Donde se apunta hermosa prosa, música y films de niños-lobo o selváticos. El buen salvaje o la imagen más falsa y peligrosa de Rousseau. Calumnia de cánidos. Humildad de nuestra antropología.
Cuando Rochom Pngieng apareció, yo tenía la cabeza metida en un basurero de Tel-Aviv. 19 años después sus padres la reconocieron por una cicatriz que llevaba en la espalda y porque dicen que los padres se las apañan siempre para descubrir a sus hijos.
Tanto cuestan de parir, al parecer.
Desaparecida durante décadas, mientras cuidaba un búfalo a unos 325 kilómetros de la capital de Camboya, la última de la lista de niñas salvajes, habría vivido -y no solo sobrevivido- en la espesa jungla tropical a solas con la Luna.
Recorté –tengo una hemoreteca de naturalezas solas- la noticia en un periódico israelí mientras preparaba un artículo para el mío, «Truffaut en Jerusalén» lo llamé, pero cuando regresé de cenar con una amiga moralmente preocupada –su hijo hacía ejercicio militar en Gaza– descubrí que no lo tenía ya conmigo. Desanduve el camino buscando en las papeleras del camino inverso la noticia del feral.
Tanto de él ya me interesaba.
¿Cómo empezó ese afán por lo feral por amor de Dios? Creo que, como es cierto que comenzamos a pensar con las imágenes, todo principió con el personaje de Jean Itard interpretado por François Truffaut. Una imagen que podría ser al cine europeo lo que Atticus Finch-Gregory Peck al imaginario cinematográfico americano.
En Rapports et memoires sur le sauvage de l’Aveyron, el médico y pedagogo Jean Itard comenzaba su acercamiento a un niño, al que habrían de llamar Víctor (un ser peludo, encorvado, comedor de las bellotas de los bosques del mediodía francés) con palabras cargadas de humildad y, por tanto, de sabiduría: Somos lo que se nos ha hecho ser.
Hablaba aquí, Itard, con su potente prosa, ya no como médico y pedagogo, sino como ilustrado francés. Efectivamente, cuando este pequeño salvaje viajó de Aveyron a París a finales del siglo XVIII, rodeado de gran publicidad y expectación, Victor no era, desde luego, un niño, pero tampoco solamente un animal. El niño selvático era la posibilidad de contrastar empíricamente las ideas filosófico-antropológicas del tiempo de la Razón respecto de su más preciado objeto de reflexión: ¡la naturaleza humana!
El libro de Itard, con portentoso estudio preliminar y notas de uno de los más feroces guardianes de la prosa castellana, el Bartleby Sánchez Ferlosio, siempre ha sido uno de nuestros libros de cabecera. Y a la cuestión de los selváticos le hemos dado vueltas desde jóvenes por dos razones:
Porque desde el prisma de nuestro saber más específico, a la filosofía moral, política y del derecho debe interesar el niño selvático: demostración de la naturaleza socio-lingüística de los hombres (zoon politikon al decir de Aristóteles) y refutación de la (falsa pero poderosa) imagen roussouniana del buen salvaje.
Porque a ritmo de Pachelbel el interés por el selvático nos condujo a nuestro director de cine preferido: El enigma de Gaspar Hauser (Jeder für sich und Gott gegen alle) hermosísima incursión sobre el huérfano más misterioso de Europa por parte de Werner Herzog.
En efecto, en parte porque era la edad en la que las viejas historias se escuchaban por primera vez, en parte por otras razones no totalmente claras para mí, pronto quedamos persuadidos de que nadie como Herzog habría buscado tan inteligente y tiernamente la humanidad en la periferia de lo humano. Tipos rotos, parias enloquecidos, afanes más allá de la extravagancia, desórdenes, Jeremiah Johnson sin sentido… niños selváticos.
Hemos dicho lo básico al comenzar pero contamos con apuntar otros 7 datos de interés:
#1 Los últimos días de Vicente Cau Cau, el niño lobo chileno es un hermoso texto sobre el feral Cau Cau, por parte de Claudio Pizarro, en la estupenda revista The Clinic.
#2 Es posible y Hype rastrear la huella de Gaspar Hauser en la literatura, Verlaine compuso con ese nombre un poema, Philippe Dennery, como más tarde Peter Handke, todo un estupendo drama (Kaspar). Jakob Wassermann la novela Gaspar Hauser o la inercia del corazón y hasta Paul Auster buscó en el abandonado y misterioso Hauser un perfil para un personaje de su más famosa trilogía.
#3 Hace unos años nos llenó de vana ilusión saber que uno de nuestros actores preferidos, Vincent Gallo, iba a protagonizar una revisión del mito de Gaspar Hauser. La película, calificada quizás con razón como una marcianada, la dirige un director desconocido para mí: Davide Manuli. Tenía algo de western, comedia absurda y cine experimental.
#4 En Valencia contamos con Kaspar&Hauser Fockin DJ´S, músicos que han sabido escoger su rótulo con elegancia feral.
#5 Genie, es el nombre que dieron a una niña de un suburbio de Los Ángeles en 1970. Había pasado toda su infancia encerrada en una oscura habitación. Su experiencia del mundo se reducía a gritos, golpes y a 5 centímetros de cielo por un agujero desde donde habría distinguido el sonido de un piano y las sombras de los aviones al pasar. El film Mockingbird Don’t Sing (Bromley Davenport, 2001) refiere la terrible historia de otra naturaleza descorazonada. Como todo eso me llena el corazón de pena, no quiero poner nada de la niña…, pondré la imagen del más improbable de los niños selváticos.
#6 La más hermosa de las historias de niños lobo aquí en España es Entre lobos (Gerardo Olivares, 2010) basada en la salvaje vida de Marcos Rodríguez Pantoja. A quien le interese saber más de esta historia, “Vivir 12 años entre lobos” es un pequeño reportaje muy bien contado por Cristóbal Ramírez en El País.
El niño salvaje deja en evidencia tanto la tradicional calumnia de los lobos, como la mentira de Rousseau, pero cabe terminar con otra reivindicación de joven feral. A saber, recuerde usted, lector HYPE: A esos selváticos amamantados como lobeznos bajo la indiferencia de la Luna no les fue dado alcanzar el refinamiento del dealer de Wall Street, cachorro canino educado en la avaricia de las “buenas familias”: ricos hombres-lobo (para el hombre) y flaqui-sosas con abrigo de pantera.
Hermosos: lobos.
Malditas: obsesiones de no ser menos que los demás.
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