Mr. Gaga, un documental de Tomer Heymann recorre la vida y obra de Ohad Naharin, uno de los coreógrafos más influyentes del mundo. Sus piezas y su lenguaje hacen moverse a miles de personas.
Sus primeros cinco años de vida transcurrieron en un kibutz, un entorno que marcó su sentido de la libertad y de contacto con la naturaleza. Mr. Gaga, película recientemente estrenada, recoge este y otros muchos aspectos de su biografía, pero también los impulsos y el inquebrantable modo de seguir el propio instinto vital y creativo de quien, desde hace 25 años, dirige la Batsheva Dance Company de Israel. Nunca he visto tal combinación de belleza, energía y habilidad, declaró Baryshnikov sobre la formación que dirige Naharin (Israel, 1952).
En sus 100 minutos de metraje se ofrecen imágenes inéditas del niño saltarín y juguetón en su infancia, y del carismático joven bailando con sus compañeros soldados, durante los tres años de servicio militar obligatorio en su país, en los que formó parte del Army Entertainment Group. La semilla del movimiento (la danza siempre me gustó; no me imaginaba como bailarín en el futuro, bailaba en el presente) germinó tardíamente, ya que hasta los 22 años no comenzó a formarse específicamente en danza.
La mismísima Marta Graham lo reclutó en sus filas tras verle bailar en Israel, oportunidad que le llevó a Nueva York a medidos de los 70, ciudad en la que continuó su formación en la Juilliard School y en la escuela del American Ballet hasta recalar en el Ballet du Siècle XX de Maurice Bèjart, en Bélgica. Sobre el tiempo que pasó en esta compañía, Naharin explica que fue sin duda el peor año de su vida, punto de inflexión en el que decide hacer solo aquello que le mueva e interese, creando su propia formación con la que, además de bailar, comienza a coreografiar.
Forjando su estilo enérgico, sensual, animal y extrañamente bello, conocemos gracias al film su historia de amor con la entonces bailarina estrella de la Alvin Aley American Dance Theater, Mari Kajiwara, con quien formó pareja artística y vital hasta que un cáncer acabó con su vida a los 50 años.
Tomer Heymann anota sobre su documental que es fiel seguidor de la Batsheva desde que hace dos décadas, tras verla por primera vez, sufrió una especie de convulsión como si estuviera bajo los efectos de un magnífico cóctel de drogas y alcohol. Es cierto que las obras de Naharin son un combinado de potencia extrema, de poesía expresiva y visual, de provocación con radicales toques musicales o alusiones directas a temas escabrosos, como la religión y la violencia, de velado erotismo, en definitiva, de un estilo único capaz de generar una rara e inolvidable belleza.
La compañía
Fue la baronesa Batsheva de Rothschild quien fundó la compañía en 1964, con el apoyo de la dama de la danza moderna americana Marta Graham. El objetivo, dotar al país de una herramienta artística de nivel, que permitiera desarrollar la danza nacional. Asentada en el apacible entorno del Suzanne Dellal Center de Tel Aviv, la compañía ha conseguido bajo la dirección de Naharin situarse como referente indiscutible de la danza actual.
Los 34 bailarines de la formación principal y los del Youth Ensemble trabajan incansablemente para llevar su trabajo a cualquier rincón de Israel, siendo además embajadores de la danza de su país en el mundo. Aunque el panorama israelí es fértil y muy activo, es sin duda la Batsheva la que mejor representa una forma de hacer danza única, comprometida y vital pese al entorno en el que se desarrolla.
Un lenguaje universal
Fue a raíz de una lesión en la espalda, cuando el coreógrafo comenzó a idear un lenguaje propio, al que llamaría gaga por alusión a los sonidos que emiten los bebés, sencillos y primigenios. Un código para que personas de todas las edades y condiciones puedan expresarse mediante el baile.
Aunque el gaga sirve también a sus propios bailarines, lo puede utilizar cualquiera sin necesidad de tener formación previa ni experiencia. Un revolucionario lenguaje, democrático, por inclusivo, e igualmente gozoso para todos los que lo practican. La técnica es impartida en numerosos centros del mundo por bailarines autorizados por Naharin, quienes mediante pautas sencillas modulan las diferentes capacidades de movimiento para cada persona.
En la película Naharin explica por qué ha llamado Last Work a su reciente creación de 2015, afirmando que podría ser su último trabajo, para a continuación añadir que vive en un país al que ama pero que está lleno de fanáticos, de intolerancia, de abuso de poder. Amargas declaraciones para alguien que persiste en el placer de bailar, en la capacidad de todos y cada uno de nosotros para generar movimiento y, con ello, felicidad.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!