus amigos y sus compañeros han tenido que secar las lágrimas por David con la punta del mismo pañuelo, empapado ya por las que derramaron por Bimba.
Encoge el alma, por ejemplo, el vídeo que Gorka Postigo ha compartido estos días. Lo filmó hace años y muestra a unos jovencísimos David y Bimba que, como dos ángeles urbanos, vagan vestidos de blanco por el centro de Madrid. Un halo celestial inquietante, como de premonición fatal, recorre el metraje.
https://www.instagram.com/p/BU8klAZhJ67/?taken-by=diegopostigo
Pero en estos muros de las lamentaciones virtuales, otras plañideras 2.0 han vertido su llanto. Se han visto homenajes francamente vergonzantes. Muchos provienen de las mismas hordas de feligreses que lloraron por Bowie, por Prince, por George sin haberles comprado jamás un disco. En cuanto saltó la noticia, imagino, todos ellos apagaron Telecinco y corrieron raudos a sus alcobas. Rebuscaron al fondo de algún cajón esa pegatina promocional, esa botella de Coca Cola light estampada con hormigas, ese resto de stock comprado en Privalia al -70% que les legitimara como seguidores de Davidelfín.
Fotografiaron el fetiche, averiguaron qué hashtag era trending topic y solo entonces subieron fríamente la imagen a su perfil. Cínicos. Gárrulos. Ignorantes. Compras en vida y no fotos oportunistas a la caza del like: eso es lo que necesita una firma para evitar la bancarrota.
Un tributo a David Delfín, en particular, resulta indecoroso: un pie de foto ininteligible, repleto de tildes ausentes y de comas invisibles. Está en el perfil de un autodenominado príncipe, el mismo que se aferró al delfín hasta que atisbó la oportunidad de nadar en aguas internacionales y se soltó de su aleta. Siempre tuyo, se despide, y añade -qué reconfortante comprobarlo- el inevitable #DavidelfinForever. Lleva ya cerca de 200.000 likes.
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